Pierre Moscovici: “Esta crisis sólo hará perdedores”

  • Pierre Moscovici, ex comisario europeo de Economía

Pierre Moscovici, miembro del Partido Socialista francés, fue eurodiputado entre 1994 y 1997 y entre 2004 y 2007, cuando llegó a vicepresidente de la Eurocámara. Entre 1997 y 2002 fue ministro para Asuntos Europeos. En 2012 fue nombrado ministro de Finanzas francés y en 2014 comisario europeo de Economía, cargo que abandonó el pasado verano en manos del italiano Paolo Gentiloni. Parisino nacido en 1957, se diplomó en 1980 en Siences Po Paris y en 1984 en la ENA (la escuela que forma a la élite francesa).

El Estado aparece como escudo de último recurso frente a una gran crisis. ¿Es la vuelta a un papel más importante o únicamente una respuesta que pasará en unos años?

Los Estados, que durante mucho tiempo fueron denigrados y empobrecidos, vuelven a encontrar un papel central: amortiguar el choque económico, proteger a los más vulnerables, garantizar la cohesión social, defender a las empresas. La crisis va a durar y sus consecuencias serán inmensas, así que la necesidad del Estado va a perdurar. Pero habrá que hacer que la actividad privada vuelva a encontrar su dinamismo porque la economía no puede vivir indefinidamente anestesiada, tiene que recuperar sus funciones vitales. El ‘estatismo’ no puede ser una solución estructural, pero será el Estado el que tendrá que organizar las grandes funciones colectivas y las políticas públicas del mañana: sanidad, lucha contra la crisis climática, investigación, educación o inteligencia artificial.

¿Ese papel del Estado puede llevarnos a medio plazo a una reindustrialización de los países europeos?

Con el covid-19, Europa descubre su dependencia y su debilidad industrial. No podemos esperar que las vacunas y las mascarillas vengan todas de China o el paracetamol todo de India. Tenemos que recuperar nuestra soberanía económica y relocalizar al menos una parte de las cadenas de producción de muchos sectores. No se trata de dar la espalda a la globalización, sino de descubrir y corregir sus excesos abandonando esta forma de ingenuidad.

Hace falta un esfuerzo mucho más grande y orientado a las políticas del futuro: sanidad, una economía más ecológica, educación, investigación, juventud o seguridad interior y exterior

El Consejo Europeo decidió la creación de un fondo de reconstrucción económica. Mientras esperamos a saber cómo será, ¿la cifra de 1,5 billones le parece suficiente?

Va usted demasiado rápido. Por ahora sólo se ha logrado el principio de la creación de ese fondo, todo lo demás está en debate, también su tamaño. Como mi sucesor en la Comisión Europea –el nuevo comisario de Economía Paolo Gentiloni-, creo que 1,5 billones de euros sería un montante a la vez pertinente y necesario.

Parece que el fondo será alimentado sobre todo por una emisión de deuda y que los países recibirán más préstamos que transferencias. ¿Le parece una buena estrategia?

Creo que conceder préstamos, sobre todo si conllevan muchas condiciones, no puede ser suficiente. No es una verdadera política de solidaridad y de confianza mutua. Para demostrar esa confianza y esa solidaridad hace falta al menos que una parte sean transferencias: el fondo debe ser consecuente.

El presupuesto europeo es de apenas del 1% del PIB de la UE. Incluso con un aumento de las contribuciones nacionales, ¿no parece demasiado pequeño como punto de apoyo para el fondo?

Creo que es demasiado limitado e insuficientemente ambicioso desde hace mucho tiempo. Un presupuesto del 1% no está a la altura de las necesidades de los europeos, ni en cantidad ni en calidad. Hace falta un esfuerzo mucho más grande y orientado a las políticas del futuro: sanidad, una economía más ecológica, educación, investigación, juventud o seguridad interior y exterior.

¿La UE necesita eurobonos u otro tipo de mutualización de deudas?

Sí, bajo una forma u otra, pero me parece indispensable. No podemos dejar a un país de la Eurozona, por ejemplo Italia, sólo frente a la carga de su deuda soberana cuando se ve económicamente fragilizado, fuertemente endeudado y duraderamente golpeado por la crisis sanitaria. En estos momentos más que difíciles, no podemos seguir con las divisiones y los egoísmos del pasado porque la solidaridad no es una opción, es un imperativo categórico.

¿El mercado común corre riesgo si algunos países pueden ayudar mucho más que otros a sus empresas?

Ni es el caso ni puede serlo. La política de Competencia es una competencia europea y se aplica por igual a todos. Pero es deseable que se adapte a la nueva situación. Tiene que hacerse más protectora porque la situación delicada de numerosos sectores estratégicos va a exigir el concurso del Estado, incluso con nacionalizaciones. Y tiene que ser más ofensiva, porque necesitaremos “campeones europeos” para tener peso en la globalización.

¿Las ayudas europeas o nacionales a las empresas deben ser condicionadas para forzar por ejemplo respeto medioambiental o garantías de mantenimiento del empleo?

La problemática de la condicionalidad positiva es seductora, pero no puede generalizarse porque depende demasiado de preferencias políticas opuestas: un hombre de izquierdas como yo será favorable a tener en cuenta el empleo, un conservador lo rechazará. Pero esta lógica puede imponerse a sujetos existenciales en los que sí hay consenso. Por ejemplo: nada de fondos estructurales sin respeto a la Estado de derecho y a nuestros valores fundamentales. O nada de libre comercio sin garantías medioambientales, sanitarias o de diversidad cultural.

¿El Pacto Verde Europeo debe estar en el centro de la recuperación o mejor olvidarlo por un tiempo?

Sería un error gravísimo olvidarlo o reducirlo. No es un lujo sino una exigencia vital. La crisis climática es el mayor riesgo medioambiental, sanitario, social, económico o migratorio para las generaciones futuras. Así que hay que perseguir imperativamente esa gran transformación de nuestra económica y de nuestras políticas públicas.

Von Der Leyen pidió perdón a Italia por la tardía reacción de Bruselas. Los sentimientos anti-europeos pueden crecer en Italia. Incluso en España. ¿Es un riesgo real?

Claro. Si las naciones y los pueblos que atraviesan una crisis mayores se sienten ignorados u olvidados por Europa se volverán contra ella. Fue incontestablemente el caso al inicio de la crisis del covid-19 en Italia y en España. Esa petición de perdón fue bienvenida. Ahora los actos tienen que seguir a las palabras.

¿Y al otro lado, más solidaridad con el sur no puede fomentar más euroescepticismo en el norte?

Dejemos de una vez esas oposiciones estériles y peligrosas. El sur de Europa necesita solidaridad, pero también credibilidad. Y el norte depende también de la prosperidad de sus vecinos y debe saber ser generoso. Lo repito: la palabra clave para Europa, la llave de su futuro, es la solidaridad. Sin ella pereceremos, con ella creceremos.