Álex González, el vino en sus paisajes

  • "Cuando viajas el vino te habla de los paisajes que lo dan, de las ciudades que lo viven", apunta el actor de 'El Príncipe' y 'Vivir sin permiso'

  • "Es un mirlo blanco. De una humildad extraordinaria. Es luz y nobleza", dice de él su compañero Jose Coronado

  • "Me gusta ser actor, poder contar que hay otros mundos, otras realidades", confiesa González

El cine y la televisión son bienes necesarios que nos proporcionan atributos de vida, de inteligencia, de compañía, de felicidad. Sus historias son testimonios cálidos, nos dan aliento y en muchas ocasiones ponen voz a nuestra propia voz. Son entusiasmo y fortaleza en tiempos de desamparo. Álex González es hijo del cine y la televisión, en ellos tuvo muchas vidas que fueron desembocando en un amor eterno por ambos medios.

Desde niño tuvo inquietudes artísticas, sobre todo por la música, y a los 17 años empezó a coquetear con una escuela de teatro. Para iniciar nuestra conversación me cuenta: “Lo hice como si fuera un juego, nada serio”. Hasta que a los 19, un aparatoso accidente de moto, en el que sufrió graves lesiones, le dio un bofetón de realidad, le hizo ser consciente de que la vida iba en serio. “Siempre tuve una gran intuición, hice muchas cosas sin entender los porqués pero al final cuadraban: intuición y suerte”, se sincera.

Un día, en la soledad de un cine de barrio madrileño y después de ver Antes que anochezca, Antes que anochezcade Julián Schnabel (en la que Javier Bardem encarnaba al escritor cubano Reinaldo Arenas), decidió que ese había de ser su camino. “Nunca soñé que años más tarde iba a trabajar al lado de Javier en Alacrán enamorado, en un papel que marcó mucho mi carrera”, dice con admiración. “Ese viento de seda, es el tiempo que pasa”, escribió Cunqueiro.

Su primer trabajo fue en televisión, dando vida a Pablo Rueda en cuatro episodios de Hospital Central (emitidos en Telecinco en el 2003).

Pero la primera vez en la que fui consciente de su presencia fue cuando Miguel Ángel Silvestre dejó de manera súbita la serie Motivos personales y hubimos de improvisar su relevo con Álex, para dar vida al mismo papel, sin más explicaciones.

Todo se resumía en aquella secuencia en la que Lydia Bosch abría la puerta y ante la presencia de Álex encarnando al mismo personaje, Nacho Mendoza, no podía disimular su sorpresa. ¡Y tanto! Allí supimos de su talento y su nombre se quedó para siempre apuntado en nuestra agenda. Los años nos van aprovisionando de nosotros mismos.

Sus dos grandes personajes

Le vuelvo a formular la pregunta: ¿qué es lo que te atrajo de verdad a esta profesión? “La verdad es que me gusta ser actor, poder contar que hay otros mundos, otras realidades. Antes me interesaban más los personajes dramáticos, ahora me interesan más los que dan esperanza. Y sobre todo me gustan aquellos que intuyo que pueden gustar al público. Ese impulso me llevó a aceptar el personaje de Javier Morey en El Príncipe. Disfruté mucho haciéndolo y aprendí mucho, sobre todo aprendí que es el espectador el que te bendice o desaprueba; que captar su interés, su atención es prioritario. No conectar con el público significa el abandono. El Príncipe me dio todo eso: un grado de madurez, experiencia, éxito y un hermoso aprendizaje”.

Antes de pedirle que me hable de su trabajo en Vivir sin permiso, recuerdo los versos de Pablo Milanés: “Cada paso anterior deja una huella, que lejos de borrarse se incorpora”: “El personaje de Mario Mendoza fue un regalo. Siempre había hecho papeles de bueno y por primera vez me tocaba encarnar a un villano inteligente, sagaz, elegante y muy bien escrito. Le agradeceré siempre a Aitor Gabilondo y a Mediaset que me hubieran dado esa oportunidad”. “Además me volvía a reencontrar con Jose (Coronado). Le admiro mucho, trabajar cerca de él es de por sí una enseñanza. Es muy generoso. Nunca falla, es un valor seguro. Un espejo en el que mirarse”, vuelve a expresar con tono admirativo.

