José Peñín y sus 50 años como 'guía' del vino: "Mi último descubrimiento ha sido en Palencia y no se comercializa"

El periodista y experto en vinos acaba de publicar 'Mis memorias del vino: Los 50 años que marcaron el cambio' (Planeta Gastro)
Es el creador de la popular Guía Peñín y fundó en 1975 uno de los primeros clubes de vinos de España, Cluve
Nacido en Santa Colomba de la Vega, un pueblecito leonés de apenas 200 habitantes, José Peñín es probablemente el escritor de vinos de lengua española más prolífico. Durante los últimos 50 años ha hecho muchos méritos para ser considerado nuestro periodista de vinos más conocido a nivel internacional. Pero no es sobre esto sobre lo que versan las memorias que acaban de ver la luz a través de Planeta Gastro, sino sobre los cambios profundos que se han venido dando en el sector desde finales de la década de los 70. Sobre esta revolución, todavía en curso, hemos hablado con el creador de la Guía Peñín, considerado el manual de vino español más completo del mundo. "Echo de menos el periodismo más crítico de los 80", dice.
En su recién estrenada —a la par que extensa— obra ahonda en todos aquellos cambios que afectan a la producción, la elaboración, el comercio, la comunicación, el consumo e incluso la estética del vino. Y es que todo ello ha aportado su granito para que el vino haya dejado de ser un producto alimentario para convertirse en un objeto hedonista y cultural. Pero, mejor, dejemos que sea este viajero infatigable —que fundó en 1975 uno de los primeros clubes de vinos de España (Cluve)— quien nos descubra los entresijos de un libro de trago largo que es capaz de conquistar a winelovers de todas las edades.
Desde finales de los 70 hasta hoy todo ha cambiado mucho en el mundo del vino: producción, consumo, comunicación. ¿Cómo ves esa evolución?
Con la experiencia de haber montado en España la primera agencia de comunicación del vino, he visto crecer los nuevos comunicadores que se añaden al periodismo gastronómico gracias a la gratuidad de internet. Los cursos de cata que en el pasado eran una forma de educación exclusiva entre los profesionales de la enología han pasado al consumidor a través de perfiles como los que señalas. Los nuevos influencers, apoyados por sus formas visuales de enseñar a través de un mensaje divulgativo, en su mayoría transmiten un discurso mucho menos técnico, pero más eficaz para el consumidor, porque en este género las formas tienen más importancia que el fondo. Santi Rivas es el mejor ejemplo de comunicador con un gran conocimiento del vino, pero sin que se le note. Su mensaje directo, irónico, con su desparpajo permanente, hace que su mensaje, más fácil, entretenga mejor al consumidor de calle que el mensaje enológico de los sabios.
Los prescriptores ahora son otros. ¿Te ha costado mucho adaptarte a los nuevos tiempos?
Los periodistas tradicionales siguen siendo prescriptores a los que se suman los blogueros, influencers y sumilleres. Los que “llenan los restaurantes” son los buenos, ya sean periodistas o influencers, pero desgraciadamente son pocos. Desde el año pasado soy jurado del primer concurso internacional de influencers donde el rigor, la estética, la palabra y el modo son elementos muy interesantes para conseguir acólitos al vino. Sin embargo, echo de menos ese periodismo más crítico que se estilaba en los años 80. Porque no hay que olvidar que un gran número de influencers monetizan su trabajo a algunas bodegas.
¿Cuál ha sido tu descubrimiento reciente más curioso relacionado?
Hoy me siento más huérfano de novedades que me hagan viajar. Sin embargo, el Sábado Santo último me fui a un pequeño pueblo de Palencia para participar en un concurso de vinos familiares. Vinos de autoconsumo, que no se comercializan. Nunca había visto nada igual. Y es que en nuestro país, que es una panoplia de suelos, climas, orografías y tradiciones, el vino y la viña han estado siempre en todos los rincones de nuestra geografía. Sin embargo, la dedicación histórica a los graneles como proveedores de materia prima ha impedido que aprovechemos esa diversidad hasta hace tan solo 25 años. Hoy, gracias al nivelazo de las nuevas generaciones de enólogos y viñadores, en cualquier lugar de nuestra geografía se pueden producir vinos de la misma calidad que los de las zonas punteras.
