Los familiares de las primas deciden sacrificar a Yolanda

telecinco.es 05/12/2014 08:58

Luis fue el primer expulsado de la noche, como cabía esperar. Una vez más se consumaba el despropósito de dejar en la casa a Jonathan y echar a un concursante de primera. En este tren, el furgón de cola se va salvando mientras caen quienes están al mando de las máquinas, garantizando que el convoy no se pare nunca y siga surcando las vías a buen ritmo. Los paquetes del furgón de cola van a tener el dudoso honor de llegar a la final y, según parece, será así a pesar de la sabia decisión del programa de plantear tres expulsiones votando en positivo, la primera de las cuales tuvo lugar anoche y dos más que vendrán el próximo jueves.

Cuando todos pensamos que era una medida proverbial para ir soltando lastre y vaciar de paquetes el furgón de cola del tren, resulta que los familiares de las primas deciden sacrificar a Yoli por intentar asegurar el premio para Alejandra. Si todos aquellos que han defendido a las primas, incluyendo sus familiares más directos, hacen caso de indicaciones como las que anoche mismo hacía el padre de Yoli, sucederá que dentro de una semana será expulsada la pequeña de las albaceteñas. Otra vez más se consumará el despropósito de que queden dentro Jonathan o Hugo. Salvo sorpresas, esto va a suceder. Los propios familiares de Yoli prefieren sacrificarla antes de que compita en buena lid por el premio, igual que podrán hacer todos los demás.

Le niegan, de este modo, a Yoli la posibilidad de figurar en el palmarés de ganadores de este programa, auténtica gloria a la que no renunciaría nadie que lo ame realmente. Incluso quieren negarle que tenga el honor de llegar a la final. La están condenando a perderse la última semana de convivencia, a que su paso por el programa quede incompleto y sin el enorme premio de vivir la final desde dentro de la casa. Si hubieran tomado la decisión a partir del próximo jueves aún podría entenderlo, aunque seguiría siendo tremendamente injusto para Yoli. Pero negarle incluso llegar hasta el último día me parece de una crueldad sin límites.

Muchísimos concursantes de Gran Hermano habrían renunciado a la dotación económica del premio a cambio de formar parte de la escasa lista de ganadores que pasarán a la historia del programa para siempre. Muchos de ellos firmarían incluso no llevarse el maletín, ni siquiera la gloria del ganador, a cambio de poder formar parte del exclusivo club de los que llegaron a la final. A Yoli nadie la va a preguntar su opinión al respecto, porque un reducido grupo de gente ha decidido por ella. El argumento falaz de que si gana una lo hace la otra es de una torpeza monumental. No es cierto. Si así fuera, como mucho ambas se llevarán un pico del premio económico, pero solamente ganará una de ellas, mientras que la otra ni siquiera podrá acompañar a su prima en el momento de que sea revelado el nombre del ganador.

No voy a entrar en consideraciones sobre si las reglas del programa permiten compartir el premio o no. Ciertamente, me parece que una cosa es pensarlo a media voz y otra darle bombo y publicidad a algo tan dudoso. Dada la naturaleza y objetivo de esta decisión no pueden ponerle sordina, sino todo lo contrario, necesitan que el altavoz sea lo más potente posible para que se entere todo el mundo. La aconsejable discreción se hace imposible en este caso. La fórmula ensayada en esta edición, con concursantes que participaron en parejas y otros que no lo hicieron, plantea situaciones tan poco deseables.

Que Yoli sea sacrificada de esta forma me hace pensar que eso de “mi Yoli”, que repite Mercedes Milá casi en cada gala, era una vulgar pantomima porque a la hora de la verdad esta concursante es tratada como mero atrezo, con menos derechos que el resto de sus compañeros. No sé ni por qué le han dado su cinta del pelo con el número de teléfono al que deben llamar quienes la apoyan porque hasta sus familiares más directos están pidiendo que no se use. Podrían utilizar la cinta para otra cosa más útil. También hace ver que los suyos tienen poquísima confianza en las primas. Están dando como ganadora a Paula y reconociendo que sin sumar la fuerza de las dos no tienen nada que hacer. Bonita forma de entregarse.

No es cuestión del espíritu de Gran Hermano, del que se ha hecho tanta befa, aunque todos sabemos perfectamente de lo que estamos hablando. Sencillamente es una villanía en el juego. Si participo en una partida de póker junto a mi gatita y pacto con ella ayudarnos mutuamente con el fin de ganar a los demás, a buen seguro que estos nos van a echar de la mesa en cuanto se enteren. Es más, no volverán a aceptar jugar ni una mano con nosotros por tramposos. Las reglas en este juego deberían quedar lo suficientemente claras como para disuadirles de tomar ese atajo. “Se concursa en compañía, pero se gana en solitario”, dijeron los responsables del programa en la rueda de prensa previa al estreno. Pues no es tanto así, por lo visto. Por otra parte, casi tres meses pensando que lo de la borregada era cosa de los primos y ahora nos enteramos que los familiares de Yoli piden que sus defensores voten como borregos a Alejandra. ¡Arriba la borregada! A Yoli que le den. Todos a votar a Ale. ¡Ale, borregos!

