Álvaro Bilbao, neuropsicólogo infantil: "Seguramente nuestros hijos nos juzgarán más por ser permisivos que por ser autoritarios"
Se cumple el 10º aniversario del best seller 'El cerebro del niño explicado a los padres' del neuropsicólogo y doctor Álvaro Bilbai
Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: “Muchos padres aún piensan que dar afecto a un niño es una tontería"
En septiembre de 2015, un joven neuropsicólogo, padre de tres niños pequeños y formado en el hospital Johns Hopkins de Baltimore, publicaba 'El cerebro del niño explicado a los padres'. Desde entonces, el libro del Dr. Álvaro Bilbao ha sido traducido a 25 lenguas y se han vendido más de 400 mil ejemplares. Tiene una presencia constante en el Top 100 de Amazon desde hace una década y lo han convertido en uno de los libros más solicitados en educación de nuestro país. En su 39ª edición, se ha preparado una reedición del libro con un nuevo prólogo del autor, anexos y curiosidades.
La obra y la visión de Álvaro que plasma a diario en sus redes sociales, donde acumula más de 2,5 millones de seguidores, han cambiado la forma de criar y educar en la vida cotidiana, aunque siempre sin perder de vista el conocimiento científico. Sin duda, una de sus grandes virtudes es que logra, de manera cercana, acompañar el desarrollo de los niños desde la comprensión de su cerebro, sus emociones y su manera de aprender. El Dr. Álvaro Bilbao ha concedido esta entrevista en exclusiva a la web de Informativos Telecinco.
Preguntas: Ya hace 10 años (y 39 ediciones) de ‘El cerebro del niño explicado a padres’ (Plataforma Editorial). ¿Cómo ha ido creciendo y evolucionando la obra desde el año 2015?
Respuesta: Las primeras ediciones fueron un poquito más tímidas, y luego ya hubo un boom en 2016 y 2017, y ya de ahí en adelante. Poco a poco empezaron también las traducciones, y poco a poco ha ido llegando, no solamente a los hogares de muchas familias de España, sino a muchos países del mundo.
P: ¿Por qué decidiste escribir un libro sobre el cerebro de los niños? ¿Tuvo algo que ver tu paternidad?
R: Es verdad que yo ya trabajaba con niños y explicaba muchas cosas en conferencias en colegios acerca de los niños. Siempre me decían tanto compañeros como amigos y familiares que tenía que escribir un libro sobre los niños, pero siempre contestaba que quería vivir la experiencia real antes de escribir el libro. No es lo mismo decir a los padres que tienen que tener paciencia un jueves a las ocho de la tarde, después de haber bañado a sus hijos, haberles dado de cenar y haber aguantado siete rabietas cuando tienes hijos que cuando no. Hay que ver los toros desde los dos lados de la barrera para poder opinar. Cuando mis hijos eran un poco más mayores, fue cuando decidí escribir el libro.
P: Entonces, sí que te sirvió la experiencia para poder plasmarla en el libro, ¿no?
R: Sí, ya trabajaba con padres pero de alguna manera les entiendes mejor, entiendes sus frustraciones cuando tienes hijos. Yo también he perdido los nervios y he tenido que aprender muchas cosas para poder educarlos de una forma más calmada porque pensaba que era lo mejor para ellos, pero teniendo un doctorado en psicología, llevando ya 15 años trabajando como neuropsicólogo, trabajando más de 10 años como psicoterapeuta y en un momento dado me di cuenta de que necesitaba también ayuda y aprender a gestionar mi propia frustración de una manera distinta. Todo eso se refleja también en el libro y en mi forma de educar a mis hijos.
P: A veces en las redes sociales se idealiza a los psicólogos y educadores, está bien que reconozcas que eres humano y que a ti también te han surgido dificultades a la hora de educar…
R: Sí, eso me lo han dicho muchas veces. De hecho, me han llamado alguna vez “don perfecto". La verdad es que soy muy científico y muy técnico, me gusta explicar cómo se hace esto, cuál es la manera de gestionar esta situación, etcétera, un poco desde esa parte más fría, aunque luego intento ser más empático y enseño cosas sobre cómo hablar con un niño para que entienda... Pero la primera lección que debemos tener en cuenta es que no podemos fiarnos de todo lo que vemos en las redes sociales, ni siquiera de los psicólogos. Pues todos perdemos los nervios y nos sentimos más perdidos.
P: Una de las cosas que te caracteriza es considerar las emociones de los niños en la educación. Hace algunos años eso era impensable...
R: Hay veces que me pregunto incluso si estoy haciendo más mal que bien o más bien que mal, porque hay veces que los padres se pasan explicándoles las cosas a sus hijos, se pasan de ser empáticos y se les olvida que también deben ser figuras de autoridad; los niños necesitan también ese orden y esa estructura para desarrollarse de forma adecuada. Y en consulta estamos viendo a diario este problema. Es importante entender las emociones de los niños, su psicología, que piensan y sienten distintos que los adultos, pero sin perder de vista que necesitan aprender normas y límites de los padres, que es una de nuestras principales funciones y que no podemos dejar de tenerlo en cuenta. Hay que buscar el equilibrio.
