Tres normas con sentido para que tus hijos usen menos el móvil en verano: "La tecnología no se combate con miedo"

Hay que establecer unos límites sensatos entre libertad y regulación
¿Tiene sentido prohibir el móvil en la mesa a tus hijos? Hablamos con una experta
Cuando llega el verano, también se acerca un momento crítico. Y es que, la convivencia familiar se reconfigura con los cambios de esta época del año: calor, tiempo libre y ocio digital pugnan por el tiempo y la atención de niñas, niños y adolescentes. En este escenario, la voz de la doctora Gabriela Paoli, psicóloga experta en adicciones tecnológicas y presidenta de la Asociación Nexum, nos ayuda para arrojar algo de luz y desentrañar los límites sensatos entre libertad y regulación.

1. “Primero lo real, luego lo digital”
Gabriela Paoli subraya la trascendencia de preservar espacios presenciales esenciales. “El móvil se puede usar solo después de haber realizado una actividad presencial significativa (jugar, conversar, leer, moverse al aire libre).”
Una regla que, a pesar de ser aparentemente sencilla, responde a una lógica robusta: el uso excesivo de pantallas desplaza el desarrollo de habilidades sociales, el juego libre y el ejercicio físico, todos ellos fundamentales para la salud emocional infantil. La psicóloga se ampara en investigaciones que demuestran que el tiempo frente a una pantalla correlaciona con problemas en la atención, regulación emocional y salud emocional en edades tempranas.
La formulación "Primero lo real" no solo refuerza hábitos saludables, sino que también actúa como filtro consciente: ¿realmente estoy usando el móvil para algo valioso o simplemente para llenar un vacío? Es una barrera cognitiva que incentiva la autorregulación.
2. “Pantallas con propósito claro”
Más allá de la temporalidad, es crucial definir intenciones. Paoli explica que “El móvil se usa para actividades concretas y conscientes, no para llenar vacíos o evitar el aburrimiento.”
Este enfoque, distinto del uso automático, se basa en la idea del “JOMO” —Joy of Missing Out—, es decir, la satisfacción derivada de elegir conscientemente prescindir de estar siempre conectados. Así, una hora para ver una receta, jugar, documentarse o ver una serie se convierte en un ejercicio de uso inteligente. Además sugiere hacerlo a primeras horas de la noche, lejos del momento de irnos a dormir.
La doctora María José Martínez corrobora estos efectos: “Las pantallas retrasan la hora de irse a dormir y su luz inhibe la secreción de melatonina”, generando somnolencia diurna y afectando el rendimiento escolar. Limitar el uso nocturno y con propósito explícito se alinea con esta evidencia científica y mejora descanso y estado anímico.
3. “Zonas y momentos sin móvil”
Paoli advierte del riesgo de las prohibiciones absolutas y apuesta por un marco sostenible. Su propuesta es “Establecer momentos y lugares libres de pantallas, por ejemplo las comidas, antes de dormir, actividades al aire libre...”
Ésta es una estrategia de convivencia digital que busca preservar la calidad del descanso, la atención plena y la interacción familiar. Diversos estudios indican que los niños de entre 10 y 12 años superan con frecuencia el límite recomendado de dos horas de pantalla al día, un hábito estrechamente vinculado a duraciones reducidas de sueño y menor calidad en las relaciones familiares. Las zonas “tech-free” no solo son prácticas; también tienen un componente simbólico, ay que la tecnología nunca debe colonizar por completo la vida doméstica.
Además, es importante que los padres lideren con el ejemplo en este tipo de iniciativas. En ese sentido, Paoli es rotunda: “La influencia del ejemplo familiar es fundamental el modelado conductual es una de las formas más potentes de aprendizaje en la infancia.”
Este principio se fundamenta en la Teoría Cognitiva Social de Bandura, que sostiene que niñas y niños aprenden observando e imitando a sus referentes.
Y este vínculo prueba ser determinante: un informe de Cáritas señala que en el 31 % de los hogares con uso conflictivo de pantallas, los padres también las utilizan de forma excesiva. Además, solo el 12 % de los progenitores se considera muy preparados para educar en este ámbito. Esto genera contradicciones de autoridad y, como subraya Paoli, merma la eficacia de cualquier norma impuesta.
¿Negociar o imponer? Un equilibrio necesario
Paoli aclara que la negociación es más eficaz que la imposición unilateral: “Negociar con los hijos los tiempos de uso suele ser más efectivo a largo plazo, aunque ambas estrategias pueden ser complementarias siempre que haya coherencia y estén adaptadas a la edad.”
Este enfoque dialogante fomenta la responsabilidad y atención crítica de las personas jóvenes, mientras que las prohibiciones abruptas generarán rebeldía o secretismo. La comunicación clara y empática transforma una restricción en una construcción conjunta.
Paoli propone estrategias que desvinculan la desconexión del castigo, transformándola en una experiencia placentera y compartida. Estas son las pautas que debes seguir para hacerlo de la mejor manera posible:
- Hazlo positivo: “Vamos a darnos una escapadita sin pantallas para despejar la cabeza.”
- Participa tú también: “Voy a dejar el móvil en casa…”
- Céntrate en lo que ganan: “Vamos a ver el atardecer.”
- Gamifica: “¿Un reto de una hora sin pantallas?”
- Rutinas previsibles: domingos tech-free, por ejemplo.
- Celebra la desconexión: “¿Notaste cómo nos reímos más?”
Está documentado que estos espacios tech‑free mejoran el sueño, el estado de ánimo, la regulación emocional y el bienestar familiar.
Las tres normas de Gabriela Paoli constituyen una base coherente que funda el bienestar familiar sobre claves de atención, descanso, diálogo y ejemplo. Su eficacia no radica en la prohibición, sino en la construcción conjunta de rituales digitales saludables. Este enfoque dialogado y consciente abre paso a una generación capaz no solo de usar tecnología, sino de convivir con ella sin que esta eclipse lo esencial: el descanso, el juego, el vínculo afectivo y la experiencia directa de la realidad.

