La única salida para los independentistas escoceses tras la decisión del Supremo británico

  • La sentencia del Supremo en contra de la segunda consulta soberanista cambia por completo el tablero de juego en Escocia

  • La líder nacionalista está obligada a convocar un referéndum ‘de facto’ en las generales de 2024 y a ganarlo para mantener vivo el sueño independentista

  • Los unionistas ofrecerán a Escocia la transferencia de más poderes para intentar suavizar la ira nacionalista, pero no la ansiada una consulta legal

La resolución por unanimidad de los cinco jueces del Tribunal Supremo en contra del segundo referéndum independentista escocés ha cambiado completamente el escenario en Escocia de la disputa entre el gobierno de Edimburgo y el de Londres por celebrar una consulta soberanista. El gobierno nacionalista del SNP (Partido Nacional Escocés) había preguntado al Supremo si podía presentar en el parlamento de Edimburgo un borrador de ley para convocar una consulta soberanista “orientativa” el 19 de octubre de 2023 sin el consentimiento de Londres. El Supremo dijo que no porque, según la ley de devolución del parlamento de 1998, se trata de un asunto reservado al parlamento de Londres. Dijo también que ellos estaban interpretando la ley y que, en cualquier caso, eran los políticos los que debían encontrar una solución.

La resolución fue una victoria para los unionistas, pero no es el punto final de esta disputa que empezó hace siete años, con la votación del Brexit, cuando el Reino Unido votó salir de la Unión Europea (UE) y Escocia seguir, provocado el resurgimiento del nacionalismo escocés. Tras la sentencia del Supremo del miércoles, la ministra principal escocesa y líder del SNP, Nicola Sturgeon, anunció que convertiría las próximas elecciones generales, previstas para 2024, en un referéndum ‘de facto’. Es decir, que el SNP competirá en los comicios con la única pregunta en su programa de si quieren ser un país independiente. Solo harán campaña para esta pregunta y deberá conseguir el 50% de los votos, como si fuera una consulta. Solo que no lo es.

Se trata de una decisión muy arriesgada para Sturgeon porque los partidos unionistas británicos no van a entrar en el juego nacionalista, al menos de forma velada. Si los independentistas ganan y superan el 50% de los votos, entonces los unionistas dirán que la consulta carecía de validez. Si no ganan y no llegan al 50%, dirán que los ciudadanos se han expresado y que es el fin del movimiento independentista. En el congreso del SNP de 2019, Sturgeon definió como “trampa unionista” cualquier opción que no fuera un referendo acordado entre Edimburgo y Londres, precisamente por este motivo. El plan A era la consulta acordada. el plan B, la consulta no acordada, descartada tras la sentencia del Supremo, y el C, el referéndum 'de facto’.

La barrera del 50%

No lo tendrá fácil Sturgeon para conseguir el 50% de los votos. En las últimas generales, las de 2019, los independentistas lograron el 46% de los sufragios (45% del SNP y 1% de los Verdes) En las de 2010, el SNP consiguió el 49,9% de los votos y los verdes el 1,3%, o sea, que esa vez superaron el umbral del 50%. Una reciente encuesta de Channel 4 dice que el 50% de los escoceses votarían Sí en un referéndum ‘de facto’. Sturgeon requerirá el apoyo de los Verdes, también independentistas, que no se presentan en todos los distritos electorales y que no está claro que solo planteen una pregunta en un su programa como el SNP. Y el del Alba, el nuevo partido de Àlex Salmond. Sturgeon relevó a Salmond en 2014 tras el referéndum de independencia que perdieron. En la rueda de prensa posterior a la sentencia, le preguntaron varias veces a Sturgeon si pensaba dimitir. Ella salió del paso diciendo que estaba al servicio de su partido y de la gente.