Si volviéramos a 1975, ¿qué cambiarías?
Todo ha cambiado desde 1975. De lo que más orgulloso me siento de mi trayectoria es de que he visto con mis propios ojos esos cambios en el vino, los cuales han sido los más importantes desde los tiempos mesopotámicos.
No sé si alguna vez te has planteado asistir a una de esas famosas catas a ciegas por parejas tan populares hoy en día. De hacerlo, ¿quién sería tu acompañante?
Para mí, la cata a ciegas no deja de ser un juego sensorial. Yo creo que tiene más que ver con el hecho de medir la capacidad humana a nivel de concentración para acertar con la marca y bodega, que es lo más difícil, pero solo como diversión naturalmente compartida. Aunque dicen que es la forma más ortodoxa e imparcial de evaluar un vino. En cualquier caso, si tuviera que participar con otro u otra en una cata a ciegas, preferiría compartirla con todo un grupo donde cupiera un consenso, dentro de un mismo nivel de conocimientos. Acertar solo es difícilmente posible si se conoce la marca por haberla bebido con frecuencia.
Sobre tus recién publicadas memorias. ¿Cuánto tiempo lleva crear semejante obra?
Al convertirme en el decano del periodismo vinícola, tenía la obligación de contar no tanto un relato de mis vivencias, sino los grandes cambios del vino mundial de los últimos 50 años, el periodo más importante en la historia del vino, cuando deja de ser un producto de consumo para convertirse en una cultura hedonista. Casualmente, mi dedicación a esta bebida coincide con ese periodo excepcional. La primera vez que tuve la intención de escribir mis memorias fue en 2010, pero no quise proponerlas a ninguna editorial para evitar la presión del calendario. Lo que no me podía imaginar es que sin ese apremio solo pude escribir el 30% del libro en 13 años. Al final, los de Planeta se enteraron del proyecto y acabé escribiendo el resto en los últimos 3 años.
¿Y qué buscabas con este nuevo libro?
Buscaba la manera de entender mejor el presente por parte de las nuevas generaciones, con una mirada al pasado, y creo que lo he conseguido.
Encontramos un sinfín de anécdotas, pero seguro que hay alguna que se ha quedado fuera.
He vivido más vivencias y anécdotas de las que cuento, algunas se han quedado fuera porque no las recordaba y otras por los límites de la edición. Ten en cuenta que son más de 700 páginas. Por ejemplo, recuerdo haber hablado en 1996 con un bodeguero australiano cuando visité Barossa Valley, una de las dos zonas más importantes de ese país, al que le dije que el nombre de esa zona procede de la bahía gaditana de La Barrosa, enfrente de Chiclana. Él estaba empeñado en que el nombre procedía de las montañas cercanas, Barossa Moutain, pero tuve que explicarle que el origen está en una batalla que se produjo en La Barrosa en 1811 y que ganaron los ingleses. Y lo que pasó es que, años más tarde, William Light, un coronel que participó en la refriega y fundador de Adelaida, bautizó así las citadas montañas. Y como a los ingleses les cuesta trabajo pronunciar la doble erre, la zona vitivinícola se quedó con el nombre de Barossa Valley.
Como amante de los vinos de Jerez, ¿por dónde crees que pasa el futuro de las bodegas del Marco.
La historia del vino de Jerez ha atravesado gran número de convulsiones a partir de la creencia de que la rentabilidad del Jerez se basa en vender más botellas, bajando los precios a niveles vergonzantes. Las bodegas jerezanas nunca han comprendido que su vino es especial e imposible de ser incluido como vino cotidiano de mesa. La solución pasa por situar sus precios a un nivel más elevado (ya se está haciendo con el fino y manzanilla en rama) y producir vinos blancos de mesa adscritos a la Denominación de Origen como otra tipología. Tan histórico es este vino en Jerez como los clásicos vinos biológicos y oxidativos. Este procedimiento ya se puso en práctica en Oporto en 1991 permitiendo a las bodegas del tradicional oporto dulce la producción de vinos tintos y blancos bajo la denominación Douro.