La casa de las fieras, el de la casa y uno que pasaba por allí

telecinco.es 02/01/2009 08:28

Si hacemos recuento de animales, en esta edición hemos tenido ya un (Ivanchu, residente en la casa nueva desde el primer día), tres , una (Casandra), un cachorro de (Amanda), cinco (uno por concursante, Liz ha bautizado al suyo Palomares), unas 990 y miles de (perdí la cuenta en los 2.900). Por último, se incorporarán en breve dos , ignoro si con la intención de ocupar el lugar dejado tras la salida de Ana. Eso sin contar algún lirón, un pulpo, más de una arpía y alguna que otra especie que ni me atrevo a mencionar. Esto más se parece a una reserva animal, o como llamaban al viejo y desaparecido zoológico del en Madrid, una ''.

Bien es verdad que las fieras están muy mansas últimamente. Llegados a este punto del programa, se produce siempre el mismo tipo de brote nostálgico que hace a los habitantes de la casa de sumirse en una intermitente tristeza, incrementada día a día hasta el punto de empezar a recordar con frecuencia cada vez mayor todo tipo de situaciones vividas. Se llegarán a acordar hasta de Germán, que ahora parece perdido y medio anulado en otro programa que no parece precisamente hecho para él. Casi todo lo recordarán, además, con generosidad, hasta probablemente echar de menos las broncas, que animan una convivencia tanto como inevitables resultan siempre.

Aunque estos días han pasado de contar y , además de disfrutar de la compañía de ese poderoso con tamaño de peluche, a celebrar el fin de año. Lo primero lo han hecho con resignación, ya que es una parte de la prueba semanal tan asquerosa que se quitaban las ganas de mirar la 'ventanita'. Afortunadamente había ocasiones en que el plano se centraba en la pequeña leona, que admite miles de planos a poco que se espabile. Lo segundo lo hicieron con tanto empeño que en algún momento terminamos viendo al felino para evitar tener que codificar la emisión. La desinhibición de Almudena ante un Julito que una vez liberado del yugo de Mirentxu recuperó su faceta de stripper, nos trajo el momento más encendido de la noche, justo cuando el canario le hacía uno de esos lap dance en los que el espectador no puede tocar al bailarín, lo cual no fue seguido por Chiqui de forma demasiado estricta.

Las consecuencias de la fiesta las pudimos observar ayer, día en que el panorama de la casa no desentonaba mucho con el de otros muchos hogares en los que la resaca y el aturdimiento reinan siempre durante casi todo el primero de año. Para ellos fue un día en el que estuvieron asociados de forma inseparable a los hurones, de los que no se podían separar hasta la noche. Y nada más separarse del desfilaron hasta la cama de forma temprana. Liz y el "ave nocturna" Iván fueron los primeros en acostarse, no tardando mucho Orlando, Julito y poco más tarde Almudena. Claro que la cabra tira al monte (cabras humanas, que no enanas, en este caso) y el nocturno hizo gala de ello levantándose pronto a deambular por la casa, imagino que fumando un cigarrillo en soledad, como ha hecho otras veces.

Tan 'petados' estaban que por la mañana tuvieron que ponerles la zanahoria delante (como a los burritos) de un para desayunar, porque de otro modo posiblemente no se hubieran levantado hasta la tarde, aunque también es cierto que tras el desayuno volvieron a la cama de nuevo. No sé si les afectó más la juerga o contar gusanos, algo que no fue capaz de hacer Liz y tuvieron que suplirla en la labor, naturalmente con la autorización del 'super'. Liz no podía contar, menos mal que no les pidieron hacer de sexadores de gusanos. Eso sí, los primeros treinta se llevaron las inestimables caricias de los habitantes de Gran Hermano, algo que difícilmente podrán olvidar.

