Así se conduce un trineo de viento cuando el deshielo anticipado te pone en peligro

Hilo Moreno 01/06/2016 12:09

Una vez que el helicóptero nos dejó en medio del Inlandis comenzó la preparación del trineo. Mucha gente pensará que es algo tan fácil como montarse en el y salir navegando pero nada más lejos de la realidad: pasamos un día y medio montando nuestro vehículo y preparándolo para navegar por los hielos de Groenlandia. Os voy a contar un poco más de cómo es navegar el hielo gracias al viento.

El trineo tiene una estructura de madera compuesta por una serie de travesaños que se disponen perpendicularmente a unos raíles, todos ellos se unen con nudos y la labor de atar todos esos pequeños trozos de cuerda es larga y ha de hacerse con precaución. Durante la fase de preparación, Ramón Larramendi, el director de la expedición, consideró que, por seguridad, debíamos salir cuanto antes de la zona de aguas debido a un deshielo anticipado, porque se forman ríos y lagos que pueden ser muy peligrosos. Para ello, deberíamos separar el gran trineo en dos más ligeros y manejables con más capacidad de reacción a la hora de esquivar el agua. Ambos trineos se encontrarían en medio del hielo cuando hubiésemos ganado una altitud considerable libre del peligro del deshielo.

Nos dividimos en dos grupos, cada uno de tres personas. En uno iría Ramón Larramendi, Nacho García y Karin Moe Bojsen. En el otro Ignacio Oficialdegui, Vicente Leal y el que escribe. Con ese reducido equipo navegue por fin en el trineo polar de Larramendi, uno de mis sueños desde hace mucho tiempo, además, en una compañía difícil de mejorar.

La navegación en un grupo de tres personas se realiza en parejas: piloto y copiloto. Mientras, el tercero descansa en la tienda situada sobre el trineo. De esa manera vamos rotando los turnos haciendo jornadas muy largas. El segundo día logramos recorrer más de ciento veinte kilómetros durante los cuales, a veces, veíamos en la lontananza la gran cometa que impulsaba el de nuestros compañeros.

Fueron unos días de mucho viento, en algunos casos superando los cincuenta kilómetros por hora. El cielo estaba despejado y los eternos atardeceres de estas latitudes dibujaban un gran disco rojo en la línea del horizonte durante horas. Navegar sobre la nieve en esas condiciones es un espectáculo difícil de imaginar.

El tercer día el viento arreció y tuvimos que pilotar con escasa visibilidad. Nos dirigíamos al lugar que habíamos fijado como de encuentro entre los dos trineos, fuera ya del peligro de las aguas y a una altitud considerable. De repente, en medio del paisaje blanco neblinoso, avistamos el otro trineo parado sobre la nieve.

La maniobra para aparcar nuestro vehículo junto al otro no fue sencilla aunque Ignacio Oficialdegui la negocio con elegancia. Nos fundimos todos en grandes abrazos tras los días de separación, la tripulación por fin estaba al completa y podríamos continuar el viaje según nuestro objetivo: avanzar en un gran trineo de más de dos mil kilos hasta la cima del caasquete polar de Groenlandia, donde se encuentra la base científica de Summit.