Demasiadas coincidencias y mucha frialdad

TELECINCO.ES 22/07/2008 11:12

Esta macabra historia empieza en la cuarta planta de un parking del barrio del Putxet en Barcelona. Durante 22 días, un asesino en serie hará enloquecer a toda la policía y sumirá en el pánico a las mujeres de la ciudad. Su nombre es Juan José Pérez Rangel, un joven capaz de conseguir que ninguna mujer se atreva a entrar sola en un aparcamiento por miedo a morir en manos del que pronto se conocerá cómo el asesino del parking.

La mujer acabada de llegar al aparcamiento. Juan José fuma mientras espera a su víctima y antes de atacarla tira la colilla al suelo. Ella intenta defenderse pero su agresor la amenaza con un cuchillo. En el forcejeo, el anillo de brillantes que lleva cae al suelo. Juan José la introduce en las escaleras, la víctima intenta defenderse y el agresor la apuñala pero, no son estas heridas las que la matan. El cuerpo de la mujer cae por la barandilla de la escalera de la quinta planta. El asesino salta el pasamanos y arrastra a la víctima hasta el hueco de la escalera.

La tarde del sábado 11 de enero de 2003, Juan José espera a su víctima en la planta número cuatro de un parking de la zona alta de Barcelona. Se encuentra justo al lado del ascensor de la puerta que accede a la escalera de servicio. Unas escaleras muy poco utilizadas.

Utiliza un martillo para aplastarle el cráneo y rematarla. Tapa con una bolsa de basura el cuerpo y deja una huella de su palma de la mano. Según el informe policial, el homicida se fuma un cigarro y tira una colilla al lado del cuerpo de Mari Ángeles. Antes de irse deja dos huellas de zapato.

El asesino sólo se lleva el bolso con las tarjetas y el móvil pero, deja todas las joyas. Sale del aparcamiento y se para en el primer cajero que encuentra en su camino. A unos quinientos metros de la escena del crimen, consigue trescientos euros porque antes de matar a su víctima le sonsaca el pin de la tarjeta. Ese mismo día intenta obtener dinero en un cajero situado bastante lejos del parking, en pleno centro de Barcelona. No lo logra pero, una cámara de seguridad obtiene una imagen de él.

A esa hora, los hijos y el marido de la mujer asesinada están muy preocupados. La víctima es Mª Ángeles Ribot, una mujer de 49 años que tenía que haber llegado a las dos de la tarde a su casa y aun no ha aparecido. El marido de Mª Ángeles, fue al parking y al ver allí el coche aparcado y bien cerrado comenzó a pensar que algo raro había pasado. Los hijos después de acudir a la comisaría a poner la denuncia, decidieron volver al parking para dar una vuelta a ver si encontraban algo. Su sorpresa fue comprobar que debajo de la escalera de la quinta planta se encontraba el cuerpo sin vida de su madre.

Los policías llevaban más de dos horas recopilando pruebas en el parking junto al marido de Mª Ángeles, cuando éste recibe un mensaje al móvil. Se trata de un mensaje desde el móvil de su mujer en el que le avisa de que no irá a casa a dormir. Al día siguiente, el homicida prueba suerte con otra tarjeta de Mª Ángeles en una sucursal bancaria de las Ramblas. Pero, el cajero se queda con la tarjeta ya que utiliza varios pin incorrectos. Una tarjeta, que conserva intacta una huella.

Al día siguiente, el marido de la víctima recibe una llamada desde el móvil de su mujer en la que le dicen que tienen información sobre el asesinato de Mª Ángeles y le asesino le cita en diferentes lugares de Barcelona con la intención de recibir 2.000 euros a cambio de información sobre el asesinato.

Un grave error

En una de las llamadas extorsionadoras al marido de Mª Ángeles, Antonio Melero, Juan José cometió un grave error. Quedó con él en un bar llamado Bare Nostrum, un lugar en el que más tarde la policía conseguirá reconocer al asesino.

Una nueva víctima

Han pasado once días y parece imposible estrechar el cerco policial. Los investigadores andan perdidos y presionados por el miedo que amenaza al barrio del Putxet. Pero, el asesino ni les tiene miedo, ni les va a dar tregua.

El 22 de enero se disparan todas las alarmas. La Central del Cuerpo Nacional recibe un aviso estremecedor, acaba de aparecer el cuerpo completamente destrozado de otra mujer en la zona alta de la ciudad. Los investigadores no pueden creer lo que ven sus ojos. El cadáver no sólo está en el mismo aparcamiento en el que asesinan a Mª Ángeles Ribot, sino que su cuerpo está atado a la barandilla de las mismas escaleras pero, las coincidencias se multiplican. La mujer asesinada tenía el coche en la plaza nº 15, el mismo número que la de Mª Ángeles pero en otra planta. Ahora sí que no hay lugar a dudas, es la rubrica de un asesino en serie.

