Once autobuses con civiles evacuados de la acería de Mariúpol, desaparecidos

El alcalde de la ciudad de Ucrania de Mariúpol, Vadym Boichenko, ha informado que hay 11 autobuses con evacuados que no han logrado llegar a territorio dominado por el ejército de Ucrania. Otros 156 evacuados sí han logrado alcanzar este martes a su destino, después de un viaje infernal. Mientras, en la planta industrial quedan decenas de personas atrapadas.

Vadym Boichenko ha señalado a los medios locales que “cuando anunciamos y la parte rusa accedió a la evacuación y acordamos que nos darían 90 autobuses, determinaron tres ubicaciones. Sin embargo, solo 14 autobuses llegaron a dos ubicaciones, y solo tres de ellos han logrado llegar a Ucrania”. En ese sentido, ha explicado que aún no se conoce el paradero de los otros 11 vehículos que trasladaba a cientos de residentes a Zaporiyia.

100.000 civiles siguen en la ciudad de Mariúpol, bajo control de Rusia

100.000 civiles siguen en la ciudad de Mariúpol, bajo control de Rusia

La ciudad de Mariúpol se encuentra bajo el control de las tropas Rusas, por lo que las operaciones de evacuación las está llevando adelante las Naciones Unidas y la Cruz Roja Internacional.

Boichenko señaló que existen por lo menos 100.000 residentes que aún permanecen en Mariúpol y otras 200 personas seguirían refugiadas en la planta siderúrgica de Azovstal.

Tres días para recorrer 200 kilómetros hasta estar a salvo

Quienes sí llegaron a su destino, sanos y salvos, han narrado el infierno de viaje. Han tardado tres días para recorrer poco más de doscientos kilómetros. Son algo más de 100 civiles: mujeres, niños, ancianos y enfermos, que han llegado a Zaporiyia. En sus rostros está esculpido el horror que los demás apenas podemos imaginar. Tatiana, 25 años, dice que no le queda más remedio que empezar una nueva vida desde cero.

En Mariúpol, mientras, las bombas siguen cayendo. Tras más de dos meses de asedio feroz, Rusia graba "zetas" en las paredes pero no es capaz de eliminar el último foco de resistencia. Varios metros bajo tierra, los túneles de la siderúrgica Azovstal son un territorio a medio camino entre la vida y la muerte.