En los enfrentamientos finales el primero que cede pierde

telecinco.es 16/12/2016 10:19

La gala de los enfrentamientos entre los que están dentro y algunos de los que fueron sus compañeros se nos presentó como “el clásico”. ¡Ni que fuera un Barça-Madrid! Hombre, clásico no lo hace el que se haya repetido dos o tres veces, seamos sinceros. A mí me gustó más la variedad juicio sumarísimo que tuvimos en GH VIP 3. El juez era muy auténtico y tenía en su balanza a Belén Esteban y a Ares Teixidó pesando lo mismo. Se notaba que lo suyo era debilidad por las dos. Habiendo juez y alguacil de por medio la cosa pinta diferente. Mucho más humano que lo de esa fría sala con sillones enfrentados.

Allí salen los contendientes como en un circo romano, aunque a mí más me parece como el juego del gallina. Este juego es aquel en el que cada uno de los dos jugadores conduce su vehículo en dirección contraria al del otro. El que primero se desvía de la trayectoria para evitar el choque pierde. Entonces, es humillado públicamente por comportarse como un gallina, de ahí el nombre del juego. En nuestro caso, gana el que menos se mueve de su camino contra el otro. No se trata de ofrecer mejores argumentos ni gritar más. Basta con mantenerse en su objetivo, que es el contrario.

Los dos jugadores enfrentados tienen unos pocos minutos para mantener un enfrentamiento en el que no tienen nada que ganar y solo el orgullo puede evitar que se echen atrás. Al igual que en el juego real del gallina, el menor síntoma de debilidad hace perder a un jugador. No es cualquier cosa este juego. El filósofo y matemático Bertrand Russell lo comparó con la carrera armamentística y la escalada nuclear. Ahí es nada. No hace falta decir que no prueben con sus coches, seguro que todos tenemos algo mejor que hacer.

Un ejemplo de este juego está descrito en la película 'Rebelde sin causa', una de las causantes del mito de James Dean. En este caso, los jugadores conducen sus vehículos hacia un precipicio. Por tanto, el primero en saltar del coche es el gallina. El concepto es el mismo, solo que no necesitan valorar lo que hará el contrario para hacer justo lo contrario. Basta con aguantar más que los demás. La versión en que dos conductores kamikazes se dirigen hacia el contrario es mejor ejemplo, aunque en cualquiera de los casos el juego se basa en la idea de crear presión hasta que uno de los participantes se echa para atrás.

En teoría de juegos supone un importante método de negociación. Se puede decir que es una estrategia en la que cada parte retrasa el momento de hacer concesiones hasta que el final del período de negociación es inminente. Es igual que en los enfrentamientos vividos anoche. Ni una concesión al contrario hasta que el encontronazo se va a producir. Curiosamente, con Pol y Miguel estuvo más cerca que nunca. Pol jugó mejor. No hizo ni siquiera la concesión inicial de saludar a su contrario. Bea le preguntó: “¿Me das dos besos?”, y Pol contestó con contundencia: “No”. Mal si se empieza cediendo. Adara lo hizo con Miguel, aunque jugar al gallina con él es imposible porque no sabe lo que es ir en línea recta y va siempre dando bandazos, sin orden ni concierto.

En el juego del gallina, la presión psicológica obliga a uno de los negociadores a ceder para evitar un resultado negativo. Si ninguno cede nadie gana, lo cual viene a ser una táctica excesivamente peligrosa, ya que se producirá la poco deseada colisión. Si comparamos este modelo con el dilema del prisionero (del que ya hemos hablado aquí varias veces, la última en esta misma edición) observamos un contraste importante. En el dilema del prisionero hay una acción que siempre es mejor que las demás. Sin embargo, en el juego del gallina la mejor decisión es hacer siempre lo contrario de lo que el otro vaya a hacer.

No me pareció que Bea estuviera dispuesta a evitar la colisión con Pol, y tampoco con Adara. Su única concesión fue reconocer que le pierden las formas, lo cual más que un giro es una finta, insuficiente para considerar que está cediendo. Especialmente porque mientras miraba los vídeos no podía evitar sonreír, lo cual da muestra de que no se avergonzaba mucho de haber perdido las formas tantas veces. Bea se encontró frente a dos kamikazes con nula intención de ceder. Habían subido hasta allí con un objetivo y tenían que cumplirlo. Está claro que Pol está corrigiendo sus errores del pasado y no se aparta ahora de su camino, que es también el de Adara.