P: Entiendo que hablas de la crianza positiva, ¿no?
R: Yo hablo, sobre todo, de educación en positivo, pero no me gusta poner etiquetas. Porque hay muchas muchas ramas y una de las cosas que repito en varias ocasiones en el libro es no me gustaría que nada de lo que leas en él se convierta en un dogma. Tienes que utilizar tu sentido común, intentar adaptarlo a tu familia, a tus propios valores…
P: Nos encontramos en una etapa social compleja porque muchos de nuestros padres vienen de un modelo muy autoritario y ahora encontramos un modelo de educación completamente distinto. Quizá hay que encontrar el punto medio…
R: Pues sí, la educación es un poco como un péndulo y hemos pasado de un autoritarismo muy severo, que viene de finales del siglo XIX de Inglaterra, a un modelo en el que los estudios científicos están dejando claro que estamos cayendo en la permisividad, que tampoco es la solución. Seguramente nuestros hijos nos juzgarán más por ser permisivos que por ser autoritarios y nos lo echarán en cara en el futuro.
P: ¿Qué pasa cuando los padres son demasiado permisivos a largo plazo? ¿Qué problemas va a tener ese niño?
R: Lo que vemos es que tienen dificultades para gestionar la frustración, tienen dificultades para gestionar todo lo que tiene que ver con los límites, que van desde el autocontrol hasta la paciencia, hasta la capacidad de persistencia, de luchar por las cosas que realmente queremos. En muchos casos, vemos que genera ansiedad, porque una de las cosas que más necesitamos para sentirnos seguros es tierra firme y a nivel psicológico necesitamos unos límites claros y consistentes para saber bien por dónde movernos. Es como jugar un partido de fútbol en el que no sabes las reglas y te pueden pitar una falta, pero sin saber muy bien por qué está ocurriendo. Los niños necesitan esos límites, que los padres tengan las cosas claras, que sepan dirigir a la familia, en qué momento hay que bañarse, en qué momento hay que comer, dónde nos vamos a poner, etcétera, y que no todo sea un todo vale porque ahí es donde los niños experimentan mucha ansiedad.
P: ¿Cómo se trabaja la frustración con los niños?
R: Una cosa que yo siempre digo es que es importante dejarles que se enfrenten a situaciones naturales de la vida. A veces escucho a los padres que dicen que no llevan a sus hijos al supermercado porque se aburren. Pero ese aburrimiento del supermercado es lo que hace que tu hijo sepa gestionar mejor el aburrimiento y cada vez tenga más habilidades para estar tranquilo en clase, para que pueda aguantar en un trabajo cosas que le puedan aburrir y no darse por vencido a la primera. En casa tampoco podemos evitar darles de comer algo que no les gusta, hay que ponerlo en la mesa y que se enfrenten a la situación de probarlo, comerlo, o si no se lo comen, pasar un poco de hambre. Todas esas frustraciones naturales de la vida son las que no deberíamos evitar en los niños. También es importante ser empáticos con ellos diciéndoles “sé que no te gusta mucho este pescado y entiendo que no te apetezca comértelo, pero es lo que toca hoy”. Eso es fundamental.
P: ¿En qué te suelen pedir más ayuda ahora mismo padres y madres?
R: Hay dos motivos de consulta más frecuentes, uno tiene que ver con problemas de ansiedad en los niños: niños que tienen problemas a la hora de enfrentarse a retos, a situaciones difíciles como los exámenes, porque no saben enfrentarse a un amigo que es más dominante, o porque el niño es un poquito más miedoso… Luego hay otro porcentaje muy grande de casos, quizás el mayor, que es el de las consultas sobre niños con problemas de comportamiento, que no entienden bien los límites, las normas, las faltas de respeto, etcétera. Entre medias, hay todo tipo de casos, como los problemas de sueño, problemas que tienen que ver con la retirada del pañal o con las fases evolutivas que el niño no está cumpliendo en más o menos en tiempo y los padres se preocupan. Pero, normalmente, vemos problemas relacionados con los límites y con la seguridad, y en los dos casos suele haber una tendencia a la sobreprotección.
P: ¿Qué nos pasa con la sobreprotección?
P: Sobre todo lo que nos da miedo a los padres es que nuestros hijos sufran, y tenemos que entender que el sufrimiento en pequeñas dosis, en una escala adecuada a su edad, es parte de lo que les va a hacer madurar y hacerse más resistentes y más fuertes. Cuando un niño se olvida del libro de lengua en casa, en el cole, y enseguida pedimos otro libro de lengua por whatsapp a otros padres del cole, para que nuestro hijo no se enfrente al profesor, quizá no le estamos haciendo un favor muy grande. Cuando se le cae un helado al suelo y enseguida vamos a comprarle otro, pues no le estamos enseñando precisamente a ser especialmente cuidadoso. Esas frustraciones normales tienen que formar parte de su desarrollo y nosotros estar a su lado para abrazarlo o ayudarlo a entender cómo podría hacerlo mejor la próxima vez, pero no les podemos solucionar todos los problemas.
