La cara B de la fama: vivir menos y pagar un precio muy alto

  • La fama repentina puede provocar expectativas con consecuencias parecidas a la adicción

Hay famosos muy famosos, que de la noche a la mañana, se encierran en una vida normal alejados de los focos, hartos de los oropeles y sepultados por la agobiante persecución mediática. Hay otros a los que la fama les dura 15 minutos para después caer en el más doloroso de los anonimatos. ¿La fama mata? Algunos estudios lo dicen. En lo que sí coinciden los expertos es en que la fama dura un respiro y “tiene una cara B que no es ni tan gratificante y por la que se paga un alto precio”.

La especialista en psicoterapia, Laura Quijano, de la Asociación Nosotras Mismas y el también psicólogo Javier Torres Ailaud repiten la misma palabra para definirla: “Efímera” y mejor saberlo para disfrutar sus halagos y sobrevivir a sus consecuencias. Para la psiquiatra María Soledad Humbert, de CdN200, "la fama no es un fin en sí misma, sino que está íntimamente asociada al beneficio económico. Y este es un reforzador excepcional de cualquier conducta humana."

¿Es bueno ser famoso?

“En una edad temprana tener todas las necesidades cubiertas cuando todavía no te has formado crea una necesidad de estar constantemente de buscar necesidades nuevas y esta búsqueda puede llevar adicciones o a la sensación de una insatisfacción constante que es muy dañino emocionalmente”, explica Quijano.

La fama puede ser 'adictiva', sobre todo para personas que tengan necesidad de aprobación

Conocidos son los casos de las exprincesas Disney, Demi Lovato y Selena Gomez, el precoz Justin Bieber, todos con un historial de excesos y depresiones. Pero también hay famosos más veteranos, como Jim Carrey, Robin Williams o Bruce Springteen que viven desasosiegos y pozos mentales. ¿La fama enferma? ¿Llena tanto que después solo queda el vacío?

“Las personas más jóvenes encumbradas de la noche a la mañana no están preparadas para ser famosos, madurativamente para enfrentarla, porque la presión es muy alta. Para mantener la fama quizá tienen que mantener un determinado físico, un determinado estilo de vida. Es como una dependencia de que siempre me vean bien con la presión de que si no es así puedo no ser objeto de interés, o de ser desplazado provocando baja autoestima o sentimientos de que no sirvo para nada “, explica el psicólogo Javier Torres Ailaud, Decano del Colegio Oficial de Psicología de las Islas Baleares.

La psiquiatra María Soledad Humbert, del Centro Médico Teknonopina que la fama puede ser 'adictiva', sobre todo para personas que tengan necesidad de aprobación. Pensemos que a todos nos gusta recibir elogios, tanto es así, que casi siempre los aceptamos con una levísima autocrítica, aunque dicho elogio sea recibido de un adversario. La fama puede otorgar un barniz de autoestima elevada que fácilmente se quebrará en ausencia de la misma. Y es muy posible que con su conducta el “exfamoso” busque recuperarla… ¿de qué manera? Cada uno es cada cual, pero casi siempre será un intento desesperado y patético de reconquistarla.

Sin embargo, a cualquier edad la sobreexposición mediática y la pérdida de espacios íntimos” puede ser un detonante para trastornos o enfermedades mentales, sobre todo en personas con predisposición genética.

La falta de intimidad física, el no tener una parcela y estar constantemente observados por el exterior llega a agotar

“En personas que sí les ha llegado su fama con el esfuerzo y más tardíamente creo que se llegan a agotar por el hecho de querer dar la imagen de brillo constante, de dar una imagen de 10; eso llega a minar, porque es una imagen ficticia.¡ No es real! subraya Quijano. Y por otra parte está “la falta de intimidad física, el no tener una parcela y estar constantemente observado por el exterior llega a agotar”.

La psiquiatra María Soledad Humbert habla de la existencia de "factores de personalidad" que predisponen "a que la fama, el éxito o el dinero no sean beneficiosos para aquel que los recibe; la inmadurez emocional, la dependencia, la autoestima baja", son algunos. "Pero también existe el efecto del halago que emitido por el público, medios de comunicación y el entorno “cortesano” del famoso, lo reintoxican acerca de su propia importancia, pierda la autocrítica y también la percepción de su valía real."

“En cuanto a trastornos mentales es lo mismo; el estrés que puede suponer a un artista los conciertos o la presión que se puede poner desde escribir a un libro o hacer una película, demasiada autoexigencia puede ser de detonante a ciertos trastornos”, dice la especialista de Nosotras Mismas.

Sin embargo, Humbert, rechaza que los famosos sufran más enfermedades mentales que el resto de los anónimos mortales y habla de cómo los trastornos de este tipo se distribuyen "democráticamente entre la población en general".

