Los vecinos, en contra

Los bares de La Latina plantan cara a las despedidas de solteros: "Se ha convertido en un infierno tremendo"

Cartel de La Latina en el bar Lamiak
El bar Lamiak, situado en la Cava Baja, fue pionero en prohibir la entrada a grupos de despedidas de solteros y solteras. Esther López
telecinco.es
  • En los últimos meses se ha incrementado la llegada de grupos de amigos y amigas llegados de varios países europeos y de otras provincias españolas

  • El conocido bar Lamiak (Cava Baja, 42), regentado por Juanra Arrúa, fue pionero en prohibir la entrada. Hablamos también con los vecinos

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Aunque la imagen que ilustra este artículo es de 2016, el cartel que colocaron los propietarios del bar Lamiak entonces tiene estos días más sentido que nunca. Porque las reuniones de ruidosos grupos de amigos y amigas -para celebrar la soltería del novio o la novia de turno antes de casarse- en la zona de La Latina están enturbiando cada vez más la vida de este céntrico barrio. Algo que se hace especialmente evidente cuando se acerca el fin de semana, aunque en realidad se pueden cruzar en tu camino cualquier día.

Desde hace unos 10 años, aproximadamente, se respira una sensación que es una mezcla de hartazgo e impotencia entre los vecinos y comerciantes de la zona, que se ven perjudicados por el comportamiento de estos grupos que pueden llegar desde países como Francia, Inglaterra, Italia, Holanda… Pero también desde otras provincias españolas. Todos parecen haber encontrado en la Cava Baja o la Plaza de la Paja el lugar perfecto para dar rienda suelta a sus ganas de festejar, “sobre todo en el último año”.

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Nos lo cuenta Juan Santaner, que lleva viviendo por el barrio desde hace 25 años y ha sido testigo de ese aumento exponencial de despedidas por las calles de La Latina. “No hacen más que generar problemas a los vecinos y a los locales de restauración. Vienen unos días a liarla, a sentirse el ombligo del mundo, y se marchan”, comparte este cliente habitual de Lamiak que ha presenciado escenas dantescas en multitud de ocasiones: “Van gritando y cantando por las aceras, que ocupan como si no hubiera nadie más. Exigen que se les atienda antes que a nadie y siguen gritando una vez han entrado en los locales”, apunta.

Fachada de Lamiak, bar fundado en 2002 en la Cava Baja
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Durante la charla con Marisa Wic, otra vecina del barrio que debe su nombre a Beatriz Galindo, en este caso desde hace más de 15 años, se repiten las mismas quejas. “Cada vez se ven más, sobre todo por la zona del Cascorro. Creo que la cosa se empezó a ir de madre desde después de la pandemia. Pero es en el centro, en general, porque cada vez hay más pisos turísticos que albergan a este tipo de señores y señoras. Yo hace años que no paso por la Cava Baja o la Plaza de la Paja, lo normal cuando llega el viernes es que te encuentres a gente vomitando, orinando, bebiendo delante de niños...” Y remata: “Es un turismo chabacano, vociferante. Y lo peor es que todos se sienten impunes”.

Precisamente esto último es lo que nos ha llevado a sentarnos con Saturnino Vera, presidente de la Asociación Vecinal Cavas - La Latina, que son quienes llevan años recogiendo ese malestar del distrito. “Se intensifican durante los meses de abril a junio, son muy ruidosas y han conseguido que tanto los comerciantes como los vecinos no veamos con buenos ojos las despedidas. A la asociación nos llegan muchas quejas de los que vivimos y trabajamos en el barrio, aunque también hay quien termina desistiendo porque, al parecer, no sirve de mucho llamar a la Policía Municipal”.

Miembros de la asociación manifestándose en el centro de Madrid

Cuando le preguntamos a Vera cómo está actuando la asociación con respecto a este problema, nos comenta que ellos hacen todo lo posible para “concienciar a los locales del barrio para que no admitan este tipo de público, ya que generan más problemas que beneficio”. Lo que no quita que, obviamente, siga habiendo locales que sí admiten y fomentan estas despedidas, que son los mismos que ofrecen copas low cost a estos grupos que “contribuyen a generar un deterioro de la convivencia”.

Con respecto a las posibles soluciones, de cara a que la situación pueda mejorar en un futuro próximo, no parecen estar muy esperanzados: “Nos parece importante visibilizar el problema a través de las redes sociales. Creo que la asociación de comerciantes hace lo que puede. Y, por nuestra parte, estamos intentando que el ayuntamiento aplique la normativa que no permite determinados comportamientos en la vía pública. Son ellos quienes pueden hacer más, incrementando la presencia policial durante el viernes tarde y los sábados. Estos grupos tienen que entender que no todo vale”.

La historia del cartel

No nos consta que hubiese algún local, antes de 2016, que decidiera dar un golpe sobre la mesa colgando un cartel para mostrar su descontento ante el auge de las despedidas en este barrio castizo. De lo que estamos completamente seguros es de que la decisión de Juanra Arrúe ha sido aplaudida por muchos vecinos y hosteleros de la zona. Además, obviamente, de sus clientes: “Tanto el que venía a comer como el que venía a tomar algo rápido lo agradecieron porque esto se había convertido en un infierno tremendo”.

Interior de un local que ya es parte de la historia de La Latina

Pero vayamos al origen de todo: “Un día recuerdo que estaba con un amigo mío que había venido a verme y, estando al lado mío, era incapaz de escucharle porque se juntaron una despedida de soltero y una de soltera. Empezaron las dos a chillar y esa misma tarde fui a la papelería, imprimí el cartel y hasta hoy”. Así fue como el dueño de Lamiak decidió poner punto y final a una serie de situaciones incómodas y desagradables en un local que ya forma parte de la historia tabernera de la capital.

“Nosotros llevamos desde 2002 en el barrio, como Lamiak, aunque desde el 2001 ya trabajamos en lo que antes era el viejo Bruselas. En total, llevamos ya casi 25 años. Y lo del cartel lo hicimos porque era una locura. Se empezaron a poner de moda las despedidas y si dejabas que entrara una, pues ya estabas muerto”. Y Arrúe añade: “Todos hemos estado alguna vez en una despedida, ya sabemos que es algo muy divertido, pero para el resto de la gente, que quería estar más tranquila, era un auténtico infierno. Yo he visto mesas, de las que venían a comer, levantarse e irse”.

Ilustración del exterior de Lamiak

Y tiene claro cómo atajar el problema: “La mejor solución que veo es la que tome en su día y es ser súper estricto: no, nunca y a nadie”. Y nos recuerda otro ejemplo muy ilustrativo antes de despedirnos: “Fíjate lo que pasó en Logroño. Todo el mundo conoce la calle Laurel. Yo no sé cómo estará ahora, pero no hace mucho, cuando mi hermano aún vivía allí, era impensable acercarse los fines de semana por los alrededores porque estaba literalmente inundada por despedidas de gente de La Rioja o de Euskadi. En medio año te cargas una zona bonita y de ocio gastronómico, así que animaría a todos los hosteleros a que hicieran lo mismo que nosotros”.