Uñas en invierno: trucos para evitar que el frío las vuelva débiles

  • El frío, la humedad y los cambios de temperatura pueden provocar que las uñas se resequen, se debiliten, se descamen y se rompan

  • Las manos están muy expuestas a los factores ambientales, por eso es necesario aprender a cuidarlas de la manera adecuada

El frío, la humedad, los cambios de temperatura y las calefacciones no son los mejores amigos de las uñas, son factores externos que pueden provocar que se vuelvan frágiles y débiles. Las manos y, por supuesto las uñas están permanentemente expuestas a los factores ambientales y es necesario aprender a cuidarlas de la manera adecuada para evitar que se resequen, se debiliten, se descamen y se rompan.

Del mismo modo en que cuidas a diario la piel con una correcta rutina de limpieza, hidratación y protección, debes cuidar tus manos y uñas para mantenerlas en buen estado e incorporar cosméticos específicos que actúen como barrera protectora contra la deshidratación.

Los guantes, de aliado a enemigo

Para evitar el frío, la solución lógica es utilizar un par de guantes siempre que estés en la calle, porque las manos carecen de glándulas sebáceas y al contacto con el frío se resecan con facilidad. A la hora de elegir los guantes, es importante prestar atención al tejido: además de mantener la temperatura corporal, deben ser transpirables para evitar la acumulación de humedad.

Si los guantes están húmedos, porque se han mojado con la lluvia o por la acumulación de sudor, se pueden convertir en el gran enemigo de tus uñas llegando incluso a provocar la proliferación de hongos, aunque éstos suelen aparecer más en las uñas de los pies, también las uñas de las manos se pueden ver afectadas.

Si vas a usar productos químicos o agresivos, procura utilizar siempre guantes de látex o nitrilo que preserven tus manos de posibles quemaduras, alergias, sequedad y otros daños.

También es aconsejable evitar los cambios bruscos de temperatura, para no exponer a la piel constantemente a la vasoconstricción y vasodilatación de los capilares, pero si no es posible, lo ideal es llevar las manos bien hidratadas para soportarlo

Hidratación todo el rato

No es ninguna exageración, es fundamental hidratar las manos y uñas a lo largo del día y especialmente siempre que te laves las manos. Las uñas están compuestas en un 18% de agua y es necesario mantener ese equilibrio hídrico, por eso una buena costumbre es llevar un tarrito de crema hidratante en el bolso, tener otro en el coche y otro más en el lugar de trabajo, así no tendrás excusa que impida una buena dosis de hidratación a lo largo del día.

Lo ideal es utilizar cremas sin alcohol, que refuercen la barrera protectora de la piel y que contengan ingredientes como el ácido hialurónico para captar y retener el agua y formuladas para proteger las cutículas y aumentar la resistencia de las uñas.

Si tu piel es especialmente seca o si tienes las manos ásperas y agrietadas, es aconsejable un aporte extra de nutrición antes de acostarte. Prueba a embadurnarlas de vaselina y deja que actúe toda la noche (puedes colocarte unos guantes, si los aguantas para dormir), notarás un cambio asombroso al día siguiente.

Limpieza y exfoliación

Si en invierno te has acostumbrado a lavarte las manos con agua caliente, ya puedes empezar a aficionarte al agua tibia y a activar la circulación con un chorro de agua fría, porque el agua demasiado caliente daña la epidermis y favorece la deshidratación de manos y uñas. Lo más importante es, después de lavarse las manos, secarlas muy bien para evitar que aparezcan bacterias u hongos bajo las uñas.

Si sueles llevar las uñas maquilladas, utiliza una base antes para impedir que amarilleen y usa un esmalte transparente para finalizar, de este modo se verán brillantes y durarán más tiempo maquilladas. Utiliza un quitaesmalte sin acetona para retirar el esmalte. Si sueles llevarlas naturales, en invierno procura utilizar un endurecedor o un brillo que las proteja.

Una vez a la semana es recomendable exfoliar las manos y para ello puedes usar una exfoliante facial o corporal. Este ritual te permite deshacerte de las células muertas y lucir una piel mucho más suave.

Limar y tratar las cutículas

Los gustos mandan en el largo, pero es mejor para evitar roturas, llevar las uñas cortas o con poco borde libre. Para mantener el largo adecuado, es mejor limarlas que cortarlas. Si necesitas retocar las cutículas, aplica un aceite y empújalas con un palito de naranjo. A menos que ya tengas experiencia, no las cortes y si no la tienes, acude a profesionales que lo hagan porque puedes cortar de más y provocarte heridas.

Protégete por dentro

El consumo de ciertos alimentos también ayuda a mantener la piel hidratada y protegida de los agentes externos. Aprovecha los alimentos de temporada y llénate de vitamina C, que puedes encontrar en alimentos como el kiwi, la naranja, el pepino, o el brócoli y antioxidantes, que te proporcionan las lentejas, las espinacas, las uvas, la granada, la cúrcuma o las nueces. Y, por supuesto, no te olvides de beber agua.