"La prevalencia de los trastornos más comunes es alta, depresión (entre el 8 y el 15%), trastornos de ansiedad (5%), trastornos bipolares (alrededor del 1%) o incluso trastornos psicóticos (superior al 1%) por lo que cualquier persona puede sufrirlas. Por ejemplo, la actriz Catherine Zeta-Jones reconoció en 2011 que sufría un trastorno bipolar. Esta enfermedad tiene una base genética y una patofisiología bioquímica que nada tiene que ver con el hecho de ser una actriz famosa. "No hay estudios que comparen la prevalencia de trastornos psiquiátricos entre población general y “población de famosos”. La diferencia radica en que nos enteramos cuando algún famoso padece alguna enfermedad pues su vida personal casi nunca es 'privada'.

"La fama es efímera y es mejor preparar un final de ciclo"

Hay famas que duran toda la vida, como la de Michael Jackson o la de Raphael; hay famas como la de Marisol y el escritor J.D Salinger que siguen siendo famosos, incluso a pesar de ellos mismos; también hay famosos breves, al decir de Andy Wharhol. Estos últimos son la mayoría, aupados por el resplandor y el brillo de las miradas, les hacemos creer y nos creemos que la fama es ese estado de beatitud y realización, donde tienes “el aplauso asegurado”.

Sin embargo, la fama es corta, "efímera" y “es mejor "preparar un final de ciclo", asegura Javier Torres Ailhaud. Cada vez se ve más, sobre todo en los futbolistas que cuando sienten que sus capacidades físicas no son las mismas y que se acerca la retirada del deporte activo estudian una carrera, se abren a la posibilidad de “ser entrenador”. Es decir, buscan una alternativa para no caer en un vacío después de un largo periodo de exigentes entrenamientos o competiciones. Lo que el psicólogo forense define como “preparar un final de ciclo”.

Todos quieren ser famosos porque la sociedad fomenta que ser famoso significa tener dinero, amigos, lujos. Y ese mensaje quizá se debería cambiar porque es dañino

Las consecuencias de la pérdida del estatus de famoso pueden ser trágicas "si la autoestima de la persona se ha basado en el hecho de ser famoso, la pérdida de la misma representará una situación de duelo, que a su vez se manejará de peor o mejor manera, en función de las fortalezas psicológicas del sujeto. También hay que considerar que la pérdida de la fama conlleva otras pérdidas, subraya la psiquiatra del centro CdN 200, como son la "merma económica, desaparición de los aduladores, enfrentamiento a un nuevo estilo de vida, reinvención de uno mismo, el ejercicio de otro trabajo. Como en cualquier situación de cambio, suele haber un período de zozobra que puede resolverse de forma positiva o dramáticamente negativa."

La mortalidad de los famosos

Los anónimos envidian el brillo de la celebridad, pero ignoran que la fama mata antes. Lo dice un estudio realizado por investigadores, de las universidades australianas de Queensland y New South Wales, que analizaron un millar de obituarios publicados en The New York Times, entre 2009 y 2011 de cantantes, actores y músicos, así como también aquellos que se destacaron en el ámbito deportivo. El estudio reveló que estos murieron a edades más tempranas que el resto de los mortales, a los 77 años, como promedio.

¿Son estas las razones por las que todos queremos ser famoso? “Por lo que eso significa. Esos son todos los mensajes que están recibiendo los niños y los adolescentes. Todos quieren ser famosos porque la sociedad fomenta que ser famoso significa tener dinero, amigos, lujos. Y ese mensaje quizá se debería cambiar porque es dañino", afirma Torres Ailaud.

"Todo el mundo quiere ser famoso, porque “creemos que la fachada es la realidad, y la fachada en la que todo funciona muy bien. Nos creemos que los famosos no tienen problemas y nos sorprende que un actor como Robin Williams se suicide. Si nos parecía completamente feliz. Los famosos son famosos, pero eso no significa que sean felices. Tienen sus propios problemas como todos."

“La fama hay que dosificarla”

Dosificar la fama o lo que Laura Quijano, especialista en psicoterapia en la Asociación Nosotras Mismas le llama “tomarse un respiro”, para no terminar abducido por ella en una especie de dependencia. Algunos famosos empiezan a hacerlo, el último Pablo Alborán, que ha decidido poner un poco de distancia.

"Muchos famosos hacen esos periodos de respiro, de reflexión a ver qué pasa sin exponerse a los medios. Hay que dosificarla se puede aprender a estar sin ella. La persona que está viviendo la fama puede tener momentos en los que le asalte el miedo a no valer lo suficiente, o a no dar la talla para su público."

"Se tiende a magnificar una situación que tiene una cara B que hay que gestionar. Debido al desconocimiento mucha gente genera unas expectativas irreales que tienden a pensar que la fama es algo maravilloso, fácil, sin esfuerzo; que la fama tiene una parte gratificantes, por supuesto, pero también una menos, que es la que se descubre luego".