Tenían trece y diez años cuando su hermana desapareció. Mónica y Lorena tienen ahora veintitrés y veinte y deciden romper su silencio y hablar para las cámaras del programa. Una de ellas cree que su hermana está enterrada mientras que otra admite creer que fue incinerada: "Me quedo con la última versión que dieron los acusados", nos cuenta. Tal es su desesperación que confiesan que "sueñan con ella y les intenta decir dónde está".
Mónica y Lorena lamentan no tener un lugar donde poder llevarle flores a su hermana y mantienen la esperanza de verla en el más allá: "Si es cierto que hay otro mundo nos veremos allí y pasaremos el tiempo que no hemos pasado aquí abajo", dice una de ellas visiblemente emocionada.
Mónica y Lorena relatan cómo vivieron el fatídico día y especialmente la trágica noche en la que la joven desapareció de sus vidas para siempre. Llamadas de teléfono, nervios, rabia y mucha incertidumbre… un relato desgarrador con el que las chicas quieren “llenar el vacío que dejó Marta”: “La mínima esperanza siempre se tiene pero yo ya lo doy por perdido”.
La pérdida de Marta dejó un vacío enorme en las vidas de Mónica, Lorena y sus padres. Antonio del Castillo y Eva Casanueva no han vuelto a ser los mismos desde aquel día y sus hijas confiesa que "han cambiado muchísimo": "Mi madre apenas sale, siempre está mala", confiesan.
Lorena y Mónica recuerdan a su hermana y nos cuentan que compartían habitación. La echan tanto de menos que Lorena decidió, cuando fue madre a los 19 años, ponerle a su hija el nombre de Marta. Por su parte, Mónica recuerda de su hermana su olor a vainilla. Juntas hablan de los sueños que han tenido de ella: “En mis sueños me intenta decir dónde está”, confiesa Mónica. Se preguntan cómo sería su vida si su hermana estuviera viva y le preguntarían “por qué se hizo amiga de esas personas”.