Fabián Pérez, en cuarentena desde su casa a falta de saber si tiene o no coronavirus: "Hay que mantener la mente distraída"

  • Fabián estuvo en Italia y ahora está en casa viviendo la cuarentena a falta de saber si tengo o no coronavirus

  • Lleva seis días recluido y cuenta lo que está aprendiendo de la cuarentena

  • "He aprendido ahora a valorar más la libertad"

Salgo de Italia el lunes 24 de febrero. Lo hago resfriado. Viajo al lugar más infectado por el coronavirus de Europa. Regreso a España el miércoles por la noche. Todavía resfriado. Llamo al 112 y al 061. "Si hubieras estado en Badajoz, te pediría que siguieses con tu vida; pero como vienes de Lombardía, tienes que quedarte en casa". Empieza mi cuarentena. He salido solo en una ocasión: a la farmacia y al supermercado. A escasos cien metros de mi casa. Rápido, con mascarilla y las manos desinfectadas.

Me recluyo en mi piso compartido. Y ahora, ¿qué? "Cabeza, rodilla, muslos y caderas", dice la última canción de Residente ‘René’. Un ensayo sobre la soledad que habla de un protocolo, de una monotonía. Un ritual, que he escuchado estos días varias veces, de alguien que quiere volver atrás; al pasado: a su casa. Escuchado por alguien que no puede salir de la suya.

Hay que mantener la mente distraída. Llamo a mi padre cada día para decirle que estoy bien. Él se lo cree y, para mí, es lo más importante. Pero el día tiene 24 horas. Un tiempo en el que espero una llamada que me diga que mi prueba del coronavirus ha dado negativo. Un tiempo en el que tengo que matar el aburrimiento. Y en el que tengo que sacar partido a estas cuatro paredes.

Me levanto sobre las 09:00 -sí, estos días me permito dormir un poco más- y me pongo al día. Noticias del coronavirus en España. Noticias del coronavirus en Europa. Noticias del coronavirus en el resto del mundo. No estoy desesperado, tampoco nervioso. De hecho, si de verdad tengo el coronavirus, he de decir que me esperaba bastante más de esta epidemia. Quizás pequé de insensato con esta afirmación, pero tengo muy claro que a la vida hay que mirarla a los ojos. Y, sobre todo, no exagerar. Por ello, como periodista, creo que debo decir la verdad siempre: no he sentido más síntomas que los que pueda provocarme un resfriado.

Pero hago más cosas. Leo al que han denominado 'El nuevo Camilleri': Antonio Manzini, autor de novela negra ambientada en Aosta y el norte de Italia. Para que luego digan que el destino no es caprichoso. Ya voy por el tercer libro. Enganchan y, sobre todo evaden. La saga del subjefe Schiavone, apunten. Además de leer por amor al arte, también lo hago en clave pedagógica. Repaso los apuntes de árabe, porque estoy faltando a clase y no quiero perder detalle del condicional ni del imperativo.

También evade el ukelele. Un regalo de Navidad que, por trabajo, había aparcado en los últimos tiempos y que ahora he podido desempolvar. Rasgar las cuerdas relaja. Sentirte útil y progresar entre acordes te recuerda que no estás aparcado, y aleja cualquier idea que invite a sentirse oxidado.

Vivo en un noveno. Tengo un parque al otro lado de la ventana y no veo el momento de calzarme las deportivas y salir a correr a todo lo que den los pulmones y las piernas. Insisto, no estoy agobiado. Pero he aprendido a valorar más la libertad. ¿Sabes ese domingo en el que no quieres salir de casa? Creo que pasarán muchos domingos hasta que decida recluirme por propia voluntad.

Entremedias también me alimento de lo que se podría denominar un menú bélico: amortizando lo que me quedaba en casa y lo que pude comprar cuando pensaba que esto sería cuestión de 48 horas como mucho. Y ya van seis días. También duermo y veo fútbol. Nacional e Internacional. E interactúo en las redes sociales. Mucha gente me manda apoyo, empezando por mis compañeros de 'Todo es mentira', donde cuento mi experiencia cada día por videollamada. Aunque no es lo mismo. Me apetece coger un micro. Ser yo quien haga las preguntas y no responderlas. ¿Defecto profesional? Muy probable. Estoy seguro de que este es el único virus que me invade: el del amor por mi trabajo.

Estoy a punto de poner un pie en la calle. Lo sé. Quizás no soy todo lo paciente que debería, lo admito. Pero sé que nuestros profesionales sanitarios trabajan a pleno rendimiento y soy comprensivo con ello. He aprendido que esto no deja de ser un problema del primer mundo y que se pueden hacer muchas cosas en cuarentena. Pero también he aprendido que, aunque uno pueda hacer lo que le dé la gana entre cuatro paredes, no eres plenamente libre si no te queda más remedio que leer estas líneas desde tu casa. Probablemente, mientras repasas la lista de las cosas que puedes hacer mañana. "Cabeza, rodilla, muslos y caderas".