El Alba fue un partido creado el año pasado, fue una escisión del SNP consecuencia del enfrentamiento entre Sturgeon y Salmond, su predecesor y mentor, y del enfrentamiento entre los independentistas más radicales, que no querían pedir permiso a Londres, liderados por Salmond, y los más moderados, encabezados por Sturgeon. Tras la sentencia del miércoles, Salmond criticó duramente a Sturgen por haber debilitado el movimiento independentista y por no haber legislado la ley del referéndum en el parlamento escocés sin pedir permiso (contaban con el mandato electoral para hacerlo) y obligar así al gobierno de Londres a denunciarlo a los tribunales. Esta división en el independentismo escocés, les debilita. El partido del Alba, al igual que los verdes, tampoco se presentará en todas las circunscripciones electorales.

En el referéndum ‘de facto’ de 2024, Sturgeon y los independentistas tendrán mucho que perder (si pierden sería el final del movimiento independentista) y poco que ganar (si ganan podrán seguir presionando a Londres para poder celebrar una consulta legal desautorizada por la justicia, pero nada más). Sin embargo, es la única salida que les queda. Una victoria les ayudaría a presionar a los unionistas, pero es muy poco probable que éstos autoricen una consulta legal, y más teniendo en cuenta que el Supremo les ha dado la razón. Aunque Sturgeon ha dicho que respeta la resolución del Supremo, critica el hecho que no se le permita celebrar un referéndum. El SNP ha ganado todas las elecciones generales en Escocia desde 2010 y todas las regionales desde 2003.  

El legado del Brexit

La otra incógnita de las generales de 2024 es saber quién va a ganar, si el conservador Rishi Sunak o el laborista Keir Starmer. El Brexit, entendido en parte como una forma de nacionalismo inglés, provocó el resurgimiento de los otros nacionalismos que hay en el Reino Unido poniendo en jaque la unión de las cuatro naciones que conforman el país. De hecho, uno de los lamentos de Sturgeon es que la sentencia del Supremo pone de manifiesto la llamada “unidad voluntaria” entre Escocia y Gran Bretaña, que data de 1707, es un “mito”. Desde 2016 que la política británica ha estado marcada por el Brexit. Johnson fue elegido para llevar a cabo el Brexit, pese a saber que esto dañaría esta unión, que la amenazaría. Es lo que ha sucedido en Escocia y en Irlanda del Norte.

Dos años después de la salida de la UE, el país está hundido en una profunda crisis económica (que empezó con el Brexit y se complicó con la pandemia y la guerra de Ucrania) y hay una fuerte crisis territorial. Solo el 19% de los británicos están contentos de haber llevado a cabo el Brexit, según una encuesta a del diario ‘The National’. Tanto Sunak como Starmer necesitan rebajar la tensión en Escocia y en Irlanda del Norte. Ahora mismo los grandes favoritos para ganar las elecciones son los laboristas. Starmer creó el año pasado una comisión para evaluar el futuro de la unión liderada por el exprimer ministro Gordon Brown.

Los resultados de la comisión se publicarán en las próximas semanas. Se ha filtrado que, de ganar, los laboristas transferirán más poderes fiscales a las regiones de Inglaterra (que protestan por el aumento de poder de los otros parlamentos regionales, mientras que Inglaterra no tiene) y a los parlamentos de Escocia, País de Gales e Irlanda del Norte. También habrá una cesión de poder a los gobiernos locales dentro de un proceso de descentralización que también apoyan los conservadores. El país debe redefinirse tras el Brexit y es fundamental hablar con Sturgeon. Sunak, que apenas lleva tres semanas en el cargo, ha dicho que se sentará a hablar con la ministra principal escocesa. De momento ya llamó a Sturgeon tras ser nombrado primer ministro, algo que no hicieron ni Johnson ni Truss. Sin embargo, ni Sunak ni Starmer pondrán sobre la mesa de negociaciones el referéndum acordado. La única forma de presionar para conseguir esta consulta legal será que los independentistas salgan victoriosos de la “trampa unionista” del referéndum ‘de facto’ de 2024. Y siempre pesará la sentencia del Supremo.