En el careo entre Meri y Alain este no parecía dispuesto a ceder ni siquiera por alimentar su buena imagen de chico correcto. No parece muy amable decir a Meri que no la ha echado de menos. Todo fuera por no salirse de su camino, probablemente confiando que en caso de colisión era Meri la que tenía todas las de perder. Sin embargo, ella fue la más dispuesta a hacer concesiones todo el rato. Admitió que era una “brasas”, como le dijo Jorge Javier, y que no hay posibilidad alguna de tener algo con Alain. Me pareció que protegía mucho al que ha sido su amado, y no lo digo solo por la forma de contar lo que pasó bajo las sábanas, que evidentemente no fueron solamente unos besos. A Meri no le importó quedar como gallina si eso puede servir para que el francés siga haciéndose el gallito.

Aparte del interés que tienen estos cara a cara por ver si finalmente se termina estrellando alguien o no, hay otro ejercicio que propongo para pasar el rato. Siempre hay quien ve triunfo apabullante en una de las partes. Es algo parecido a lo que pasa con la manida frase de "no sé qué programa estás viendo" o "yo debo estar viendo un programa diferente". La última moda es acusar a los que no opinan lo mismo de estar viendo “GH Cuenca”. No hay dos realidades sino una misma interpretada de distintas formas. No es que veamos cosas diferentes, sino que cada uno utiliza un mecanismo mental distinto según el cual una misma acción es interpretada de distinto modo.

Esto explica que algunos anoche jaleasen a Rodri y otros a Adara, considerando todos que su favorito estaba dando un revolcón dialéctico a su oponente. No hay posibilidad de apelar a la objetividad porque el ser humano no es objetivo, su naturaleza dificulta mucho esa postura. Por eso un juez debe manejar pruebas y evidencias para tomar decisiones. Unas decisiones nunca basadas en su opinión personal, inevitablemente condicionada por su condición humana. Si nos basamos en evidencias, el lenguaje gestual de Rodri es demoledor en su contra.

De momento, Rodri apareció mascando chicle, lo cual debiera saber que está terminantemente prohibido en la televisión. Lo peor del chicle no es masticarlo sino que se vea. En el momento que asoma el chicle se produce un fracaso igual que para una mujer es enseñar pezón. No puede ser, ni que sea parcialmente. Nada importa ir enseñando las 'mamellas' generosamente si no asoma pezón por ningún lado. Ahora bien, un ligero atisbo de sombra de aureola y tenemos el lío armado. Con el chicle es parecido, tiene un pase ver claramente como alguien masca chicle, pero que no asome entre los dientes. Eso sí que no.

Más descriptivo es que Rodri no parase de tocarse la cara, en particular la nariz. Lo hizo todo el rato, y posiblemente no es más que una forma de manifestar sus nervios. Pero si hacemos caso a las más extendidas teorías psicológicas, si alguien se toca la nariz quiere decir que está mintiendo. O sea, según esto Rodri no paró de mentir. Jorge Javier pregunta: “¿Te gustaba mucho Adara?”. Rodri se toca la nariz, vuelve a inspeccionarla por fuera y casi parece que quisiera meter sus dedos dentro. Con una mano casi pellizcando la punta contesta: “Siempre me ha parecido una chica atractiva y me ha llamado la atención”. Adivinen dónde está aquí la mentira.

Hubo un momento en que Rodri puso su mano tapando casi media cara y temí que fuera a quedarse dormido. Para que hubiera estado más cómodo en lugar de un sillón deberían haberle puesto una hamaca. Entonces sí que se nos queda frito en directo. Vimos unas imágenes en las que Rodri le contaba a Bea que en algunas épocas no habían tenido agua caliente en su casa y su regalo de reyes había sido solamente unas zapatillas. Bien envueltas, eso sí. Mi duda es si Miguel le habría acusado de estar pulsando el botón del victimismo en caso de haber estado presente en la conversación.

