Ahorro

¿Cuánto cuesta el agua del grifo que bebemos? Todas las tarifas que pagamos sin saberlo

El agua, al igual que la electricidad, tiene costes ocultos que desconocemos
No toda España paga igual por el agua que sale del grifo.. Pixabay
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El agua corriente es el recurso más básico en cualquier hogar, pero su precio no es tan sencillo como abrir el grifo y pagar un importe uniforme. El coste final depende de múltiples factores que varían de una ciudad a otra, lo que genera enormes diferencias entre territorios.

Lo que en algunas localidades supone un gasto asumible, en otras se convierte en una carga económica difícil de justificar.

Un análisis llevado a cabo por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha revelado un panorama desigual. Los españoles no solo pagan cantidades muy distintas por el mismo volumen de agua, sino que además deben enfrentarse a recibos complejos, llenos de conceptos poco claros y estructuras tarifarias que dificultan comprender qué parte corresponde realmente al consumo.

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Diferencias evidentes en las tarifas

Uno de los grandes problemas es que cada municipio establece sus propias reglas. Los conceptos básicos que aparecen en las facturas incluyen el suministro —captación, potabilización y distribución—, el saneamiento y la depuración de aguas residuales. A estos se suman cánones autonómicos o provinciales que encarecen aún más el recibo.

En promedio, el 54% del importe se destina al suministro, un 45% al saneamiento y apenas un 1% al contador, aunque en la práctica estas proporciones varían según la localidad.

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Lo llamativo es que el diseño de las tarifas no siempre logra fomentar el ahorro. En ciudades como Murcia, San Sebastián o Madrid se da la paradoja de que el precio por metro cúbico puede ser más bajo cuanto mayor es el consumo, lo que contradice el objetivo de penalizar el despilfarro.

La razón principal es el peso excesivo de los costes fijos, que perjudican especialmente a familias con bajo consumo o a viviendas vacías durante gran parte del año.

Lectura de la imagen comparativa

La tabla de tarifas según consumo refleja claramente la desigualdad existente. En Guadalajara, un hogar medio que gasta 175 metros cúbicos al año paga 164 euros, mientras que en Barcelona el mismo consumo se dispara a 520 euros.

Otras ciudades como Alicante, Palma, Huelva, Lérida, Tarragona y Cádiz superan la barrera de los 400 euros, evidenciando una brecha difícil de explicar por diferencias en disponibilidad de agua.

Localidades como Valladolid, Badajoz o Málaga aplican cuotas mucho más bajas, lo que genera una sensación de inequidad entre ciudadanos que reciben un mismo servicio básico.

Estas diferencias no se justifican únicamente por cuestiones de infraestructura o recursos hídricos, sino también por la política tarifaria y el reparto de conceptos entre parte fija y variable.

El sistema de bloques y sus limitaciones

La mayoría de ciudades aplica un esquema de bloques de consumo. En teoría, los primeros metros cúbicos se cobran a un precio reducido porque se consideran esenciales, mientras que los bloques superiores se encarecen para desincentivar el derroche.

El problema aparece cuando no se adapta el sistema al número de personas que habitan en una vivienda. Un hogar de dos personas y otro de siete pueden caer en bloques tarifarios muy diferentes pese a que su consumo por persona sea similar.

Ciudades como Cáceres cuentan con hasta ocho bloques, mientras que Pamplona y San Sebastián optan por tarifas lineales. La falta de homogeneidad complica cualquier intento de comparación, y en muchos casos el efecto disuasorio del derroche se diluye, pues los altos costes fijos compensan el consumo elevado.

Subidas y bajadas recientes

Desde 2020, la factura media ha aumentado un 2,2% a nivel nacional, aunque con importantes diferencias por municipios. Bilbao ha registrado un incremento del 16% y Vigo del 15%, mientras que en Barcelona la subida ha contribuido a consolidarla como la ciudad con el agua más cara de España.

Por el contrario, en algunas ciudades andaluzas se han aplicado rebajas temporales al suprimir el canon autonómico, lo que ha reducido notablemente el importe.

Costes fijos elevados y falta de incentivos

El peso de los costes fijos es uno de los principales problemas señalados por la OCU. En ciudades como Vigo, Tarragona, Ceuta o Barcelona, las viviendas pagan más de 150 euros al año solo por disponer del servicio, sin importar el nivel de consumo.

En cambio, en Guadalajara, Valladolid o Málaga la parte fija ronda los 20 euros, lo que permite que los hogares que ahorran agua se beneficien de ello en la factura final.

Este diseño poco equilibrado penaliza a los usuarios más responsables y desalienta la eficiencia. Además, genera la paradoja de que, en algunos casos, el metro cúbico resulta más barato para quienes consumen más, un escenario contrario al objetivo de preservar un recurso cada vez más escaso.

Bonificaciones que no resuelven el problema

Existen tarifas sociales o descuentos para colectivos vulnerables, pero su alcance sigue siendo limitado. Muchas ciudades no aplican bonificaciones para familias con bajos ingresos, y en las que sí existen, el ahorro no siempre resulta suficiente.

En Barcelona, por ejemplo, un hogar vulnerable con un descuento del 29% sigue pagando 369 euros anuales por 175 metros cúbicos, más del doble que en Guadalajara, donde no hay descuentos.

En definitiva, el debate sobre cuánto cuesta el agua del grifo que bebemos no solo es económico, también social y ambiental.