La extraordinaria influencia de Rusia en Africa

  • Moscú aprovecha el vacío occidental para ganar silenciosamente influencia en el continente africano

  • El Estado ruso ha suscrito acuerdos de cooperación militar con países como Mali, Ghana, Chad o Níger

  • El Grupo Wagner, una empresa privada rusa de mercenarios, ha estado presente en los últimos años en la República Centroafricana, Sudán, Mozambique o Mali, entre otros países, fundamentalmente en auxilio de regímenes locales asediados por el incremento de la violencia sectaria, yihadista y del crimen organizado

En el juego de la geoestrategia mundial, como en la política doméstica, no hay vacíos. Cuando esos se producen, vendrá indefectiblemente otro actor a llenarlos. Con un Occidente dubitativo y en retirada –justamente esta semana Francia y sus socios europeos anunciaban el fin de su misión militar en Mali-, el desembarco ruso en el continente africano es firme y definitivo. Su estrategia combina la acción estatal con la privada en busca de mayor influencia política y sacar tajada de suculentos contratos comerciales de la más diversa índole. Asimismo otros actores como China –con la que Rusia forma un sólido tándem geoestratégico-, India o Turquía han aumentado su presencia e influencia en África en los últimos años.

“Rusia ha dado con la fórmula para capitalizar las frustraciones en África con las políticas antiterroristas de Francia y Estados Unidos, así como las ansiedades respecto a la influencia neocolonial. El crecimiento de la influencia rusa ha crecido con el menor compromiso de Estados Unidos en el continente”, afirma el investigador de la Universidad de Oxford especializado en temas rusos Samuel Ramani en un artículo en la revista Foreign Affairs. “Rusia ve África como un lugar donde expandir su alcance global y de manera simultánea sacar tajada de recursos naturales valiosos para beneficio de sus empresas estatales. Nada de eso es bueno para África”, advierte.

Las cifras son elocuentes

Entre 2015 y 2019, el Kremlin ha firmado 19 acuerdos de colaboración militar con autoridades del continente, según recogía recientemente el think tank Bookings Institution. África es también un gigantesco mercado potencial para los productos rusos. La corporación nuclear estatal rusa Rosatom construye una central nuclear en Egipto y prevé varias más en otros países africanos como Ghana o Nigeria. No en vano, Rusia es el mayor suministrador de armas a los países del África subsahariana.

No todo ha girado, sin embargo, en torno a la seguridad, la defensa o la explotación de recursos naturales y energéticos, también Moscú ha hecho diplomacia sanitaria durante la pandemia del covid-19 con la fuerte promoción de la vacuna rusa, la Sputnik V, en numerosos países del continente.

El gran hito en la estrategia rusa en África se produjo en la celebración en Sochi en octubre de 2019 de la primera cumbre bilateral Rusia-África, que reunió nada menos que a 40 líderes del continente. La segunda cumbre se espera para este otoño en Adís Abeba. La Rusia de Putin está decidida a recuperar el poderío e influencia que antaño atesoró la URSS en África. Una expansión de aires neocoloniales que se abre paso, paradójicamente, explotando el sentimiento anticolonial africano.

La oscura expansión de Wagner en África

Pero en la asimétrica e híbrida estrategia rusa en África un nombre destaca sobre los demás: Wagner, una empresa privada rusa de mercenarios con capacidad para desplegar a miles de soldaos en zonas de conflicto presente en el continente desde hace al menos un lustro. A instancias de los gobiernos locales, exhaustos en la lucha contra la actividad criminal y terrorista y cada vez más hostiles a Occidente, los soldados de Wagner han tomado parte en operaciones sobre el terreno en África en países como Mozambique o Sudán (2017), la República Centroafricana (2018), Libia (2019) y ahora Mali.

La lista puede ser mucho más amplia, pues otras fuentes confirman presencia de los soldados de Wagner en Nigeria, Guinea-Bisáu, Congo, Chad, Botsuana, Burundi, Madagascar o Zimbabue, entre otros países.

