¿A qué dedican los pobres su dinero? Una pregunta clave cuando la pandemia amenaza con pobreza

  • El autor francés Denis Colombi explica a NIUS lo que implica vivir en la pobreza, una realidad especialmente amenazante por culpa de los efectos económicos del coronavirus.

La escena ocurre en la localidad de Orgeval, situada a una hora en coche al este de París. Frente a un establecimiento de la cadena alemana de supermercados Lidl, antes de que el local abra sus puertas, se agolpa una masa de gente. Los madrugadores clientes quieren comprar una de las consolas de videojuegos PlayStation 4 al precio rebajado que anuncia la oferta: 95 euros. El precio habitual de la conocida como PS4 cuesta casi 300 euros.

Los responsables del Lidl acabaron llamando a la policía, cuyos agentes dispersaron a la fuerza a los cientos de interesados, que no respetaban ninguna distancia de seguridad en tiempos de pandemia. La oferta acabó siendo cancelada.

Al poco de hacerse virales las imágenes de la intervención policial, “ya teníamos a los editorialistas y a los comentaristas de temas sociales en los medios de comunicación diciendo: 'ven ustedes, los pobres son tontos y quieren comprar videojuegos en lugar de gastar dinero en cosas más importantes'”, dice a NIUS Denis Colombi. “No sabíamos realmente si eran pobres, pero en seguida los calificábamos como tales y como algo peligroso”, añade.

Colombi es profesor de ciencias sociales en un instituto de París y autor de un libro destinado a tumbar los estereotipos que pesan sobre la pobreza y los pobres. Où va l'argent des pauvres ? (Ed. Payot, 2020) o “¿Dónde va el dinero de los pobres?” se titula el volumen.

Según Colombi, no son pocas las ideas erróneas que se tienen sobre la pobreza y los pobres. Estas son realidades que, debido a los efectos económicos de la pandemia, pueden acabar afectando a millones de personas en todo el mundo.

No en vano, el pasado mes de abril, investigadores del King College de Londres y de la Universidad Nacional Australiana, en Canberra, señalaban en un estudio que la COVID-19 podía hacer caer en la pobreza a 580 millones de personas de todo el mundo. Los investigadores señalaban que los países con mayor riesgo de ver crecer la pobreza eran aquellos desprovistos de red de seguridad social. Señalaban a los países del tercer mundo.

Pero la pobreza es también una realidad que marca la vida de millones de europeos. Bien lo sabe Colombi, que se ha dedicado a recabar y resumir en su libro estudios sociológicos sobre el fenómeno de la pobreza para tumbar ideas sobre los pobres que, aún siendo erróneas, están muy arraigadas en el debate público de cualquier país del 'viejo continente'.

A los pobres se les acusa de usar mal el poco dinero que tienen. Yo he tratado de mostrar cosas que parecen difícil de entender desde fuera, cosas que parecen irracionales, pero que, desde la posición del pobre, tienen sentido”, explica Colombi.

Lo ocurrido en Orgeval es un buen ejemplo. Es algo típico pensar que centenares de personas de hogares desfavorecidos se agolpen una mañana de un miércoles cualquiera para hacer cola y poder comprar una consola de videojuegos. “Se suele decir que los pobres no deberían comprarse este tipo de bienes de consumo”, avanza Colombi sobre una compra, a priori, condenable por “irracional”.

“Pero una consola es, primero, una forma de dar un gusto a los niños. Esa una forma de ofrecerles una actividad en casa y evitar así estar en las calles de barrios difíciles o peligrosos. Es una forma de darles acceso a la vida social. Porque los niños van a poder hablar con sus amigos de videojuegos y porque a través de la consola también van a poder hablar con otros amigos”, señala Colombi. “Con esto en mente uno puede entender por qué la gente pobre puede comprarse este tipo bienes de consumo”, añade.

Difícil de definir, fácil de reconocer

Colombi es consciente de que la pobreza es, en sí, un fenómeno difícil de definir. En Francia, una persona es pobre con unos ingresos mensuales de 1.200 euros. En Alemania, lo es con algo más de 1.000 euros al mes. En países del tercer mundo, esas cantidades no son ni mucho menos sinónimo de pobreza.