Maite de Diego, de 46 años , aparca su Fiat Punto en la plaza 15 de la primera planta. Desde que asesinaron a Mª Ángeles vive aterrorizada. Cuando se encuentra con él, le miedo bloquea Maite y no ofrece residencia. El homicida va bien provisto: lleva unos grilletes, una bolsa de basura y cuerda para atarla. En la mano, sólo el martillo de encofrador. Los dos bajan hasta el descansillo de la quinta planta. Decide esposarla a la barandilla y recrearse en su sufrimiento. Le quita los cordones de los zapatos, los utiliza para inmovilizarla y la amordaza. Ella no tiene ninguna posibilidad de moverse ni de gritar pero el asesino no quiere ver la cara de Maite mientras la mata. Le pone una bolsa de basura en la cabeza y la mata destrozándole el cráneo con el martillo.

Maite queda recostada en las escaleras. Su agresor no tiene demasiada prisa, se siente seguro. Limpia el arma en el anorak de su víctima, no se interesa por sus joyas pero se lleva el bolso no sin antes dejar una huella de zapato.

Maite de Diego regenta un gimnasio con su marido muy cerca del parking. Al ver que pasa el tiempo, su marido, Ruperto, decide ir a buscarla. La encuentra muerta en las escaleras de la quinta planta.

La reacción de Juan José después del segundo asesinato es similar a cuando hizo el anterior. Lo primero que hace es ir al mismo cajero al que fue tras matar a Mª Ángeles, pero no consigue sacara dinero. Nervioso, entra en la estación de los Ferrocarriles Catalanes, ese es su gran error. Las cámaras de seguridad captan sus movimientos. El presunto asesino entra en la estación de Padua. El sospechoso tiene una coronilla incipiente y lleva una chaqueta con hebillas. Una segunda cámara capta el mejor de sus ángulos, una imagen bastante nítida de frente.

En otro fotograma se ve al mismo individuo avanzando por al andén. El sospechoso está indeciso, va y viene por los andenes hasta que decide volver a la calle. En todo momento revisa la cartera que leva en las manos. Prueba con una segunda tarjeta pero es de de la tienda de ropa Zara.

Tras la pista de un asesino en serie

Los fotogramas no son del todo claros pero la policía inicia el puerta a puerta. Enseñan a todos los vecinos la foto para saber si alguien logra aportar alguna víctima. En cualquier momento puede aparecer la siguiente víctima.

La existencia de estos fotogramas hace enloquecer a las redacciones de los medios de comunicación. Obtener la foto puede convertirse en la exclusiva del año. Mientras, el jefe de homicidios apuesta fuerte por un lugar. El bar Bare Nostrum, el sitio donde el agresor se citó con el marido de la primera víctima.

El 27 de enero, Juan José entra en el pub. Cuando sale, le piden la documentación. Él la da sin problemas aunque pregunta la razón. La policía le dice que por una pelea cercana. Ya han localizado a la persona, con nombres y apellidos.

Han pasado 24 días desde la muerte de Mª Ángeles y 8 desde que murió Maite. La policía tiene un sospechoso claro y la presión mediática es brutal, tanto, que precipitan la detención, interceptando el vehículo en el que iba con su madre. La policía respira tranquila porque ha evitado lo que más temía, una tercera víctima.

Al registra su habitación, se quedan estupefactos con la cantidad de evidencias que había en el caos de su habitación. Folletos de propaganda del gimnasio de la segunda víctima; grilletes no originales que se venden en sex shops; periódicos con artículos de los crímenes del Putxet; escrito con bolígrafo, la palabra secreto, secreto, secreto. Todas las pruebas le incriminan, son muy concretas.

Se niega a declarar también ante el juez que instruye el caso. La presión es muy fuerte.

Una vez identificado comparan su nombre con el listado de propietarios y arrendatarios del parking y descubren que sólo un año antes había alquilado una plaza de moto allí. Ya tiene una conexión entre el sospechoso y el parking.

Vuelve a entrar. No ha conseguido sacar un céntimo. Regresa a los andenes y continúa manipulando al cartera de Maite. Las cámaras le pierden de vista cuando entra en un tren. Cuarenta minutos más tarde, la policía detecta movimientos en la tarjeta de Maite desde un banco del centro. Una cámara interior de un cajero lo registra caminando la hacia la Plaza Cataluña. Aparece al lado de una moto revolviendo la cartera justo delante de otra oficina bancaria. Ya tienen al homicida grabado desde todos lo ángulos ahora falta ponerle nombre y apellidos.