“Es un mirlo blanco. De una humildad extraordinaria. Es luz y nobleza. Tiene mucho talento y un recorrido muy largo. Seguirá haciendo grandes cosas en esta profesión”, le corresponde Coronado.

De él dice también Aitor Gabilondo, corresponsable de El Príncipe y productor de Vivir sin permiso: “Detrás de su aseado aspecto de futbolista, se esconde un canalla divertido y muy despierto. No me extraña que congeniara con Coronado porque como él, Álex también tiene que luchar contra el prejuicio de una cara bonita, pero estoy seguro que es como el buen vino y el paso del tiempo jugará a su favor. Estoy deseando verle en un papel de galán cómico, siempre he sospechado que lo bordaría”.

Introduzco también en la conversación a mi amigo del alma, el escritor Manuel Rivas; de su universo literario salió Mario Mendoza: “Todo ser humano tiene una zona de misterio o zona secreta. El buen actor es aquel que es capaz de trabajar con ella, de activarla, sin profanarla. La expresa haciendo creíble cada papel, fertilizando con misterio y secreto su personaje. Así es Álex. Puro realismo que borda con firmeza la fragilidad, que emite luz sin destruir la sombra”.

El vino y Galicia

Álex González descubrió Galicia en el rodaje de esta última serie y se enamoró de esa tierra, tanto que se llevó a toda su familia a pasar unas navidades allí. Un día paseando por Pontevedra le pregunté por esta experiencia: “He vivido momentos únicos -me dijo-, ahora entiendo eso que tú, Manuel, siempre me has dicho de los gallegos, de su sentido vertical de la lealtad por su tierra. Está muy presente el sentido de pertenencia y es muy generoso, muy inclusivo con todo el que llega”. Coincidimos al decir que en muchas ocasiones nos vinculamos a horizontes afectivos y los llevamos con nosotros, en nuestro equipaje sentimental durante una gran parte de nuestras vidas.

Le requiero para que me diga qué es lo que más le gusta del vino: “Siempre que abres una botella es algo muy especial. El vino te roba la conversación, hace que te vayas y vuelvas a ella. Te lleva. Cuando viajas el vino te habla de los paisajes que lo dan, de las ciudades que lo viven. Te da muchas referencias”. “En esos dos años que viví en la Ría de Arousa el albariño estuvo muy presente y no me imagino volver allí sin abrir una botella de ese vino”.

La última vez que nos vimos me dijo: “¿Sabes? Haciendo recuento, reparo que en Mediaset he pasado la mitad de mi vida y siempre fui feliz”. Fue comiendo en la Vinoteca Lavinia y nos dejamos sin beber una botella de Allende blanco del 2010, de uno de los magos del vino de este país, Miguel Ángel de Gregorio, un genio.

Elaborado en viñas viejas, con variedades viura y malvasía; untuoso, graso, elegante, voluminoso. Su recuerdo te persigue. Uno de los grandes blancos de La Rioja. Le propongo que sea para este momento compartido y Álex proclama su brindis: “Hace tiempo, en una cena en Galicia, le escuché decir a Paolo Vasile una frase genial de su padre: 'Éramos felices y no lo sabíamos'. He utilizado esa juiciosa sentencia en multitud de brindis con mis seres queridos”. “Brindemos pues y seamos conscientes de lo felices y afortunados que somos”.

Anda Álex por Navarra en el rodaje de una serie sobre el Camino de Santiago, Tres Caminos, Tres Caminospara Amazon Prime Video. Le despido al modo peregrino: ¡Buen camino! Palabra de vino.