El auge silencioso del consumo de cocaína: "Creo que el estilo de vida de los españoles fomenta esa parte recreativa"
El periodista David López Canales ha publicado una investigación en la que examina las diversas dimensiones del consumo de cocaína
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España lidera el consumo de cocaína en Europa, con un 13,3% de su población de entre 15 y 64 años que la ha probado alguna vez, según el Informe Europeo sobre Drogas 2025. Muy por encima de países como Francia o Dinamarca (9,4%), y casi duplicando a Países Bajos (8%). Sin embargo, a pesar de estas cifras, apenas existe un debate público o político serio sobre el fenómeno. ¿Por qué se consume tanta cocaína en nuestro país y por qué apenas se habla de ello?
A estas preguntas intenta responder el periodista David López Canales en su libro ‘¿Una rayita?’, una investigación en la que analiza las múltiples caras del consumo y pone el foco no en la oferta —tan habitual en los medios—, sino en la demanda. Un tema del que apenas se habla y sobre el que existe un vacío político y social ante un fenómeno masivo y creciente. “Hay una ausencia total de campañas; pasamos del ‘no a las drogas’ al silencio”, comenta David en una entrevista con Informativos Telecinco.
Profundizando en los motivos que llevan a nuestro país a situarse en la cabeza del consumo , el autor explica que la cocaína encaja a la perfección con el estilo de vida español y con el modelo neoliberal actual: “Representa la productividad, por la aceleración que da y la capacidad de rendir más. Pero al mismo tiempo es la droga más consumida para escapar de eso, que hace socializar más, lo cual casa con el estilo de vida mediterráneo”.
Asimismo, destaca el carácter transversal de esta sustancia, que ha dejado de ser exclusiva de las élites para extenderse a todos los estratos sociales. “La coca ya no es la droga glamurosa y elitista de los ochenta, ahora es otra cosa”, señala durante esta charla, donde aborda esta y otras cuestiones.
Pregunta: ¿Qué te llevó a escribir este libro? ¿Hubo un momento concreto que te impulsó a investigar el consumo de cocaína en España?
Respuesta: No, fue más una decisión por acumulación de momentos: llevar tiempo sorprendido por lo normalizada que está la coca, conocer a varias personas cercanas intentando desengancharse entrando en clínicas de rehabilitación, ver la ausencia de una explicación pública o política a por qué se consume tanto… Al final lo que me llevó a escribir el libro es intentar responderme a ese por qué. Y es un tema que no tiene una sola cara, sino múltiples, lo que lo hace, para mí, aún más interesante.
P: ¿Cómo fue el proceso de documentación para este libro? ¿Tuviste acceso a consumidores, expertos o incluso traficantes?
R: Ha sido, sobre todo y en primer lugar, un trabajo para esclarecer las diferentes caras o realidades que tiene el fenómeno. Y eso va desde el consumo, las políticas prohibicionistas o la búsqueda del placer, por poner tres ejemplos. Unas realidades que he ido descubriendo y documentando a través de libros, datos y entrevistas. Con traficantes no he hablado para este libro, porque la cara del narcotráfico, de la oferta, por así decirlo, es muy recurrente y ya hay muchas noticias y trabajos sobre ella. A mí me interesaba abordar la demanda de cocaína y el papel que tiene el consumidor.
P: ¿Qué papel crees que tiene el estilo de vida español en el patrón particular de consumo de cocaína en nuestro país?
R: Creo que la mayor sociabilidad, el vivir más de puertas para fuera y el estilo de vida mediterráneo pueden fomentar esa parte recreativa del consumo. La ceremonia que implica el consumo, desde pillar la coca hasta consumirla, tiene mucho de ese estilo de vida. También creo que lo ha condicionado la identidad del país. La sensación de vivir en un país de nuevos ricos (hasta el crack de 2008), de aceleración y burbujas. Con lo que la cocaína tiene mucho de aspiracional y de desfase.
La cocaína representa la productividad, por la capacidad de rendir más, y ensalza al individuo, al yo, porque es una sustancia absolutamente egocéntrica, sólo importa uno mismo
P: Precisamente, en el libro hablas de que la cocaína es la droga perfecta para el modelo neoliberal de productividad y evasión. ¿Por qué?
R: Porque me parece que es la que mejor representa ese modelo. Representa la productividad, por la aceleración que da y la capacidad de rendir más. Es puro combustible. Lo hace, además, ensalzando al individuo, al yo, porque la coca es absolutamente egocéntrica, solo importa uno mismo. Pero al mismo tiempo es la droga más consumida para escapar de eso, para cortar rápidamente con las obligaciones y la producción y buscar su chute de placer, aunque efímero y con efectos secundarios, y consumar la evasión de ese modelo e incluso de uno mismo.
P: Además, es una droga que se consume en todos los estratos sociales. ¿Qué papel juega esta transversalidad en su normalización?
