Las máquinas que barren las calles soplando, un "peligro" para la salud

  • Aumentan entre un 60 y un 70% el nivel de partículas en suspensión

  • "Deberían prohibirse en las zonas de bajas emisiones de las ciudades"

  • Las PM pueden afectar a los pulmones y al proceso digestivo

Las máquinas que barren las calles son un peligro para la salud de todos. Según un estudio de la Universidad Politécnica de Cartagena, los aparatos que barren las calles soplando aumentan entre un 60 y un 70% el nivel de partículas en suspensión contaminantes -PM 2,5 y PM 10- y arrastran restos fecales animales, compuestos cancerígenos y polen.

Las PM son partículas contaminantes, sólidas y gotas líquidas, que se encuentran en el aire y están formadas por cientos de diferentes químicos. Las hay de varios tamaños –de ahí los de 2,5 y 10- y formas y pueden venir directamente de una fuente: obras, campos, chimeneas o incendios. No obstante, la mayoría se forman como resultado de reacciones complejas de químicos, muchos contaminantes emitidos por centrales eléctricas, la industria y los automóviles.

Una investigación de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) publicada en la revista científica Air Quality, Atmosphere & Health concluye que las máquinas sopladoras que se usan para barrer las calles son un “peligro” para la salud porque aumentan el nivel de estas partículas entre un 60 y un 70%.

Las PM pueden entrar a las vías respiratorias afectando al funcionamiento de los pulmones y al proceso digestivo de los alimentos. La comida también se ve afectada si está expuesta para su venta al exterior.

La onda de polvo que levantan estas máquinas barredoras puede durar entre dos y cuatro minutos. Según uno de los investigadores, José María Moreno, "un minuto antes de que pasen ya se aprecia el incremento de partículas en suspensión y no se vuelve a la normalidad hasta dos minutos después de su paso".

Moreno considera "una insensatez levantar el polvo del suelo, que debería aspirarse directamente".

"Las zonas de bajas emisiones que las ciudades de más de 50.000 habitantes deberían comenzar con la prohibición del uso de estos aparatos", sostiene Moreno, quien destaca que son "los trabajadores que llevan estas máquinas quienes están más expuestos a sus nocivos efectos".