Qué bacterias peligrosas pueden aparecer en las piscinas

  • Lo más importante: vigilar a diario los niveles de cloro y pH

El Ayuntamiento de Vitoria cerró, a principios de julio, seis piscinas de cinco centros municipales en Aldabe, Ibaiondo, Mendizorroza, Salburua y San Andrés, ya que presuntamente se detectaron en el agua niveles muy altos de la bacteria Pseudomonas aeruginosa.

No hay datos globales de España, pero en Estados Unidos entre 2000 y 2014 más de 27.000 personas enfermaron por bañarse en agua mal desinfectada en piscinas, jacuzzis y parques acuáticos. Ocho personas murieron.

La Pseudomonas aeruginosa, cuya presencia se investigaba en las piscinas de Vitoria, es un problema de salud pública porque puede causar dos infecciones que son comúnmente conocidas como 'foliculitis de la bañera' y 'oído de nadador'.

Síntomas de la foliculitis y el oído de nadador

Los síntomas de la 'foliculitis de la bañera' incluyen erupciones cutáneas y ronchas rojizas en la piel que causan mucho picor y ampollas llenas de pus alrededor de los folículos pilosos. Los síntomas del 'oído de nadador' se manifiestan con picor, pus y dolor en el oído infectado. La bacteria Pseudomonas aeruginosa también puede causar infecciones en la córnea, en las vías urinarias y respiratorias y ocasionalmente dolores de cabeza y músculos, ardor en los ojos y fiebre.

Más de un millón de piscinas

En España hay más de 1,1 millones de piscinas privadas de uso unifamiliar o disfrutadas por una comunidad de propietarios. Una cifra a la que hay que añadir más de 70.000 piscinas de uso público. Todas ellas deben ser vigiladas con atención para evitar la proliferación de microorganismos patógenos capaces de alterar la salud de los bañistas.

Según los criterios técnicos-sanitarios, la presencia límite de la Pseudomonas aeruginosa en aguas de piscinas es de cero unidades formadoras de colonia por cada 100 mililitros de agua.

Además de esta bacteria, los indicadores microbiológicos buscan otros microorganismos: estafilococos, estreptococos fecales, coliformes fecales como la famosa Escherichia coli, coliformes totales o incluso legionela que suele aparecer en piscinas climatizadas o spas. La presencia de Escherichia coli es un indicador específico de contaminación fecal en el agua y su detección acarrea el cierre inmediato de la piscina para desinfectar el agua.

El cloro, desinfectante habitual

El cloro es el desinfectante más habitual utilizado en la desinfección del agua de piscina. El cloro libre residual es el cloro que queda en el agua después de que se haya acabado con toda la comunidad microbiana presente. Los valores del cloro libre residual deben de estar entre 0.5-2 miligramos por litro, porque la ausencia de cloro o la superación de ese límite conlleva el cierre de la piscina.

El causante de la irritación de ojos y de los malos olores en el agua es el cloro combinado residual, que resulta de la combinación del cloro libre con otras sustancias no patógenas presentes en el agua. El límite del cloro combinado residual se sitúa en 0.6 miligramos por litro.

Cómo se mide el cloro: del incoloro al amarillo intenso

En general, el cloro tiende a volatilizarse con la temperatura, lo que puede suponer que pierda poder bactericida por lo que en ocasiones se añade ácido isocianúrico porque este compuesto permite que los rayos solares no descompongan el cloro presente en el agua. La presencia de este ácido no debe superar los 75 miligramos por litro.

En el caso del cloro, para conocer el nivel de desinfectante en el agua, uno de los métodos más habituales es añadir unas gotas de ortotolidina en una pequeña muestra de agua. Esta sustancia reacciona con el cloro originando una tonalidad amarilla intensa cuando el desinfectante está en exceso y ningún cambio de color cuando el cloro está en defecto.

Si el pH es ácido (por debajo de 7), los bañistas pueden sufrir daños; si es básico (por encima de 8), el desinfectante no actuará con eficacia.

Parámetros del pH del agua

La determinación del nivel de cloro y de pH son dos de los parámetros que se analizan con más asiduidad en las piscinas, la mayoría de las veces prácticamente a diario. El nivel de pH es importante y debe mantenerse en unos valores aproximados de entre 7,2 y 7,8 porque si el pH es ácido (valores por debajo de 7) los bañistas pueden sufrir daños en las mucosas, ojos, piel, etc. y los elementos y materiales que componen la piscina se deterioran con mayor rapidez. Por el contrario, si el pH es excesivamente básico (valores por encima de 8), el desinfectante no actuará con eficacia, los usuarios pueden sufrir problemas dérmicos y las algas y microorganismos proliferaran con rapidez en el agua que puede adquirir tonalidades verdosas.

Del amarillo al fucsia intenso: así se mide el pH

Para medir el pH de las piscinas se utilizan diferentes métodos, pero uno de los más habituales, sencillos y eficaces es el empleo de rojo fenol. Al añadir unas gotas de esta sustancia en una muestra de agua, a pH inferior a 6,8 aparece una coloración amarilla y a pH superior a 8 surge una tonalidad fucsia intensa o violácea. A pH entre 6,8 y 7,8 el rojo fenol dota al agua de tonalidades que viran dentro de la gama del naranja por lo que es un análisis muy intuitivo y visual para saber si el nivel de pH del agua de la piscina es correcto.

Filtración y otras medidas

Para evitar la aparición de microorganismos, también el filtrado frecuente del agua es muy importante. Por ejemplo, una bañera de hidromasaje de más 4000 litros de volumen requiere un mínimo de tres cambios de agua completos cada hora.

Hay varias formas de mitigar el riesgo de aparición de Pseudomonas aeruginosa u otras bacterias en una instalación acuática. Además de mantener los niveles adecuados de desinfectante y el ajuste frecuente del pH, la limpieza rutinaria y exhaustiva del interior, el entorno y las superficies de piscinas y spas, incluidas las tuberías, controlar el número de bañistas y la duración de la exposición al spa y alentar encarecidamente a los clientes a que se duchen antes de usar una piscina o spa porque las bacterias patógenas pueden ser introducidas en el agua por los propios usuarios.