Como digo, el momento estrella de la noche fue cuando Almudena decidió no cortarse un pelo, abriendo el calzoncillo (blanco y no amarillo esta vez) de Julito para meterle dentro un hielo que llevaba en la boca, comprobando luego que el hielo continuaba dentro hasta derretirse. En la parte que no vimos parece que el canario perdió su ropa interior y la cartagenera le mordió los pezones. Que luego no se diga, esto es mejor que un documental de animales en 'La 2'. Chiqui es así y así se muestra, lo cual es lo mejor de ella, casi su único bagaje. Bueno, en su equipaje vital también porta un corazón enorme, que deja ver solo cuando modera sus formas y abandona la sempiterna pretensión de llamar la atención, probablemente relacionada con su escaso tamaño. No creo que nos demos realmente cuenta de hasta qué punto puede ser una gran dificultad ser bajito, y si no que se lo digan a los chinos, donde hasta hace poco exigían una estatura mínima en casi todos los trabajos, incluso para ser juez.

En esa hay un habitante que se autocalifica como "el de casa". Se trata de Julito, y su frase está siendo ya motivo de burla entre sus compañeros. Julito 'Corazón de León', como le llama Tomás Blanco (al que devuelvo el saludo desde aquí y le deseo un buen año), ese que habla con el corazón en la mano, el mismo que le lleva por la senda de la generosidad. Es tan caritativo que hasta parece una caricatura, no creo que sea fácil llevar hasta el límite que él lleva la autoimposición del marchamo de bueno, como escribiera en su 'Retrato': "en el buen sentido de la palabra bueno". Tras la cena de Nochevieja le daba la brasa con esto a Liz: "Yo soy Julito el de casa. Julito el de siempre. Y los que no me quieran que se jodan". Ahí se le fue un poco el discurso, no es tan de ser bueno desearle el mal a nadie. Pero lo suplía con toda la emoción del mundo pegada a su garganta.

Liz estuvo inmensa el miércoles por la noche. En la conversación que relato, Julito hace una exaltación de las madres y los padres, al menos de los suyos. "Tengo dos personas que siempre están aquí, que son mi padre y mi madre. Que nunca me van a fallar". Liz le intenta desengañar entonces: "Las madres suelen fallar", le dice. No creo que se dejara llevar tanto por su experiencia personal como por la necesidad de llevarle la contraria cuando se pone histriónicamente emotivo. Antes de esto le había metido Liz un rejón de fuego a Orlando. Fue durante los brindis que hicieron todos, en donde parecía , o algo así, dedicando el suyo a todo lo habido y por haber, tipo "paz en el mundo" o similar. Llegado el momento le soltó a Orlando: "A ti no, que todo te da igual". El feriante, que pasaba por allí, se enfadó por esto, si bien había explicado antes que las fechas navideñas no tienen una especial significación para él. Digamos que no le resultan emotivas, o sea, como todo lo demás. No en vano tengo dicho que este concursante es un "deficiente emocional".

Puestos a elegir entre el de la casa y el que pasaba por allí, me quedo con este último. Ya sé que no están en liza los dos esta semana, puesto que Orlando se salvó de la nominación desde el principio, pero los dos me han tenido durante buena parte de estos meses en la duda, debatiéndome entre el desinterés y la simpatía. Hoy en día, Julito ha perdido en simpatía ganando en desinterés, justo lo contrario que me ha pasado con Orlando. Las razones no siempre son claras y mucho menos explicarlas. Como decía 'Cándido': "Las palabras ensombrecen los pensamientos", y ese es el mayor enemigo de quien se supone un cronista, aunque yo prefiero lo de analista, con bata blanca incluida. Siguiendo el argumento de hoy, aficionado que gusta de mirar de cerca cada movimiento de sus insectos en el laboratorio. Valga el símil.

