El iPhone y la paradoja Trump: cómo un símbolo global puede encarecerse un 43% por el proteccionismo

El iPhone, emblema de la innovación y símbolo de Apple, se ha convertido también en un ejemplo perfecto del coste real de las políticas proteccionistas impulsadas por Donald Trump. Su fabricación es un viaje global: diseñado en Cupertino, California, sus componentes proceden de todas partes del mundo. Los chips llegan desde Taiwán, las pantallas y baterías desde Japón y Corea del Sur, y el giroscopio desde Europa central. Finalmente, se ensambla en China con minerales extraídos de cuatro continentes.

En total, más de 200 empresas de 40 países participan en la creación de un solo iPhone. Es un engranaje global que no solo permite eficiencia y calidad, sino que también representa un modelo de cooperación internacional que favorece la estabilidad y la paz.

El impacto del precio sobre el consumidor

Sin embargo, las políticas arancelarias que buscan “americanizar” la producción podrían romper este equilibrio. Si Apple tuviera que fabricar el iPhone íntegramente en Estados Unidos y trasladara los costes al consumidor, el impacto sería inmediato: el modelo más básico, el iPhone 16e, podría pasar de 599 a 856 dólares. El más avanzado, el iPhone 16 Pro, alcanzaría los 2.300 dólares, frente a los actuales 1.599.

El mensaje es claro, en un mundo interconectado, cerrar fronteras no solo encarece productos, sino que también encierra riesgos para la colaboración global que ha hecho posibles tecnologías como el iPhone.

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