Ya no es Navidad

telecinco.es 07/01/2009 14:26

En el colegio siempre celebrábamos la Navidad pintando sobre los cristales de las ventanas en clase, con pintura en spray plateada sobre plantillas de renos, gorros, arbolitos y estrellas de Belén.

¿A que no tiene pinta de que hoy vaya a hablar mucho de los pasillos? Pues no.

Pero sigo. La alegría de ver aquellas pinturitas allí, incluso durante alguna aberrante clase de matemáticas, era mayor no sólo porque anunciaban que pronto iba a ser Navidad y nos iban a traer cosas de Tente, unos juguetes de bloques que el año pasado dejaron de fabricarse para siempre, sino por el simple hecho, rebelde y estúpido, de haber puestos perdidas las instalaciones de un centro de enseñanza y haber contado, encima, con el beneplático de los profesores.

El regreso después de Navidad no era triste sólo por los madrugones, el regreso de las clases de matemáticas y el fin de las comidas familiares con regalos incluidos, sino porque el aula volvía a ser fea, los cristales habían vuelto a su estado absolutamente anodino y al otro lado de la ventana no sólo estaba el mar, que nunca me gustó nada, sino árboles que muy a menudo estaban mojados y, para colmo, se habían quedado sin hojas.

Lo más triste, a veces, era descubrir que alguna incompetente empleada de la limpieza había dejado allí algún rastro de nieve artificial, en alguna esquina del cristal, en el que aún se podía intuir la esquinita de una estrella, la rama de un árbol o el cuerno de un reno.

De todo ese imaginario navideño, eran los cuernos de los renos que seguían allí era lo que más me molestaba. Con su pinta de rama caprichosa y podrida, no se parecía en nada a lo que debería ser la Navidad, al menos cuando uno tiene 10 años (o 40, a decir verdad). La mayoría de las veces, desde donde estaba colocada mi mesa, uno podía confundirlo con alguna rama blanca de los árboles de fuera. La parte que había sido bonita y segura desde el interior del cristal parecía formar parte, de repente, del paisaje frío de fuera. Como cuando se cuela una avispa en casa.

Hoy cuando llegué a Telecinco tras las Navidades resulta que también había de esos en algunas ventanas, todavía sin borrar, y restos bastante muertos de la decoración de hace quince días. No me pareció buena mañana de empezar la mañana y mucho menos el año. Pero bueno, amiguitos. Qué le vamos a hacer.

Esto es Telecinco el primer día después de Navidad. En mi cabeza llena de pájaros y rayas de colores se me pareció demasiado a todo aquello.

Algunos trozos de espumillón con bolitas grises siguen colgando de esos halógenos que hacen que todo parezca hecho de metal.

Algunos se han caído y se han quedado metidos detrás de un ordenador. A su manera, los cables no deben de ser del todo incómodos y seguramente la CPU da un calorcito más agradable que el de los halógenos.

Estas mandarinas debían de estar destinadas a algún convite navideño entre los trabajadores. Algunas aún siguen envuelvas en papel de plata rojo. Las demás están bastante podridas.

El plató de ¿XQ no te callas? sigue en pie, pero es más bien un almacén para el atrezzo de Está pasando. Así a su modo, el nombre que le pusieron ha acabado teniendo su gracia. Allí ya no habla nadie.

A la salida del plató de Ana Rosa, la charla entre un hombre que fumaba un cigarro apoyado sobre la mesa del decorado de Rojo y negro y unas señoras del público, que salían a tomar fresco durante la publicidad, no difería mucho del tema de los cuernos de los renos con el que empecé este post.

-Yo soy de Alcobendas y de vez en cuando voy de copas con él -dice el hombre-. Y os digo que es mentira.

-Pero si dicen que aparte de con la colaboradora está con otra.

-¿Ah, sí? ¿Lo has visto tú con tus propios ojos?

-Lo han dicho y si lo han dicho será por algo.

-Pues ya verás en la entrevista del viernes, ya lo aclarará todo él.

-Pues no pienso creerme nada.

-Pues eso es problema suyo.

No hará falta de que diga que hablaban de la parejita de 2008, Efrén y Soraya, también muy de renos y muy de invierno ellos dos y que si tenemos suerte podrían quedarse totalmente olvidados este 2009.

Después, cuando camino por los pasillos, me encuentro con un joven maquillado de color naranja y listo para entrar al plató de Ana Rosa. Me pregunto si será uno de esos triunfitos a los que ya no recordamos. Un rato después, mirando la televisión de la cafetería, me doy cuenta de que es un sevillano anónimo que va a hablar a un debate en El Programa de Ana Rosa sobre el desmedido alcoholismo de los jóvenes durante las navidades.

"El consumo de alcohol tiene efectos inmediatos como dificultad para el habla y la pérdida de la capacidad psicomotriz", dice una voz en off sobre imágenes de chicos con las pupilas de los ojos difuminadas para que sean absolutamente irreconocibles para sus madres cuando vean la televisión. Pues sí, amigos, sí. Si sus efectos fueran el de una apabullante claridad de ideas y ataques de caridad cristiana, no lo beberíamos. Una vez dijo no sé qué científica famosa (que muy famosa no debe de ser porque no recuerdo su nombre) "el cerebro no busca la verdad, el cerebro busca la supervivencia". Podrás llevar a dos trabajadores del SAMUR que nos cuenten horrores sobre los botellones, Ana Rosa, pero yo me quedo con los principios de la neurociencia.

Cuando en el colegio veía las estrellitas navideñas serigrafiadas sobre los cristales y detrás el paisaje de árboles muertos no pensaba que muy probablemente ese producto contaminante y pegajoso había contribuído a que las hojas y el tronco se fuesen a tomar por el saco, sino que era Navidad, simplemente, y que iba a comer pollo asado, a tener regalos y así en términos generales que sólo pueden pasar cosas buenas en esa época del año. Pero no es así: en realidad la gente en navidad se muere un 30% que el resto del año. Y también se mueren los arbolitos y los renos y desaparece la nieve y después todo lo demás.