El mordisco que inculpó a Serafín Cervilla como asesino de Marina Ruiz, tras llorar por los platós de televisión

El asesinato de Marina Ruiz en 1999 es de esos que permanecen durante décadas en el recuerdo colectivo. Lo que parecía un suicidio de una joven de 24 años en Cervera (Lleida) era en realidad un crimen brutal a manos de su pareja, Serafín Cervilla. El afligido novio de 28 años recorrió los platós de televisión reclamando justicia. Fue una prueba odontológica lo que permitió confirmar las sospechas de los Mossos d'Esquadra. Serafín había matado Marina y le dejó un fuerte mordisco en el pecho.

La serie de true crime 'Crims' vuelve este lunes a TV3 con cuatro nuevos casos, el primero de ellos es el de Marina Ruiz. El espacio presentado por Carles Porta consiguió que se reabriera la investigación por el crimen de Helena Jubany o la identificación del cadáver de la chica de Portbou.

El cuerpo de Marina fue encontrado el 15 de febrero de 1999 en las vías del tren junto al polígono industrial donde trabajaba. Parecía un suicidio o un atropello, pero los mossos descartaron la hipótesis tras el levantamiento del cadáver, debido a la agresividad que presentaba el cuerpo.

20 golpes en el cráneo y una profunda mordida

Los investigadores hallaron una veintena de golpes en el cráneo y marcas de estrangulamiento en el cuello. En el pecho izquierdo de la joven, que estaba desnuda, encontraron una profunda mordida. También encontraron sangre cerca de las vías, lo que demostraba que alguien había movido el cuerpo para colocarlo encima de los raíles. A 100 metros del punto del arrollamiento, localizaron una barra de hierro con sangre y pelos.

La autopsia desveló que con la barra de hierro el asesino había simulado una violación. A partir de ahí, la policía sospechó que el asesino había intentado dejar pistas falsas. La policía sospechó que el asesino era alguien del entorno cercano de Marina debido ya que la agresividad que presentaba el cuerpo era compatible con un ataque de ira.

Los mossos sospecharon en un primer momento de Serafín Cervilla, su novio. Según el entorno de la pareja, la pareja había discutido el fin de semana previo al crimen, cuando Marina le confesó que se veía con otro hombre. Los testigos también definieron a Cervilla como una persona muy celosa.

Cerco a la pareja de Marina

Tomaron declaración a Cervilla y levantó sospechas cuando mandó a callar a sus hermanos en la sala de espera ante la sospecha de que lo estuvieran escuchando. .

El análisis de la barra de hierro no aportó huellas concluyentes. Las cámaras de seguridad de una nave cercana captaron cómo la víctima se acercaba a hablar con una persona en aquella zona apartada. El hecho de que la chica actuara con familiaridad, pese a ir sola y de noche, también estrechó el cercó policial sobre Cervilla.

Otro indicio se produjo durante un homenaje a Marina, cuando Cervilla estuvo a punto de depositar un ramo de flores en el punto exacto del asesinato, que sólo conocían el asesino y la policía, pero se lo pensó y lo depositó a 100 metros de distancia. A finales de los 90, los investigadores no podían contar con la localización de los teléfonos móviles para saber si Cervilla estuvo en el lugar y hora del crimen.

Prueba similar a las huellas dactilares

En paralelo, Cervilla acudió a programas de televisión para exigir justicia. En una de sus muchas apariciones, el novio de Marina contó al taxista que le acompañó al plató detalles del crimen que sólo podía saber el asesino. Pese a que todos los indicios apuntaban al novio, los Mossos no lograban obtener ninguna prueba concluyente.

Así que pensaron en una prueba que no tenía antecedentes en España. Pidieron a Cervilla que se sometiera a una prueba odontológica para sacar un molde de sus dientes. Lo consiguieron pese a que la defensa de Cervilla lo impugnó y el resultado fue demoledor. El sistema de verificación similar al de las huellas dactilares requería al menos ocho puntos de coincidencia para verificar su identidad y hallaron 12 puntos de coincidencia.

Seis meses después del crimen, Cervilla era detenido. La Audiencia de Lleida lo condenó a 36 años de cárcel por un asesinato en el que subrayó la "especial brutalidad" con que había actuado Cervilla.