El camino de Cris hasta aceptar el diagnóstico de trastorno bipolar: "No es nada fácil, pero todo mejora"

Cristina trastorno bipolaridad
Cristina le diagnosticaron trastorno de la bipolaridad a sus 25 añosCedida
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MadridA los 17 años, Cris vivió su primera depresión. Con el tiempo, los episodios depresivos, que le duraban uno o dos meses, iban y venían y durante años, se le diagnosticó depresión e incluso esquizofrenia.

Fue a los 25 años cuando la diagnosticaron finalmente trastorno bipolar, tras un episodio de manía -período en el que experimentan un estado de ánimo elevado o irritable- que la mantuvo hospitalizada. "Sentía euforia, hablaba mucho, tenía el lívido disparado, insomnio y estaba desinhibida", describe Cris.

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Estaba en plena juventud cuando supo por primera vez que vivía entre dos polos, aunque la aceptación de la enfermedad llegaría mucho más tarde. Mientras intentaba continuar con su vida, volvió a sumergirse en un estado depresivo "muy largo". Más tarde, cuando se mudó al extranjero para estudiar filología inglesa, el fallecimiento de su padre la desestabilizó y contra todo pronosticó, en vez de sufrir otro estado depresivo, tuvo un estado maníaco que la volvió a mantener hospitalizada.

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Los dos polos: episodios maniacos y depresivos

El trastorno bipolar es una enfermedad que aparece como consecuencia de una alteración en los mecanismos cerebrales que regulan el estado de ánimo. Además de la presencia de unos genes, se tienen que dar una serie de circunstancias precipitantes o desencadenantes externos: situación vital estresante, toma de sustancias, alteraciones hormonales (en el posparto) o toma de determinados fármacos (corticoides). Según se explica la "Guía para familiares y pacientes con trastorno bipolar".

La bipolaridad tipo 1, que es el diagnóstico de Cris, se caracteriza por episodios maníacos y depresivos, con periodos de ánimo estable (eutimia) entre ambos. Los episodios depresivos suelen ser largos, mientras que los maníacos pueden durar desde una semana o ser tan graves que requieren hospitalización, como ocurrió en su caso.

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Los episodios de manía se caracterizan por euforia o irritabilidad, autoestima exagerada, menor necesidad de sueño, pensamiento acelerado, impulsividad en el gasto, aumento de la actividad y la sexualidad, mayor verborrea y dificultad para concentrarse

El estigma y el miedo a revelar el diagnóstico de bipolaridad

Y es que, a diferencia de la idea popular, "este trastorno va mucho más allá de oscilaciones en el pensamiento. No se basa en estar en un momento feliz, y a la media hora enfadado o triste. Si no en episodios con una mayor duración o intensidad de la habitual", explica Myriam García Vera, presidenta de la Asociación Bipolares de Andalucía Oriental (BAO). "El desconocimiento sobre esta enfermedad genera estigma, lo que hace que la mayoría de quienes la padecen teman compartirlo", señala.

Normalmente, de forma natural, si el ánimo sube o baja mucho motivado por las circunstancias externas, volverá a equilibrarse por sí solo. Sin embargo, en el trastorno bipolar esta regulación se ve alterada, provocando que se mantenga el ánimo bajo o el ánimo alto durante el tiempo, con repercusión negativa en el funcionamiento social, laboral y personal de quien lo sufre.

Los episodios depresivos incluyen tristeza persistente, pérdida de interés, cambios en el apetito y el peso, insomnio, fatiga, agitación o enlentecimiento, baja libido, dificultad para concentrarse, sentimientos de culpa o inutilidad e ideas suicidas

Un diagnóstico que suele llegar tarde

En España este trastorno tiene una prevalencia estimada de entre el 1% y el 1,5% de la población, lo que equivale a entre 700.000 y 715.000 personas. Suele aparecer en el inicio de la edad adulta, entre los 20-30 años, aunque puede manifestarse antes, en la infancia y adolescencia o, por el contrario, retrasar su inicio hasta la tercera edad.

Myriam García explica que uno de los hándicaps actuales es el diagnóstico tardío: "Puede retrasarse hasta ocho o diez años desde la aparición de los síntomas". Según la presidenta de BAO, muchos pacientes solo buscan ayuda cuando están deprimidos, ya que no reconocen el estado de ánimo elevado como un signo de que algo no va bien. Como resultado, al principio, el diagnóstico suele centrarse en depresión, trastorno psicótico o incluso de esquizofrenia, en lugar de un trastorno bipolar.

Aceptar la bipolaridad como paso previo a la estabilidad

A pesar de que el trastorno bipolar es crónico y recurrente, y que los episodios no pueden predecirse, un tratamiento adecuado puede modificar su evolución y ayudar a alcanzar la estabilidad (eutimia). Para ello, reconocer la enfermedad es clave para evitar el abandono del tratamiento farmacológico -principal causa de recaídas- y adoptar hábitos de vida saludables. Dormir lo suficiente, llevar una rutina tranquila, hacer ejercicio y evitar el consumo de alcohol, drogas y bebidas excitantes son medidas que contribuyen al bienestar, pero requieren la aceptación de la enfermedad para mantenerse en el tiempo.

Cris tardó mucho en aceptar su diagnóstico. "Me costó bastante, no es nada fácil, pero una vez que lo conseguí, todo mejoró". La adherencia al tratamiento y el cambio de hábitos le ha permitido que, ahora a sus 48 años, pueda decir que lleva "15 años estable, con una vida plena". "Cris es el ejemplo de que se puede conseguir una calidad de vida", remarca Myriam García.

Acudir a los grupos de ayuda mutua y escuchar las experiencias de otras personas con el trastorno es una de las cosas que más le han ayudado a Cris. También, asistir talleres de psicoeducación y psicoterapia grupal que imparten en la asociación BAO, donde desde hace años es voluntaria y miembro de la junta directiva.

"Hay que trabajar mucho y tener mucha paciencia, pero teniendo conciencia del trastorno se puede convivir y conseguir una vida plena", concluye Myriam García.

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