Si yo fuera defensor de Yoli pasaría de consignas y no votaría jamás según lo que me dictan otros. Como enfermo de Gran Hermano que soy me revelo ante una decisión que castiga a una concursante de esta forma, pero aún peor es lo que esto conlleva. Significa que entre Jonathan y Hugo tengan garantizado el pase a la final uno de los dos. El primero se apretaba anoche a Yoli en la cama como si no hubiese un mañana. Si lo hacía cuando estaba nominado, ahora que está en juego algo aún más importante es previsible que lo haga todavía más. Por su parte, Hugo dormía junto a Paula, ocupando el lugar que ha dejado Luis. Si ahora mismo tuviera que decir algo destacable de este concursante solo se me ocurre la escena del pasado martes, durante la fiesta, solo en el jardín gritando aberrado: “Javichuuuu”. Ni en la López Ibor, oiga.

El primo chico tendrá su próxima oportunidad de salvarse el jueves que viene. Y van unas cuantas. Anoche fue la más importante, porque la audiencia decidió que salieran Luis y Juanma. Todo muy lógico, sí señor. La audiencia es soberana, lo he dicho siempre. Así que chitón. Lo dijo todo Luis por mí, porque Juanma no pudo y sospecho que tampoco lo habría hecho. Una sola pregunta interesante tenía y ni siquiera fue capaz de responderla con coherencia y franqueza. Todo lo contrario que el primer expulsado de la noche, que protagonizó la mejor entrevista de toda la edición, con mucha diferencia sobre todas las demás.

Luis empezó encarando al toro sin perderle la cara, con templanza y a pecho descubierto. Pido perdón a Mercedes Milá, que estuvo estupenda en esta entrevista, por el símil. En mi descargo diré que ella lo usó primero. En este caso el trapo rojo (de látex y un poco asfixiante) lo llevaba el toro y no el matador. No le hacía falta a Luis, porque la defensa que debía usar anoche era su palabra, y no la utilizó para escamotear la realidad sino todo lo contrario. No podía estar más tranquilo y controlando más la situación. Si en los setenta y cinco días que ha estado en la casa de Guadalix me ha parecido un grande, tras su entrevista de anoche solo puedo quitarme el sombrero y rendirme a los pies del maestro. ¡Olé!

No tuvo problema en confesar que algún beso de cariño había existido bajo el edredón. “Estos altavoces suenan muy fuertes”, añadió. No lo tenía nada fácil, pero recurrió a algo que siempre funciona: la verdad. Reconozco que por un momento temí que recurriera al argumento de “soy un caballero y de esas cosas no hablo, blablablá”. Por suerte, me equivoqué de medio a medio. A partir de ahí continuó con el ejercicio de defender su paso por la casa con la verdad por delante y la misma generosidad de la que hizo siempre gala. Combinación imbatible casi siempre.

Ni un solo reproche por parte de sus compañeros en plató, que volvieron a disparar al muñeco de pimpampum en el que se ha convertido Fran, al que imagino ya acostumbrado. Luis tuvo buenas palabras para todos, tanto en el plató como a los que aún siguen en la casa. Su despedida también fue la mejor de esta edición, con palabras cariñosas para todos, aventurándose a asegurarles a todos que sus familias les están apoyando, como ellos ya saben, dando ánimos ante los pocos días que quedan. “Has vivido en el paraíso, y si Dios quiere algún día volverás porque es lo que más quieres. Y yo estaré ahí para vivirlo”, le dijo a Paula. Palabras más sencillas, menos intrincadas, pero tan significativas como los pretendidos viajes a Tarifa o Nueva York.

No tuvo Luis ni una mala palabra, ni un gesto de soberbia, ni un mínimo error que poder censurar. Eso sí, repitió varias veces que el tiempo es oro, lo cual no demostraba con su ritmo. Se despidió con templanza, mandando, como debe ser. El ritmo pausado de Luis impidió que hubiera apenas entrevista para Juanma. Si Luis había resultado expulsado con un ajustado porcentaje del 52,1 % de los votos, la expulsión de Juanma, votando en positivo, fue por un escasísimo 4,9 %. Solo logró ese porcentaje de votos durante la primera hora tras abrirse los teléfonos. Desde ese momento, la votación no se cerrará nunca hasta el día 18 de este mes de diciembre, que viviremos la final y será ganador el más votado. Hasta entonces, las tres últimas expulsiones serán a los menos votados (uno de ellos fue Juanma anoche).