P: Hablando de los abrazos, pones mucho énfasis en darles abrazos a nuestros hijos. ¿Qué beneficios tiene?
R: Los abrazos son muy importantes para la conexión emocional, son muy terapéuticos tanto para los niños como para los padres. Cuántas veces yo le he dado un abrazo a uno de mis hijos porque lo he visto mal y de una manera un poco velada yo era el que más lo necesitaba. Los abrazos producen oxitocina, que es una hormona, un neurotransmisor, que nos hace sentir calmados de forma inmediata y sobre todo conectados, a no sentirnos solos. Hay un refrán muy español que dice “mal de muchos, consuelo de tontos”, pero el refrán en su forma original es “mal de muchos, consuelo de todos”. Porque cuando todos los de clase hemos suspendido el mismo examen nos sentimos acompañados y eso es un gran consuelo. El estar en una situación mala pero acompañado marca la diferencia.
P: Además de los abrazos, ¿qué ingredientes necesita el cerebro de un niño para ser feliz? Aunque quizá lo primero que debería preguntarte es qué es ser feliz para ti.
R: Yo siempre digo que una de las preguntas más injustas que le puedes hacer a alguien es preguntarle si es feliz porque la felicidad es un estado de ánimo y no se puede ser feliz, igual que no se puede ser cansado, o no se puede ser triste… La felicidad es un estado de ánimo y lo normal es que ese estado de ánimo fluctúe. Tú puedes sentirte más o menos satisfecho con tu vida, puedes tener mayores o menores niveles de bienestar, pero una cosa que tenemos que entender es que va a haber momentos, horas del día, en los que no vamos a estar felices. De hecho, uno de los indicadores de buena salud mental es que los momentos de infelicidad vayan salpicando nuestra semana, de una manera más o menos fluida, es decir, que no somos una persona que estamos toda una semana, todo un mes, súper felices y luego el mes siguiente estamos muy tristes o muy enfadados.
P: Y volviendo a la pregunta: ¿qué indicadores tenemos en los niños para saber si se sienten felices?
R: Que se sientan seguros para contarle a sus padres cómo se sienten, que en algunos momentos sean capaces de decirnos que no, que tengan deseo de jugar y de explorar, bien sea solos o bien sea con amigos; que cuando les decimos que no pueden hacer las cosas, que se puedan frustrar pero que lo vayan aceptando, porque un signo de poca capacidad de gestión de la frustración es que el niño no sea capaz de aceptar esos nos de una manera más o menos adecuada. Otro indicador que observo en los niños y en las familias, es el nivel de conflicto interno del niño, es decir, que cuando le dices que no puede ir al parque de atracciones ese fin de semana, ver si lo vive como un conflicto muy grande o lo acepta. Para mí es un indicador muy grande de si el niño está bien adaptado y tiene bien integradas todas las emociones o no.
P: ¿Hay signos de que los niños están bien conectados con los padres?
R: Cuando nuestros hijos en determinados momentos se enfadan con nosotros, nos dicen que no, o nos dicen que algo no lo hemos hecho bien, es un indicador de que sienten confianza hacia nosotros. No tenemos que asustarnos cuando expresen su malestar porque a veces puede que esté pasando algo en el colegio y es bueno que tengan un lugar seguro donde expresar las cosas… El problema es cuando vemos que el niño tiene conflicto constantemente con nosotros, con los compañeros de colegio, con el profesor y consigo mismo… Ahí es donde tenemos que mirar si el niño realmente entiende bien cuáles son las cosas que puede controlar y cuáles son las cosas que no dependen de él y que tiene que confiar en nosotros.
P: ¿Y aquellos niños que son todo lo contrario, que no hablan, que son los “niños buenos”...?
R: Muchas veces pueden ser hermanos mayores que han aprendido a mantenerse a un lado porque ha llegado un hermano pequeño y han visto que su lugar era ayudar a la familia de esa forma. Eso nos indica muchas veces que los niños son muy generosos. Yo siempre digo que todos nacemos buenos y por nuestra forma de ser, por nuestro carácter, por nuestras cualidades, tenemos tareas que tenemos que aprender en la vida. El niño tímido, como yo he podido ser un niño tímido, tiene que aprender a alzar la voz, a decir que no, algo que, por ejemplo, yo y muchos adultos todavía seguimos peleando. Y unos padres que te permiten quejarte, que te escuchan cuando estás enfadado, pues es fundamental. El silencioso muchas veces es el que más tiene que decir y el simple hecho de preguntarle ya es un paso.
También tenemos que confiar en los niños y en la magia del tiempo. Muchas veces los niños que son muy tímidos, cuando llega la adolescencia y las hormonas, de repente, se empiezan a arreglar, se empiezan a cuidar, quieren quedar con amigos… Tenemos que diferenciar bien lo que es una tendencia natural, que tenemos que ir ayudando poco a poco a que salga de ahí, o algo que ya es patológico, como una fobia social, que requiere un tratamiento.