Saco la conclusión de que en TVE pagan muy mal a los subdirectores de informativos, cargo que ha tenido su madre de forma continuada según iban pasando jefes de informativos, presidentes de la corporación (antes ente público) y hasta gobiernos. 17 años como subdirectora, desde 1990 hasta 2007. Sucesivamente: Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero en el poder. Rosa Puch era incombustible, igual que los Rolling Stones. Y al mismo tiempo muy mal pagada, ya digo. Estar sin agua caliente es como para Juncal estar sin tabaco. No digo más.

Los que acusan de victimismo son luego quienes más usan ese recurso inútil. Las circunstancias dadas nunca influyen en el juego. Otra cosa es tener un desengaño amoroso en la casa o que todos se pongan en tu contra. Eso sí puede aprovecharse a favor. Pero jamás haber padecido bullying o penalidades económicas. Mucho menos para esa audiencia mileurista que trabaja con menos comodidades que en un despacho de un canal de televisión. Es como escuchar a Esperanza Aguirre, con un salario anual de casi 95.000 euros, diciendo que los políticos ganan poco dinero y por eso tienen que comprar en Primark.

Si en esta edición alguien ha demostrado tener un máster en victimismo ese es Miguel. Y anoche vimos como no le ha servido para nada y se ha quedado en la incómoda cuarta posición, tradicionalmente odiada por los concursantes. A Miguel le da igual, como era previsible que dijera habiendo sido él cuarto. No le sirvió de nada contar lo del acoso en la escuela ni que ha tenido para comer solo zanahoria frita, que aparte de un atentado gastronómico no parece tampoco nada malo. Al menos tenía aceite para freír.

Miguel podía haber quedado como un gran concursante que abusó de hacer teatro. No era necesario echar por tierra su imagen comportándose de forma tan mezquina en su entrevista. Ni siquiera aprovechó el momento que le daban para abrazar a su defensora, a la que Jorge Javier expulsó del plató durante toda la entrevista. Prefirió hacer un comentario despreciando a Pablo, que le dio a este la oportunidad de poner un broche de oro a la entrevista con estas palabras: “Yo tengo dignidad, no como tú”.

No era necesario el amago de tonteo con el presentador, ni reclamar una entrevista con al menos una hora de duración, ni ofrecer la viva imagen del concursante interesado solamente en su propio protagonismo, al que se la bufa todo lo ocurrido dentro de la casa. ¿Para qué quería tanto tiempo de entrevista? Para justificarlo todo diciendo que es contradictorio. No confundir contradictorio con mentiroso. Miguel acusó a Bárbara de querer hacer televisión como si fuera un pecado mortal. Anoche Adara le advertía de que hemos visto sus reportajes televisivos (también hemos escuchado sus entrevistas radiofónicas como modelo internacional, lo cual me hace saltar la risa cada vez que lo escucho) y Miguel decía: “Vivo de esto”. ¿En qué quedamos? ¿No era tan malo para un concursante tener hambre de cámara? Lo de Miguel tiene un nombre, pero finamente diré que es poca vergüenza.

El dueño de su puta vida decía anoche que se pinta el pelo con rímel. Para ese viaje no hacían falta alforjas. Raparse la cabeza y quemar el pelo postizo para mostrarse de verdad, sin estar atado a la obsesión por cumplir cánones estéticos, y luego pintarse el pelo con máscara de pestañas. Menuda decepción. Qué porquería de viaje.

Moleskine del gato

Camino de la final, los porcentajes estaban así al comenzar la gala de ayer: 36,6 %, 29,3 %, 21,2 % y 12,9 %. O sea, que Miguel salió con casi el 13 % de los votos entre cuatro. Podía haber sido peor, recordemos que Alain no llegó al 4 %. Desde el domingo el porcentaje mayor ha bajado más de lo que ha subido el segundo más alto. Esto seguro que tiene una interpretación. Atendiendo a lo que decía unos párrafos más arriba varias interpretaciones. Dejo que cada lector tenga la suya. Por sorpresa, después de semanas con vaivenes en los porcentajes, vivimos una final sin sorpassos. Al menos de momento.