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El gusanillo de saltar en paracaídas hace tiempo que me venía picando. Esta era una de esas experiencias que quería vivir al menos una vez en la vida, pero siempre había un par de cosas que me hacían posponerlo todo el rato.
Por un lado, me apetecía hacerlo en grupo, pero nadie en mi entorno se animaba, y por otro, también le di muchas vueltas al sitio, dónde hacer el salto. Buscaba un lugar que me diera absoluta confianza. Entonces un mensaje de mi hermano hizo que dejara de posponerlo.
Un día mi hermano me mandó una foto lanzándose en paracaídas. Su salto me pareció tan alucinante que ya no podía esperar más, tenía que vivir esa experiencia por mí misma y me decidí en ese preciso instante.
La noche antes del salto estaba tan emocionada que no podía dormir. Saber que vas a hacer algo tan fuerte con demasiadas horas de antelación me tuvo el día anterior dando vueltas por casa deseando que el tiempo pasara más rápido. ¡Y por fin llegó el gran día!
Al llegar al aeródromo esperaba estar nerviosa, pero no. Eso sí, se me pasó varias veces por la cabeza la idea de que igual era una loca inconsciente. Menos mal que en Skydive Lillo enseguida me transmitieron mucha confianza desde el primer instante que puse un pie allí.
En el ambiente había una combinación perfecta y equilibrada de profesionalidad, locura y tranquilidad. Todos los que se tiraban antes que yo bajaban con una sonrisa en la cara y los instructores no dejaban de bromear, quitándole hierro al asunto. Sentido del humor como herramienta para liberar tensiones. ¡Fan!
Con todo el kit puesto practiqué con mi instructor la postura que debía tener durante el salto y la posición de las piernas en el momento del aterrizaje. Arnés colocado (y bien apretado), postura ensayada y para arriba.
Una vez dentro de la avioneta me dijeron que yo sería la primera en saltar del grupo que habíamos subido. ¡Genial! Tenía tantas ganas que solo quería hacerlo ya. Primero viene la caída libre a 200km/h a 4.000 metros de altura, ¡brutaaaaaaal!
Lo que sientes es una excitación que no se puede comparar con otra cosa, adrenalina, euforia y una inmensa sensación de libertad. Lo único malo es que sin darte cuenta enseguida llega el momento de sacar el paracaídas. Lo bueno, que ese rápido ascenso resulta increíble, el último momento de adrenalina antes de que llegue la calma.
Con el paracaídas abierto el cambio es drástico, un contraste de sensaciones en décimas de segundo, pasas de la euforia a la paz más absoluta, el silencio... Bueno, en mi caso, mi instructor le puso un poco de banda sonora al momento, aunque ya ni recuerdo que canción cantaba. Quizá la parte más dura llega al final, el aterrizaje, en el que debes llevar las piernas bien en alto para que el instructor pueda controlar sin problemas la llegada al suelo, con su culada correspondiente.
Todo pasó tan rápido, unos 60 segundos, que al bajar sólo pensaba en repetir para vivirlo todo de nuevo. Ha sido sin duda una de las experiencias más increíbles que he vivido, imposible compararlo con otra cosa. Lo recomiendo al 100%.
¡En este vídeo puedes ver mi salto!
Desde el día previo al salto no puedes consumir alcohol ni ningún tipo de droga.
Tómatelo con calma, para el gran momento estarás en torno a dos horas esperando en el aeródromo.
Llevarte algo de picar y de beber puede ser una buena opción, a no ser que se te cierre el estómago de los nervios.
Los precios varían en función de lo que quieras, sólo salto, salto con vídeo o salto con vídeo y fotos... Más o menos te saldrá entre 200 y 300 euros.
En el caso de la empresa con la que yo salté, puedes hacer una preserva si no tienes claro el día y pagar el resto el día que vayas a saltar, y también puedes pagar a través de la web.