Psicología

Cristina Lázaro, psicóloga: "Las experiencias cercanas a la muerte no son delirios, son vivencias profundas con patrones comunes"

Cristina Lázaro, psicóloga y autora de 'Después de la vida'
Cristina Lázaro, psicóloga y autora del libro ‘Después de la vida'. Cedida
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“Cuanto más escuchaba los testimonios, más me daba cuenta de que había patrones repetidos, constantes, que no podían explicarse solo desde la imaginación”, afirma Cristina Lázaro, psicóloga y autora de ‘Después de la vida' (Roca Editorial, 2025). Un libro que nace de la primera tesis doctoral en España dedicada a las experiencias cercanas a la muerte (ECM), la cual desarrolló hace ya una década. Un terreno apenas explorado en nuestro país y tradicionalmente relegado al tabú o la superstición

En una entrevista con Informativos Telecinco, Lázaro cuenta que se adentró en ese umbral de la conciencia con un enfoque científico y humanista, decidida a escuchar a quienes aseguran haber estado “al otro lado” y regresado para contarlo. Por tanto, su investigación no solo recoge testimonios conmovedores de pacientes en UCI, sino que también plantea interrogantes profundos sobre la manera en que entendemos la muerte, la vida y el papel de la ciencia frente a lo inexplicable. 

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Pregunta: ¿Qué te impulsó a dedicar tu tesis doctoral a las experiencias cercanas a la muerte (ECM)? ¿Con qué ideas previas empezaste la investigación?

Respuesta: Lo que me impulsó fue la ausencia de un abordaje científico y humanista en España sobre un fenómeno que, sin embargo, miles de personas han vivido. Al principio me acerqué con la idea de ver hasta qué punto estas experiencias podían estar provocadas por alguna construcción cultural o por fenómenos psicológicos o farmacológicos o si por el contrario no tenía explicación racional. Cuanto más escuchaba los testimonios, más me daba cuenta de que había patrones repetidos, constantes, que no podían explicarse solo desde la imaginación. Ese cambio de mirada fue clave para entender que estábamos ante una experiencia humana profunda, digna de estudio.

P.: Estuviste en la UCI de un hospital, ¿cómo fue el trabajo de campo en la UCI y qué te sorprendió más de los testimonios recogidos?

R: El trabajo de campo fue intenso y, en ocasiones, muy conmovedor. Estar en una UCI significa estar en la frontera de la vida y la muerte, y escuchar a personas que habían estado literalmente “al otro lado” era inspirador. Lo que más me sorprendió fue la serenidad con la que narraban experiencias de tanta trascendencia, y la tranquilidad con la que se quedaban al poder contar su experiencia sin ser juzgados. No era el relato de un sueño confuso, sino una vivencia clara, estructurada, con un fuerte impacto emocional.

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P.: Y, tras ese estudio, ¿qué dificultades encontraste para que tu investigación fuera aceptada en el ámbito académico y hospitalario?

R.: Hablar de ECM en un contexto académico y hospitalario en España hace una década era casi un tabú. Me encontré con la necesidad de justificar bien el estudio en el hospital en el que desarrollé la investigación, lo que después respaldaría el estudio, con la idea de mostrar que era un tema “serio” o “científico”. Hubo que abrir camino poco a poco, apoyándome en la rigurosidad metodológica y en la evidencia internacional que ya existía. Con el tiempo, el interés fue creciendo, pero el inicio no fue fácil.

A diferencia de un delirio o una alucinación, los testimonios son consistentes, nítidos y dejan un recuerdo imborrable que transforma la vida de la persona

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P.: ¿Qué elementos comunes encontraste en los relatos de quienes han vivido una ECM? ¿Qué diferencia a estas experiencias de un delirio, un sueño vívido o una alucinación?

R.: Los elementos comunes son muy claros: la sensación de separación del cuerpo, el tránsito por un túnel, la percepción de una luz intensa y amorosa, el encuentro con familiares fallecidos o figuras trascendentes, y una revisión vital que aporta un profundo sentido. A diferencia de un delirio o una alucinación, los testimonios no son caóticos ni incoherentes: son consistentes, nítidos y dejan un recuerdo imborrable que transforma la vida de la persona.

P.: ¿Y qué papel juega la cultura, la religión o la personalidad en la forma en que se vive y recuerda una ECM?

R.: La experiencia en sí parece universal, con elementos repetidos en culturas distintas. Lo que cambia es la interpretación racional provocada por las creencias y la cultura: una persona religiosa puede ver a un ser divino; alguien no creyente puede hablar de energía o de luz. La cultura proporciona el lenguaje, pero el núcleo de la vivencia tiene patrones comunes. La personalidad, en cambio, influye más en cómo se afronta después, no tanto en el contenido.

