Vivienda

Una pareja de septuagenarios condenados por coaccionar a su inquilina para echarla del piso: "Hacía el agosto realquilando"

Alquileres en España: es posible regular, pero hace falta construir
El alquiler provoca en España situaciones paradójicas en los tribunales. Imagen de Archivo
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El relato muestra la realidad del mercado del alquiler en España y las paradojas legales que puede llegar a provocar un enfrentamiento entre caseros e inquilinos. Pongámonos en situación. Dos septuagenarios alquilan su piso a una mujer que vive en él con su pequeño de cuatro años y, ocasionalmente con su pareja. Esta, convierte el piso, según los acusados, en alquiler turístico y los subarrienda a turistas por 1.800 euros al mes. Ella pagaba al mes 625 euros, según el diario Levante.

Las sospechas surgen cuando los vecinos alertan de las conductas incívicas de esos nuevos inquilinos temporales y el trasiego de gente en el piso. Pero el juicio se ha celebrado contra los septuageniarios, que alertados por los vecinos se tomaron la justicia por su mano ante la imposibilidad de que la inquilina, -con los pagos al día y el contrato vigente hasta 2025- abandonara la vivienda.

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La coaccionaron, cambiaron la cerradura y falsificaron un documento de rescisión del contrato, según la sentencia que les condena a seis meses de prisión y el pago de una multa de 600 euros como autores de un delito de coacciones y otro de falsedad documental. La inquilina les pedía 30.000 euros de indemnización. Al menos, la sentencia les impone solo una multa de 600 euros por coacciones. La acusación pública solicitaba nada menos que tres años de prisión para los acusados.

La inquilina reconoció que alojaba personas en la casa pero no se lucraba

En el juicio, la mujer reconoció que "en casos puntuales" alojó a personas en su vivienda, coincidiendo con una etapa laboral en la que pasaba gran parte del mes fuera de España, pero dijo que no se había lucrado con ello porque eran "amigos". Unos amigos de los que no sabía ni siquiera el nombre.

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Los ancianos confesaron en el juicio que la mujer estaba haciendo el agosto a su costa. Y cansados, falsificaron la firma de rescisión de contrato y cambiaron la cerradura, dejando a la inquilina en la calle.