Julito ha pasado de su condición de 'pulpo' a la de 'Corazón de León' en tres meses y medio. Entre medias hacía que ayudaba en la cocina y la limpieza de la casa, aunque poco ha debido aprender de ambas labores. Basta con comprobar que Palomares aprendió a hacer croquetas, y hasta hizo una paella vísperas de su expulsión. Por su parte, Julito no se ha vuelto a meter apenas en la cocina, llevando Almudena a partir de ahora el peso mayor de esa labor. En cuanto a la limpieza sigue destacando por ello, lo cual no quiere decir que sepa realmente limpiar ni que sea realmente útil tanto esfuerzo. El otro día le veía pasando por el lavabo la misma bayeta con la que había limpiado el retrete, lo cual es más bien contraproducente, por así decirlo. Si esto fuera un concurso de limpiadores tampoco lo iba a ganar, mucho me temo.

Pero resulta que no lo es, y por tanto su esfuerzo ha sido en vano. Se puede decir sin engañar a nadie que ha contribuido más a mantener la casa limpia que otros como Iván, al que ahora llaman vago tras fracasar estrepitosamente las acusaciones de egoísta y prepotente. También es cierto que una labor como esa es importante para la buena convivencia, pero siempre y cuando no se venga a pregonar, esforzándose en transmitir el mensaje de que "nosotros somos los humildes trabajadores" mientras otros descansan o se remojan en el jacuzzi. Es como el caritativo al que le urge comunicar lo generoso que ha sido, en cuyo caso no se trata de la expresión sincera de un sentimiento sino más bien de una inversión en la que la propia imagen es la beneficiaria.

Esto es lo que me ha fallado en Julito, que haya sido evidenciado por actitudes como la del martes pasado, cuando tras salvar a Liz en lugar de a él mismo, insiste tanto en su buen corazón, da por supuesto que quienes le abuchean en plató (¡qué mala costumbre! deberían erradicarla) no habrían hecho lo mismo porque no son capaces, no son "Julito el de casa", el que tiene "un corazón enorme". De igual forma que se descubre al decirle a Liz que además se ha dado cuenta de que a los otros dos nominados les han abucheado y a él no. Julito se ha visto ganador, dueño de la casa en el momento final, y no saldrá del error hasta verse fuera de allí. Sus actos han quedado retratados como una campaña personal continua, que además de poco natural se me antoja excesivamente torpe.

Por su parte, Orlando ha ido ganando puntos en mi modesta opinión, hasta llegar a no molestarme tanto su falta de definición o su . Es tibio, sí, no hay que negarlo. Además, tiene una dificultad clara a la hora de manifestar sus sentimientos, lo cual me deja frío muchas veces, si bien me ha tranquilizado en ese sentido verle emocionado ante la expulsión de Carlitos, o llorando desconsoladamente leyendo la tarjeta de felicitación en Nochebuena. Ahora me inclino a pensar que cuando escucha a Iván y apenas cambia el gesto de la cara, al tiempo que no dice ni palabra, como si estuviera absorto en otra idea, posiblemente es porque está de acuerdo y no hay nada que le inspire hacer comentario alguno.

También pienso que su forma de expresar el apoyo, o hasta el cariño hacia una persona, es diferente al que podemos ver en otros. Orlando lo puede hacer simplemente estando. Su presencia, la forma en que ha hecho compañía durante horas, ya fuera en el jacuzzi, en el rincón de pensar o en los sofás del salón, a Iván y Almudena, ha sido una expresión inequívoca de fidelidad. También lo ha sido que casi no haya dado ni un paso atrás a la hora de nominar, siendo fiel a los suyos e incluso coincidiendo muchas veces con las nominaciones de Iván. Es un tío tan frío, que cuando le veo chocar su cabeza mientras abraza sonriente (esto es casi permanente en él) a Iván, me llego a sobrecoger de la emoción. Y además, es un canalla de primera en las fiestas, probablemente el número uno, el más impenitente, manteniendo el listón arriba siempre. Todas estas cosas son por las que ha ido el feriante sumando puntos para este gato.

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