Una residencia de ancianos y una escuela infantil conviven con mucha felicidad, y también facilidad, en el mismo edificio en la localidad madrileña de Meco. Dicen que a medida que nos hacemos mayores, de algún modo, regresamos a la infancia. Y debe ser por eso que abuelos y pequeños se entienden de maravilla y cada día pasan juntos unas amenas horas de charla y ocio, dejando atrás el temor de estar solos que suele invadir a los mayores.
Se cumplen ya 20 años desde que ORPEA Meco decidiera que los internos de la tercera edad compartieran actividades con niños de dos años. La entrada es la de una residencia normal pero, tan solo un par de pasillos más adentro, se convierte en un lugar tremendamente especial. El pasado septiembre, unas 1.500 personas se manifestaron en Madrid para reclamar otro modelo de residencias a nivel nacional. Y la de Meco es una diferente a las demás.
El aula se anima con la llegada de Victoria y de otros 139 amigos mayores, como ellos los llaman. Una iniciativa que comenzó para los hijos de los trabajadores, con el fin de que pudieran conciliar la vida familiar, pero que ahora acoge ya a todos los pequeños del municipio que quieran.
María Gutiérrez, educadora infantil, explica que los residentes transmiten "muchísima ternura" a los menores y "les dan seguridad". "Les dicen lo guapos que son y lo bien que lo hacen", subraya.
A diario realizan actividades y juegos. A unos, ya con un avanzado deterioro cognitivo a causa del Alzheimer, les estimulan; a los otros, los más pequeños, les llena de felicidad reír y cantar con sus amigos del piso de arriba.
Por su parte, Cristina Pérez, terapeuta ocupacional, destaca que los mayores muestran cierta mejoría en muchas áreas como la memoria y la atención y "disminuyen sus sentimientos de soledad".
Se trata de una hora de respiro tras los difíciles años de pandemia de covid, "cuando se comunicaban a través de las cristaleras", recuerda Esther Pérez, directora de ORPEA Meco. Ahora ya se pueden tocar para jugar "al paracaídas", como dice de forma expresiva una de las pequeñas. Y así, día a día, estos niños llenan de color los claroscuros de sus mentes.