Amar, enamorarse, ilusionarse, sentir mariposas en el estómago, notar que tu pulso se acelera cuando la persona amada está cerca... Ver que no pasa el tiempo en su ausencia y que vuela cuando está a tu lado,... Estar triste y melancólica cuando no le vas a ver y darte cuenta que la vida es hermosa y que una extraña alegría te embarga cuando le ves llegar... Quedarte en estado de ensoñación recordando las palabras y las caricias últimas y darte cuenta que estás sonriendo y suspirando a la vez... Temer que algo pueda romper aquel encantamiento, ¿Tal vez el tiempo, la rutina, la monotonía? ¿Tal vez no crecer en paralelo? ¿Tal vez nuevos e incompatibles intereses?
Un proyecto común; estar convencida de que aquella es la persona con la que quieres crecer, formar una familia y envejecer juntos... Nuevos intereses, nuevas ilusiones, nueva casa, tu casa, su casa, la casa de unos futuros hijos, nuestro hogar... peleíllas y desacuerdos que parecen romper la magia... Reconciliaciones cada vez más tiernas y más intensas que te hacen ver que no estabas equivocada...
Y te comprometes en cuerpo y alma a llevar aquella hermosa ilusión a buen puerto. Y el sueño se cumple. Y eres inmensamente feliz...
Y pasan los años y llegan los problemas, los desencuentros, los silencios, algún portazo, algunas palabras no dichas, pero sí pensadas, algunas lágrimas,... Y un día te das cuenta de que te has equivocado y te preguntas :¿Qué ha pasado? ¿Él ha cambiado o he sido yo?...
Pero amas, le amas más que a nada en el mundo y, a poco que se vislumbra un rayo de sol en medio de la tormenta, le abrazas tan fuerte como tus brazos te permiten, le llenas de besos y das gracias a Dios por seguir juntos.
Pero ocurre que, alguna vez, aunque ames con toda el alma, te das cuenta de que de seguir juntos todo se puede ir al garete, puede llegar el odio y el resentimiento y, lo más importante, puedes dañar a los hijos que habeis traído al mundo para que sean felices. Y, antes de que eso llegue, decidís hacer vidas separadas, aun queriéndoos, aun echándoos de menos, aun siendo amigos o mejor, hermanos.
Sin embargo sois almas gemelas, estais hechos el uno para el otro y un buen día ocurre algo grave que os hace correr el uno en pos del otro para ayudarle, para apoyarle y entonces, en la madurez, os dais cuenta de que nada ni nadie podrá separaros nunca más y que, aquel proyecto de veinteañeros de llegar juntos a la vejez, se va a realizar.
Y amas con más profundidad, con más serenidad, con más admiración al otro y, cuando la vida os va quitando a los seres que queríais, y cuando la vida y el mundo os va desencantando y os va dando mazazos, más os unís, más os quereis y más deseais que esta vida sea larga para poder pasear por el parque cogidos de la mano, ver crecer a vuestros nietos y, cuando sea el momento, morir juntos, serenamente y cogidos de la mano.
Gracias a todos por vuestra compañía y por el cariño que me demostrais a diario.
Carla.-
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