“Incluso si hablamos de un concepto relativo. La pobreza tiene una realidad material. Ser pobre es verse privado de cosas de las que otros disfrutan”, apunta Colombi. Él se hace eco de esa medida de la Dirección de Investigación, Estudios, Evaluación y Estadística – una instancia oficial del Ministerio de Sanidad francés – según la cual también se considera pobre a aquellas personas a las que, tras el pago de gastos obligados mensuales como la vivienda, la electricidad y demás, se quedan con entre 340 euros y 80 euros.

La mitad de los pobres en Francia se quedan con 170 euros al mes. Un 10% tiene 80 euros mensuales para actividades de ocio o la compra de ropa o calzado. Pese a que la pobreza resulte un concepto relativo, esas “son formas de pobreza muy materiales”, subraya Colombi.

Una visión de la pobreza sin juicio moral

Él denuncia que no hay ciudadanos más juzgados que los pobres por el uso de sus recursos. “En el debate público lo que más cobra fuerza cuando se aborda el problema de la pobreza son las posiciones políticas, siempre muy marcadas y moralizadoras, que indican lo que tendrían que hacer los pobres”, lamenta Colombi. “Con este libro yo me he propuesto llevar a la discusión lo que dicen los datos empíricos, los científicos, los sociólogos y no el juicio moral”, abunda.

Con esa perspectiva, Colombi quiere que el lector entienda por qué es tan importante para un pobre, por ejemplo, el poder fumar. Se supone que el consumo de tabaco es un gasto superfluo, algo de lo que convendría privarse en caso de pasar dificultades económicas, según las ideas preconcebidas predominantes en la sociedad. Pero no es así.

“Los pobres están entre la población que más fuma. No es porque sean tontos y no se quieran privar del tabaco. Es porque a través del fumar, pese a sus problemas económicos, indican a quienes les rodean que no están tan mal como para privarse de eso”, explica Colombi. “Así se muestra que se está justo por encima de esa situación en la que ya se toca fondo en la que uno ni siquiera puede comprar para fumar”, añade.

Desmontando con cigarrillos la pirámide de Maslow

Esta constatación, según Colombi, sirve para echar por tierra ideas como la descripción de la llamada pirámide de Maslow, un famoso esquema del psicólogo estadounidense Abraham Maslow que desde el siglo pasado describe las motivaciones humanas.

En la lógica de Maslow, las necesidades psicológicas como el prestigio social quedaban muy por encima de necesidades básicas como la comida o un lugar para descansar.

Para Colombi, sin embargo, el ejemplo de los cigarrillos da cuenta de que el estatus ya juega un papel importante aún entre población desfavorecida, independientemente de que acuse problemas para encontrar alojamiento o satisfacer otras necesidades básicas.

“Hay que darles dinero”

En su estrategia de lucha contra la pobreza, Francia tiene un presupuesto de 8.500 millones de euros. Todo lo que se puede hacer con esa suma, según Colombi, ayuda a reducir la pobreza. Pero, para él, la clave está en una idea que también parece inspirar la estrategia que el Ejecutivo de Emmanuel Macron lazara en 2018.

“Es la idea de que a los pobres no se les puede dar dinero porque uno se imagina que eso tendría todo tipo de efectos negativos. Por ejemplo, se dice que eso les va a desanimar a la hora de buscar trabajo o a la hora de trabajar. Se dice que los va a convertir en ociosos”, señala Colombi.

Para él, la lucha contra la pobreza, en general, acaba siempre en medidas que no sacan de la pobreza, sino que ayudan lo suficiente para hacer que los pobres sean inofensivos para la sociedad.

Las 347 páginas de su libro bien pudieran resumirse con la sencillez con la que él expresa la mejor solución para sacar a los pobres de su situación. “Hay que darles dinero”, afirma Colombi.

Suena simple, pero ahí está la clave para entender, por ejemplo, el Premio Nobel de 2006 al principal responsable de los micro-créditos, el banquero y economista Muammad Yunnus. “Viendo los datos de los estudios que se han hecho al respecto. Lo que funciona bien y es eficaz pero que es difícil de reconocer es que, para reducir de verdad la pobreza, lo más fácil es dar dinero a los pobres”, aclara Colombi.

“Esa es la solución más eficaz, porque les permite salir de la pobreza, fundando pequeñas empresas, abriendo pequeños comercios. Así comienzan a vivir mejor, a dejar de fumar y alimentarse mejor. Eso es algo que mejora sus vidas”, concluye.