300 euros de multa por el mugido de su vaca: excedía en 20 los decibelios permitidos
Se trata de Carmina, una joven vaca de una ganadería asturiana
El ganadero justifica los sonidos: "Tuvimos que sacrificar a la madre"
Marta García, ganadera, muestra su indignación: "Nos estamos volviendo gil***, estamos llegando a la mayor de las absurdeces"
Roberto, un ganadero que trabaja en Asturias, denuncia que el pasado 11 de octubre recibió una resolución por la que se le sancionaba con 300 euros por los mugidos de su vaca. Al parecer, un vecino le denunció, las autoridades determinaron que excedía en 20 el número de decibelios permitido y el acusado ha recurrido la sanción alegando sus motivos.
Los berridos de Carmina, una joven vaca de una explotación ganadera de Siero, en Asturias, molestaron tanto a uno de sus vecinos que avisó a las autoridades. Tras personarse en el lugar para hacer una medición de decibelios, comprobaron que excedía los límites y multaron al ganadero por sobrepasarlos.
Ahora, Roberto denuncia el caso en 'Ya es mediodía'. El ganadero apuntaba que han recurrido la decisión y ha explicado el motivo de los mugidos: “Tuvimos que sacrificar a la madre”. Con el recurso en marcha, solo queda esperar y, mientras tanto, el ganadero muestra en vídeo que Carmina está ya “tranquila” y no hay “ningún problema” con ella.
La indignación de una ganadera por la sanción
Poco después, la ganadera Marta García Martínez nos explicaba en directo en ‘Ya es mediodía’ que este tipo de mugidos corresponden a “un instinto animal”. Los animales que viven en granjas de producción están “con su madre” mamando durante un tiempo, pero luego se les desteta “para para garantizar como quien dice el bienestar animal de la madre”.
Cuando se les separa de la madre “todos los animales braman”, tanto los que viven en granjas de producción como los que no, con lo que Marta elevaba el tono para quejarse: “Volvemos al desconocimiento absoluto del campo y querer imponer las normas de la ciudad en los pueblos, como es vecino que ha venido de fuera…”, decía.
“Este vecino lo que tiene es muy poco que hacer, si estuviera trabajando 365 días como un cab*** como estará Roberto para abastecer de alimentos en la sociedad ni se percataba del mugido de la ternera que es un instinto animal”, reiteraba una cada vez más indignada Marta, que añadía que estos ruidos no superan los dos días y no son continuos, sino que se producen “a ratitos”.
En su opinión, con este tipo de situaciones lo que se quiere hacer es “imponer las normas de ciudad” en pueblos donde la vida es totalmente diferente y estas normas no pueden aplicarse: “Nos estamos volviendo gil***, estamos llegando a la mayor de las absurdeces”.