Ictus

Los casos de ictus aumentan y la mitad de la población no sabe identificar sus síntomas: "Reconocerlos salva vidas"

Una experta explica qué es un ictus
Una experta explica qué es un ictus. Cedida
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Uno de cada cuatro españoles sufrirá un ictus a lo largo de su vida. Si de repente tú o alguien de tu entorno pierde la fuerza o la sensibilidad en la cara, un brazo o una pierna, tiene dificultad para hablar o entender, pierde la visión en uno o ambos ojos, sufre problemas de coordinación o equilibrio, o experimenta un dolor de cabeza muy intenso y repentino distinto al habitual, llama al 112: son los síntomas de un ictus. Cada minuto cuenta.

Actuar a tiempo puede salvar una vida y reducir las secuelas. Llamar a emergencias ante síntomas de ictus activa el Código Ictus, el protocolo urgente que permite actuar con la máxima rapidez para minimizar el daño cerebral.

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En España se producen cada año unos 90.000 nuevos casos de ictus y más de 23.000 fallecimientos, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). A nivel global, el estudio Global Burden of Disease (GBD) estima casi 12 millones de casos nuevos y más de 7 millones de muertes anuales por ictus, siendo la segunda causa de muerte en el mundo. Además, el ictus es la segunda causa de deterioro cognitivo en adultos y la primera causa de discapacidad en Europa.

En las últimas tres décadas, las cifras han aumentado un 70%. "La Organización Europea del Ictus (European Stroke Organisation) estima que en los próximos diez años los casos aumentarán un 35%, especialmente entre adultos jóvenes de entre 35 y 55 años", destaca Julio Agredano Lozano, presidente de la Fundación Freno al Ictus.

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¿Cómo actuar ante los síntomas de ictus?

"Al hospital no se va, al hospital te llevan. Nada de ir por medios propios", recalca Agredano. ¿Por qué? "Porque los hospitales públicos no están todos preparados. Y de los que sí lo están, no siempre están de guardia —y como ciudadano no sabes cuáles lo están—. Además, hay provincias que ni siquiera cuentan con hospitales dentro de la red ictus. Por eso es fundamental activar el código a través del 112".

Para frenar el ictus, detectarlo a tiempo es vital.
Para frenar el ictus, detectarlo a tiempo es vital.

El ictus es un accidente cerebrovascular que se produce cuando un vaso sanguíneo que lleva sangre al cerebro se bloquea o se rompe, impidiendo que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes. Cada minuto que pasa mueren alrededor de dos millones de neuronas, por lo que la rapidez es esencial.

Es la primera causa de muerte en mujeres en España, con casi tres veces más muertes que el cáncer de mama. "Mucha gente no lo sabe y asocia el ictus solo con hombres. En las mujeres, además, suele tardarse más en reconocer los síntomas, porque tienden a minimizarlos o tolerarlos más. Esto retrasa la petición de ayuda y reduce las probabilidades de supervivencia".

Las secuelas del ictus varían en cada persona, pero pueden incluir dificultades para moverse, tragar o controlar los esfínteres, así como problemas de visión, habla o concentración. También son frecuentes la fatiga, la pérdida de memoria y cambios emocionales como ansiedad o depresión.

Evitar un ictus es posible en el 90% de los casos

Hasta un 90% de los ictus podrían prevenirse adoptando hábitos de vida saludables y controlando los factores de riesgo vascular: hipertensión, colesterol alto, diabetes, tabaquismo, sedentarismo, obesidad o consumo excesivo de alcohol.

"En el caso de las mujeres existen factores de riesgo específicos relacionados con las hormonas, como el embarazo, el uso de anticonceptivos o la menopausia", señala Agredano.

Desde la SEN recuerdan que no es una enfermedad exclusiva de personas mayores: hasta un 20% de los casos se dan en menores de 50 años. La incidencia está aumentando entre los adultos jóvenes, precisamente por los hábitos de vida poco saludables.

Retos pendientes

"Hemos logrado reducir la mortalidad y la discapacidad, gracias, entre otras cosas, al acceso a técnicas como la trombectomía mecánica y a la implantación de unidades de ictus. También porque cada vez más personas reconocen los síntomas y, en lugar de irse a descansar, activan el código ictus llamando al 112", explica Agredano.

"Aun así, las cifras siguen siendo tremendas: más de la mitad de los afectados por ictus en España no superan la enfermedad, bien porque fallecen o bien porque quedan con una discapacidad grave".

El año pasado se publicó la Estrategia en Ictus del Sistema Nacional de Salud, que refleja retos evidentes, como la necesidad de seguir educando a la población en la detección de síntomas —"uno de los puntos clave son los colegios y las empresas"— para que cada vez más personas activen el código a tiempo. También se destaca la carencia de unidades de ictus para la prevención, una de las grandes asignaturas pendientes en España.

Cuidar al paciente tras un ictus: un gran reto

Otro desafío importante tiene que ver con la vida después del ictus. "Tenemos un sistema asistencial de atención aguda más o menos bueno en comparación con Europa. Sin embargo, seguimos teniendo un sistema deficitario en inclusión del afectado", indica Agredano.

Los pacientes pueden presentar secuelas muy diversas y requieren la intervención de múltiples profesionales: logopedas (para los problemas de lenguaje), fisioterapeutas (para las secuelas físicas) o neuropsicólogos (para las cognitivas). "El sistema público de salud ofrece una respuesta limitada: el acceso a la rehabilitación es muy complicado, y esta es fundamental para reducir las secuelas y, por tanto, la discapacidad", explica.

También es necesaria una rehabilitación emocional que ayude al paciente a reincorporarse a su vida diaria. "Para eso directamente no hay nada. Sin una red de apoyo, esta enfermedad termina por estigmatizarte y aislarte, porque genera un nivel de secuelas elevado. Por eso es muy importante ofrecer apoyo emocional, tanto al paciente como a los cuidadores y familiares, y evitar el aislamiento social", añade (pueden consultar los proyectos de inclusión de la Fundación Freno al Ictus).

Actualmente, muchos pacientes que no pueden acceder a la rehabilitación acaban con un mayor número de secuelas. "Las personas con menor poder adquisitivo, con peor situación social o que viven en determinadas zonas tienen peores condiciones que otras. Esta es una enfermedad muy clasista", advierte Agredano.

También falta ofrecer un mayor acompañamiento al paciente y a sus familiares para gestionar trámites como la solicitud de discapacidad, dependencia o cheques servicio que permitan costear la rehabilitación privada o adaptar la vivienda. "Existen recursos, pero hay que saber cómo acceder a ellos, y esta información no se facilita. Los trabajadores sociales de los hospitales no dan abasto", lamenta. Desde la Fundación, para cubrir esta carencia, cuentan con profesionales que ayudan a los pacientes y a sus familias a solicitar y tramitar las ayudas necesarias.