R: Creo que ha contribuido bastante. Mientras que en los años ochenta la coca era para las élites y creció, por así decirlo, con una imagen aspiracional; con el paso de los años, y sobre todo en las dos últimas décadas, ha ido perdiendo esa imagen. Eso sumado al precio, que no ha cambiado en treinta años, ha hecho que más gente la haya probado y la consuma, regular u ocasionalmente. La coca ya no es la droga glamurosa y elitista de los ochenta, ahora es otra cosa.
En los ochenta, con la heroína te tachaban de yonqui y de criminal, mientras que la coca era para gente adinerada que creían que no se volverían adictos. Aún hoy se banaliza su consumo
P: Sin embargo, la heroína quedó marcada por el estigma y la marginalidad, y la cocaína aún sigue teniendo una parte de ‘glamour’. Se consume en sociedad, incluso de forma banalizada.
R: Cuando comparamos la coca y la heroína se revela cómo se ha fomentado el consumo de cocaína. Si la heroína, como dices, estaba asociada con la marginalidad, la coca lo estaba con las élites. Con una te estigmatizaban y te tachaban de yonqui y de criminal. La otra era para gente adinerada que creían que no se volverían adictos. La heroína, además, supuso una epidemia de salud pública. Tras esa epidemia, la coca se distanció totalmente de la heroína y su consumo pasó a otra dimensión. Hasta el punto de que hoy incluso se banaliza su consumo o se trivializa la sustancia con chistes y memes, como si se hubiera perdido la consciencia de sus riesgos.
P: El subtítulo del libro apunta al silencio social que rodea al consumo: “Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello”. ¿A qué atribuyes ese silencio?
R: A que sólo los consumidores hablan entre sí de esta droga, sobre la cual banalizan. Y, sobre todo, me refiero a la ausencia de un debate y enfoque político serio y realista sobre el tema. Un enfoque que refleje los diferentes tipos de consumo, del esporádico recreativo a la adicción, y que profundice en el porqué de esos consumos. En España pasamos del “no a las drogas", que eran las campañas del prohibicionismo como modelo único, a la ausencia total de campañas.
P: ¿Existe relación entre este silencio sobre las adicciones y el hecho de hablar abiertamente de salud mental en España?
R: Bueno, hablar abiertamente de salud mental es algo bastante reciente en España. Hasta hace pocos años, a quien padecía un trastorno mental se le etiquetaba de loco. Había un estigma clarísimo. Las adicciones, y no sólo de drogas ilegales, sino el alcohol, el juego y tantas otras cosas, son una enfermedad mental de la que aún no se habla abiertamente. Sí que empieza a visibilizarse, poco a poco, y eso es muy bueno, porque a así, a las personas adictas, les costará menos dar el paso de reconocerlo y buscar una solución.
La estabilidad del precio se explica por la calidad del producto. Muchas veces está tan adulterada que ya no se puede considerar ni cocaína
P: Señalas que el precio del gramo lleva 30 años prácticamente congelado —mientras que la producción está disparada y el tráfico también—. ¿Por qué y qué consecuencias tiene esta estabilidad para su consumo?
R: Por un lado, fomenta el consumo, porque rebaja el poder adquisitivo necesario para consumirla. Hoy tenemos una oferta desbordada, en récords históricos, y lo vemos a diario con noticias sobre incautaciones, redes de traficantes y nuevas rutas. Pero también existe una demanda que, aunque altísima, no es tan elevada como para que suban los precios. Además, la estabilidad del precio se explica también por la calidad del producto. Mucha gente pilla cocaína que está tan cortada y tan adulterada que ya no se puede considerar ni cocaína. Es mucho más barata, pero se vende como si fuera buena.
P: España ha sido históricamente uno de los principales puntos de entrada de cocaína a Europa. ¿Crees que esto se ha gestionado de forma realista desde las instituciones?
R: En lo que se refiere a la gestión de la lucha contra el narcotráfico, entiendo que sí, y no sería yo quién para cuestionarlo. Otra cuestión es que esa lucha está perdida desde hace ya mucho tiempo. La realidad es que hoy estamos en récords mundiales de producción y no se plantean, al menos, debates serios sobre un posible cambio de modelo.
Se necesita una visión seria y realista que analice los consumos, porque no todos los consumidores son enfermos: hay quien se mete un raya una noche de fiesta y no es un adicto ni se va a morir
P: Si tuvieras que proponer un primer paso para empezar a hablar de forma honesta sobre la cocaína en España, ¿cuál sería?
R: El debate político. Creo que se debe empezar por ahí y, por consiguiente, hacer campañas que eduquen sobre el consumo e informen sobre lo que implica. Y no sólo hablar sobre los riesgos para la salud. Se necesita una visión seria y realista que analice los consumos, porque no todos los consumidores son enfermos: hay quien se mete un raya una noche de fiesta y no es un adicto ni se va a morir, aunque tenga sus riesgos. Así que para este debate hace falta madurez y valentía política, porque enseguida habrá otros políticos de partidos contrarios que acusarán de hacer apología de las drogas y dinamitarán la conversación. De lo que hay que hablar es de que vivimos en una época y en una sociedad dopada de hiperconsumo de sustancias. Y la conversación sobre ello es tan urgente como necesaria.