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Un economista alerta del impacto de la subida de las pensiones: "No logra neutralizar la pérdida de poder adquisitivo"

Pensiones
La pensión del sistema media se situa en torno a los 1.316 euros mensuales. Pixabay
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La revalorización de las pensiones para 2026 es ya una realidad. La confirmación oficial de una subida general del 2,7% va a afectar a más de 10,4 millones de pensiones contributivas y a más de 728.000 pensiones de Clases Pasivas del Estado.

En la práctica, el incremento se aplicará en las nóminas de aproximadamente 9,4 millones de pensionistas a partir del mes de enero.

Este ajuste se enmarca en el sistema de actualización vigente desde la aprobación de la Ley 21/2021, que vincula directamente la revalorización de las pensiones al IPC medio interanual.

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El objetivo es evitar que la inflación erosione los ingresos reales de los pensionistas. No obstante, el impacto efectivo de esta subida dependerá de cómo evolucionen los precios a lo largo del próximo ejercicio y de qué partidas concentren los mayores incrementos.

Cómo se calcula la revalorización de las pensiones

El porcentaje aprobado para 2026 se obtiene a partir del IPC medio de los doce meses comprendidos entre diciembre del año anterior y noviembre del año en curso.

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Este indicador, ya publicado de forma definitiva, sitúa la inflación media en el 2,7%, cifra que se traslada automáticamente a las pensiones contributivas.

Este sistema aporta previsibilidad, pero también limita el margen de mejora real cuando la inflación se concentra en bienes esenciales. La actualización garantiza estabilidad nominal, aunque no siempre asegura una ganancia efectiva en términos de capacidad de compra.

Qué supone el aumento en cifras concretas

En términos medios, la pensión del sistema, situada en torno a los 1.316 euros mensuales en 2025, aumentará unos 35 euros al mes, lo que equivale a cerca de 490 euros adicionales al año.

La pensión media de jubilación registrará un incremento superior, con más de 40 euros mensuales, alcanzando un aumento anual próximo a los 570 euros.

Diferencias según el tipo de pensión

El impacto varía en función de la prestación. Las pensiones de jubilación alcanzarán una media cercana a los 1.552 euros mensuales en 2026.

Las pensiones por incapacidad permanente se situarán en torno a los 1.244 euros, tras un incremento medio de algo más de 32 euros al mes.

En el caso de la viudedad, la cuantía media se elevará hasta los 962 euros mensuales, con una subida aproximada de 25 euros.

El contexto de precios como factor clave

El análisis del efecto real no puede desligarse del comportamiento del IPC. En los últimos meses, algunos componentes han mostrado una evolución moderada, mientras que otros siguen registrando tensiones significativas. Vivienda y energía continúan siendo los principales focos de presión, con incrementos muy superiores a la media general.

En este contexto, el economista Carles Méndez-Ortega señala que el impacto de la subida será desigual. Desde su perspectiva, “si la inflación se mantiene por debajo del 2,7%, los pensionistas podrían ganar algo de capacidad de compra”, aunque advierte de que, si los precios superan ese nivel, “el incremento actuará sobre todo como un mecanismo para evitar pérdidas, sin generar una mejora clara”.

Alimentación, energía y vivienda: efectos distintos

Al analizar los gastos cotidianos, se observa una diferencia clara entre partidas. En alimentación, donde los precios han aumentado alrededor del 2,4%, “la subida aprobada cubre prácticamente el encarecimiento de la cesta básica”, lo que permite absorber el impacto sin deterioro significativo del presupuesto.

Sin embargo, en otros ámbitos esenciales la situación es distinta. “En energía y vivienda, con repuntes interanuales que se mueven entre el 7% y el 8%, la revalorización queda claramente por debajo y no llega a compensar el aumento del gasto”, lo que reduce el efecto real del incremento en estos hogares.

El peso de la inflación acumulada

Otro elemento determinante es la inflación acumulada de los dos últimos años. Aunque el sistema de actualización protege parcialmente los ingresos, “no logra neutralizar por completo la pérdida de poder adquisitivo acumulada”, especialmente entre quienes viven en alquiler o dependen de suministros energéticos elevados.

Esta realidad limita el alcance práctico de la subida, incluso en un escenario de estabilidad general de precios.

Estabilidad más que mejora tangible

La percepción dominante es que el incremento aportará continuidad más que un avance significativo. “La mayor parte del aumento se verá absorbida por los precios”, lo que permitirá mantener el nivel de vida, pero sin un salto apreciable en el bienestar económico.

La revalorización cumple así una función defensiva frente a la inflación, más que un impulso real del poder adquisitivo.

Qué hacer para gestionar el aumento

Desde una perspectiva práctica, se aconseja utilizar este incremento con prudencia. “Revisar los gastos fijos, renegociar suministros cuando sea posible y destinar una pequeña parte del aumento a un colchón de ahorro” son medidas que pueden ayudar a amortiguar imprevistos.

También subraya que “comparar precios en alimentación y energía sigue siendo una de las decisiones con mayor impacto real en el presupuesto mensual”.