No hace falta decir lo que me pasa por la cabeza cuando pienso cuánta gente votaría a Jonathan si Juanma tuvo casi un 5 % de votos. Muchísimos me parecen en ambos casos. Se sorprendía Milá de que estuviera cerrando la noche en plató el primo de la barba de hípster, pero ella misma lo explicaba de forma inadvertida. “Tampoco habría sido una entrevista muy larga porque tú lo que has hecho ha sido hacer deporte y mantener la tablita”, le decía a Juanma tras lamentar lo breve de su entrevista, sin un solo vídeo de apoyo y con poco más de tres preguntas.

Pues si lo único que ha hecho es eso, natural que fuera el segundo expulsado de la noche, primero en serlo por falta de apoyo entre la audiencia votante. Es posible que nadie hubiera votado para echarle, igual que pocos lo hicieron para evitar su salida. Es lo que pasa con concursantes insustanciales, anodinos y desaboridos como este. No ha sido su falta de valentía la semana pasada lo que le ha puesto en la calle, sino que no ha logrado ser favorito de casi nadie. Si tuviera que explicarlo al modo Juanma diría: “Juanma es tristérrimo, saes, es tristérrimo, Azi, saes. Por eso te digo, Azi, que es triste, es muy triste, saes, muy triste”. Y así.

La única pregunta de interés era sobre la clave de Tarifa y Nueva York. Como espectador, necesitaba una confirmación de que era tal como hemos imaginado, así en frío, recién salido de la casa y sin que nadie le pueda aleccionar. Es más, habría estado bien que nos dijera si realmente habrá viaje o cancelamos todas las reservas. Pero la noche no tuvo el cierre perfecto que cabía esperar, porque al contrario que había hecho Luis, el primo grande no estaba dispuesto a ir con su verdad por delante.

Las cosas como son, también estuvo bien Juanma en su despedida. Solo sea porque le dijera a Hugo: “Es que eres un seta y un tolai”. Pues no lo podía expresar mejor, por mucho que lo dijera en tono de broma. También con Paula estuvo acertado: “Cuando tienes que ser la más loca lo eres, y cuando tienes que hablar eres la mejor”. Níquel.

Moleskine del gato

Un apunte histórico: Juanma es el primer concursante de GH España que ha sido expulsado sin haber estado nominado ni una sola vez.

Enorme Luis repartiendo pósteres en lugar de fotos. Lo llevaba guardado desde el primer día, esperando este momento. Sacó su póster y lo desenrolló para regalárselo a Mercedes. Pero antes se metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó un rotulador para firmarlo. Enormísimo.

Álvaro “pollito volador” promocionaba anoche su libro 'Cómo caerse delante de tres millones de personas y levantarse'. Así, de primeras, diría que con la ayuda de Igor, que casi le termina de fastidiar los húmeros. No he leído el libro, pero lo haré y estoy seguro de que es recomendable. Cuando un gran hermano escribe un libro siempre es motivo de orgullo. Ha defendido Álvaro en esta edición que no es un insulto decir que alguien tiene “pluma”, lo cual le ha valido para defender a Omar frente a Luis. Bueno, en sí me parece un despropósito, solo teniendo en cuenta los personajes y sin entrar en materia. Entrando levemente (y con cierta pereza), diré que nadie puede decidir lo que para otro es un insulto. Hace muchos años, en el autobús de mi barrio escuché decir a un tío, en medio de una discusión con otro: “Chirimoya, que eres un chirimoya”. Lo bueno es que el otro se rebotaba: “A mí no me llames chirimoya, eh, no me lo llames”. Como si el término figurase en el ‘Diccionario de la injuria’, maravillosa obra de Sergio Bufano y Jorge S. Perednik.

Anoche Paula estaba metiendo en la secadora unos calzoncillos que se dejó olvidados Luis para dormir con ellos puestos. Cada uno con sus fetichismos. Mientras tanto, Azahara repetía como alma en pena que ahora ella quería irse a Tarifa. Recuerdo que solo han pasado tres meses de encierro menos dos semanas y andan así. La una con el calzoncillo de Luis, otra con la monserga de Tarifa que da fatiguita y mucho más, Jonathan metiendo mano a Yoli bajo el edredón a la desesperada, Alejandra imitando cada día más la estridencia de Paula y Hugo gritando en la soledad del jardín: “Javichuuuu”. Que Dios nos ampare.

Y dejo mis últimas nominaciones en negativo desde la guarida del gato. Las próximas serán para ganar.