Los modelos empiezan a ser cada vez más claros. Desde hace unas semanas, se hipotetiza con la idea de que la ruptura del vórtice polar podría estar cerca. Se trata de un fenómeno que siempre tiene lugar durante el invierno, y que afecta a la meteorología de todo el mundo. Los efectos suelen ser fuertes nevadas e incursiones de aire frío polar desde el Ártico como los que tuvimos a principios de 2018, y que tanto dieron de qué hablar.
Ahora, ya se ha dado el primer paso hacia este proceso. Se trata del 'calentamiento súbito estratosférico', un aumento vertiginoso de la temperatura en la estratosfera en latitudes polares, que puede tener como consecuencia la ruptura del vórtice polar.
Este ciclón persistente a gran escala, al calentarse, se expande hacia latitudes más bajas impregnando todo de frío a su paso. Digamos que es como si la 'nevera' de la Tierra se abriera, y saliera el frío al exterior.
De momento tampoco podemos asegurar nada, pero la tendencia es que, de seguir calentándose, la ruptura podría tener lugar a mediados o finales de enero. Actualmente se sabe que la temperatura de la estratosfera media sobre el polo es más de 65°C más cálida que en una situación de vórtice polar normalmente fuerte. Esto ayuda a debilitar el vórtice polar e incluso puede hacer que se rompa en dos o más vórtices más pequeños.
Hay que insistir en que no todos los episodios de calentamiento súbito estratosférico tienen como consecuencia los mismos episodios de nevadas y heladas. Cada evento es único y depende, además, de cómo interactúe no solo a la estratosfera sino cómo ese calor afecte después a la troposfera.
Así, aún necesitamos tiempo para saber qué ocurrirá en las próximas semanas. Hay que recordar que el año pasado por estas fechas estábamos hablando de un eterno periodo de sequías. Pocas semanas después, en febrero, se producía la ruptura del vórtice polar y el inicio de un periodo de lluvias que se ha alargado hasta el fin del pasado otoño. Todavía hay esperanza.