El Grupo Wagner nació en 2014 y tuvo su puesta de largo en el este de Ucrania, aunque oficialmente no conste en ningún registro. Los analistas y las cancillerías internacionales confirman las reiteradas violaciones de derechos humanos en su proceder.

Aunque hasta ahora Kremlin ha negado una y otra vez vínculo alguno con una organización cuya existencia no reconoce, al término del encuentro mantenido a comienzos de mes en Moscú entre Macron y Putin, este admitía tácitamente la actividad de Wagner en Mali al asegurar que Bamako tiene el derecho de trabajar con firmas privadas rusas y al aseverar que el país africano “no tiene quejas” sobre la actividad de contratistas militares rusos.

La firma es propiedad del oligarca Yevgeny Prigozhin, reputado chef y amigo del presidente Vladímir Putin. A cambio de los servicios prestados por esta sociedad, el Estado o empresas rusas obtienen contratos comerciales.

No por casualidad, en Mali la llegada de los soldados de la empresa rusa coincide con la consolidación en el poder de la junta militar comandada por el coronel Assimi Goita, coronado como presidente en junio de 2021 tras el golpe de Estado del año anterior. El deterioro de las relaciones entre las autoridades malienses y galas, que se ha fraguado lentamente en los últimos meses, empujaba definitivamente a París a poner fin a la operación días después de la expulsión de su embajador en Bamako. La hostilidad antifrancesa, que llega hasta la calle, coincide con un ambiente de simpatía generalizada hacia Rusia y su presidente.

Asonadas triunfantes y tentativas golpistas se han sucedido en el África occidental en los últimos meses –Mali, Burkina Faso, Chad, Guinea o Sudán- en un contexto de gobiernos frustrados y debilitados en la lucha contra las organizaciones armadas yihadistas y del crimen organizado.

Terreno igualmente abonado para Rusia. En Burkina Faso, triunfante el golpe de Estado de finales de enero, una parte de la población pide en la calle a sus nuevas autoridades un giro similar al maliense: cambiar a Francia por Rusia.

Preocupación occidental

En medio de una notable descoordinación y falta de estrategia occidental para África, capitales como Washington y París no dudan en advertir de los peligros de la creciente influencia rusa en el continente a través de medios como Wagner. El propio presidente francés Emmanuel Macron no ha tenido reparos en los últimos días en denunciar “los fines depredadores” de los mercenarios de Wagner. “Vienen esencialmente a garantizarse sus propios intereses económicos y los de la propia junta”, lamentaba el mandatario galo.

Por su parte, Naciones Unidas, que confirmó la presencia de miembros de Wagner en Mali a través de su propio secretario general, anunció a finales de enero la apertura de una investigación sobre una supuesta masacre civil en República Centroafricana a manos de las fuerzas armadas del país con la creciente sospecha de la participación de la empresa de mercenarios rusos.

Mientras la atención mundial en Ucrania, los tentáculos rusos en África siguen expandiéndose. Con las consecuencias económicas y sociales de la pandemia haciéndose notar especialmente en estos momentos y el regreso con fuerza de las fórmulas militares al continente, Rusia lo tiene todo para pescar en río revuelto. La situación se ha deteriorado especialmente en el Sahel, centro hasta ahora de la preocupación europea en general y francesa en particular por su ubicación estratégica y el ascenso de los grupos terroristas de adscripción yihadista.

De un aumento de la incertidumbre política y de la violencia sólo puede esperarse más inestabilidad para el África occidental y saheliana y el conjunto. Un nuevo drama humanitario se está forjando en el continente que concentra un tercio de los desplazados del mundo. Las consecuencias de las previsibles migraciones acabarán sintiéndose en el Magreb y el Mediterráneo. Con unos Estados Unidos ausentes, una Rusia interesada en exclusiva en su grandeza e intereses propios y una UE en retirada, el escenario solo augura la apertura de un nuevo frente de turbulencias en el sur.