P.: En el libro aseguras que algunas personas sufren efectos posteriores a las ECM como la intolerancia a ciertos fármacos o conflictos con dispositivos electrónicos. ¿Por qué ocurre esto?

R.: Es uno de los aspectos más fascinantes y todavía poco estudiados. Muchos narran hipersensibilidad física, alteraciones en la tolerancia a medicamentos o incluso fenómenos con aparatos electrónicos. La ciencia aún no ofrece respuestas claras, pero los datos están ahí y debemos investigarlos. 

P.: ¿Muchas personas callan su experiencia por miedo a no ser creídas? 

R.: Sí, y eso ocurre porque vivimos en una sociedad que tiende a ridiculizar lo que no encaja en los parámetros convencionales. El miedo al juicio es enorme. 

P.: ¿Y cómo debería formarse a los profesionales de la salud mental para acompañar estos procesos sin patologizarlos?

R.: Pues sería necesario que estos profesionales recibieran formación en experiencias excepcionales, que aprendieran a escuchar sin etiquetar como patológico algo que no lo es. Se trata de acompañar, de validar, de entender que la persona está compartiendo una vivencia, quizás la más importante de su vida.

Muchas personas que viven una ECM pierden interés en lo material, buscan mayor autenticidad, y eso a veces genera una brecha con su pareja

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P.: Otro asunto interesante en cuanto a este tema es que, según cuentas en el libro, la tasa de divorcios entre quienes viven una ECM es muy alta. ¿A qué atribuyes esa dificultad para mantener las relaciones?

R.: La ECM cambia profundamente la escala de valores. Muchas personas pierden interés en lo material, buscan mayor autenticidad, y eso a veces genera una brecha con la pareja, que no siempre comprende o acompaña ese cambio. Es como si uno hubiera visto la vida desde otra perspectiva y ya no pudiera volver al punto anterior. Esa transformación puede ser fuente de crecimiento, pero también de ruptura. Los valores que conformaban su vida ahora son diferentes y a veces no encajan bien con la nueva forma de ver la vida, por lo que les resulta más fácil continuar con esa nueva manera de enfocar su vida.

P.: ¿Dónde trazas la frontera entre lo que la ciencia puede explicar y lo que sigue siendo un misterio?

R.: La ciencia tiene la obligación de seguir investigando, pero también la humildad de reconocer sus límites. Hoy podemos describir patrones, correlaciones, incluso hipótesis neurológicas. Pero hay un núcleo de la experiencia que sigue siendo un misterio. Y quizá ahí reside parte de su valor: recordarnos que no todo está bajo nuestro control ni explicación.

La mayoría de quienes viven una ECM regresan con menos miedo y con más deseo de ayudar a los demás

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P.: ¿Qué nos revelan las ECM sobre nuestra forma de entender y afrontar la muerte? ¿Qué enseñanzas vitales extraen?

R.: Nos muestran que la muerte no es solo un final biológico, sino una transición cargada de sentido. La enseñanza principal es vivir con más autenticidad, dar importancia a lo esencial: el amor, los vínculos, la compasión. La mayoría de quienes viven una ECM regresan con menos miedo y con más deseo de ayudar a los demás, ahora ya no tenemos que estar al borde de la muerte para saber lo que realmente es importante, los relatos de quienes viven esta experiencia nos lo dicen.

P.: ¿Qué opinas de la manera en que los hospitales tratan hoy la dimensión emocional de los pacientes en fases críticas? 

R.: Se ha avanzado, pero aún queda mucho por hacer. Los hospitales son espacios muy técnicos y fríos, cuando en realidad el paciente necesita también un acompañamiento más humanizado y emocional. 

P.: ¿Y cómo se podría humanizar más la experiencia hospitalaria para quienes se encuentran en ese umbral?

R.: Humanizar sería incorporar escucha, espacios de silencio, presencia de familiares, respeto de las últimas voluntades. Conocer lo que necesita una persona próxima a morir y los acompañantes es fundamental para dar el trato adecuado.

Cristina Lázaro posa con su libro, 'Después de la vida'

P.: Por último, ¿qué mensaje te gustaría que el lector de ‘Después de la vida’ se llevara consigo?

R.: Que la muerte no es el fin del amor ni del sentido. Que escuchar los testimonios de quienes han vivido una ECM nos ayuda a replantearnos cómo queremos vivir ahora. El duelo por la muerte de un ser querido o la propia cobra otra dimensión si tenemos en cuenta las ECM. Mi mensaje es una invitación a perder el miedo, a abrirnos a la posibilidad de que la vida tiene dimensiones que aún desconocemos, pero que merecen ser acogidas con respeto y esperanza.