Al salir el cadáver del domicilio, vecinos y familiares de la víctima no podían dar crédito a que Mari, como la llamaban cariñosamente, hubiese acabado con la vida de su marido.
Algunos vecinos aseguran haberles oído discutir pasadas las tres de la tarde pero luego no escucharon ningún ruido hasta que las sirenas de la ambulancia y los coches de policía les alertaron.
Una llamada avisaba de que había habido una pelea y había dos heridos. La presunta asesina era la que llamaba al 112.
Según la investigación de la Guardia Civil, la asesina confesa entró en la habitación donde dormía su marido sobre las siete de la tarde y le golpeó repetidas veces en la cabeza con un rodillo de amasar. Después cogió un cuchillo de cocina y lo apuñaló varias veces hasta que fue consciente de que no respiraba y estaba en un gran charco de sangre.
Al llegar a la casa los agentes detenían a Mari, que no oponía resistencia mientras enseñaba a los agentes los golpes que, según su versión, le había propinado su marido. La pareja, de 42 años ambos, tenían dos hijos que han pasado la noche en el domicilio de unos familiares.