Pensamiento convergente y divergente

telecinco.es 24/11/2016 09:52

El pensamiento se divide en convergente y divergente. El convergente es aquel que se mueve en una sola dirección buscando una respuesta determinada. Por tanto, encuentra una única solución a los problemas, generalmente conocidos. El divergente, sin embargo, se mueve en varias direcciones buscando la mejor solución a problemas que siempre afronta como nuevos. No tiene patrones de resolución para esos problemas, por lo que puede dar con varias soluciones diferentes para un mismo problema. Podemos decir que el pensamiento convergente sería el lógico, mientras que el divergente sería el creativo. Todos tendemos a usar un tipo de pensamiento en la mayor parte de las ocasiones. Evidentemente, cada uno el suyo. Si tuviera que atribuir uno a los concursantes que quedan en la casa diría que Miguel y Bea son más de pensamiento convergente. Como son némesis de estos no es difícil intuir que son Adara y Meri quienes tenderían al divergente.

No sabría decir qué conviene más a un concursante de este reality. Perseguir una idea fija, tener un objetivo bien marcado, posiblemente casa más con un pensamiento convergente. Sin embargo, la audiencia puede apreciar con más facilidad la flexibilidad y falta de etiquetas que caracterizan al divergente. Estos días empiezo a ver a concursantes deslizándose hacia esa nostalgia habitual cuando quedan pocas semanas para el final. Una nostalgia generalmente generosa, que tiende a recordar más lo bueno que lo malo. Los enemigos pasan a formar parte de ese recuerdo nostálgico, por lo que se diluyen los sentimientos negativos, aunque sea temporalmente y hasta que llegue el momento de enfrentarse a la realidad

La generosidad de la nostalgia afecta a todos. Miguel recordaba agradecido ayer la despedida que le hizo Pol desde plató y hablaba con Adara como si fueran dos viejos amigos, que lo son en alguna medida. También influye que fuera miércoles, víspera de nominaciones. No obstante, creo que pesa más el poder de mejorar y enaltecer lo vivido que tiene la visión nostálgica del recuerdo. Por su parte, Adara decía ayer: “Yo de Clara no quiero hablar. No está aquí y no se puede defender”. Ya digo que la nostalgia no solo mitiga los recuerdos negativos, sino que también nos hace particularmente generosos. Cosa diferente pasa cuando salen y pasan a compartir ese sentimiento cainita contra sus “grandes hermanos”. Tendencia cainita no solo hacia compañeros de edición sino también con los de ediciones anteriores.

¿Quién mejor que un “gran hermano” para entender a otro? Han estado allí, saben lo que se siente, conocen de primera mano el tan manido efecto magnificador del encierro, que los errores son más disculpables por carecer de tantas cosas necesarias, más emocionales que materiales. Sin embargo, me sigue sorprendiendo lo poco generosos que suenan a menudo concursantes de otras ediciones analizando comportamientos de otros en la actual, juzgando con dureza y rectitud, censurando aquello que ellos también hicieron o dijeron. Sobre lo que ocurre con exconcursantes de la misma edición mejor ni hablar. El reventamiento es a veces tan exagerado que tiende al ridículo. En esto, Clara y Fer son arquetipo.

Comparten objetivos los de dentro y quienes ya salieron. Con más interés los primeros porque todavía tienen posibilidad de hacerse con el maletín. Pero todos ellos, igual que quienes solo somos espectadores, tenemos nuestras preferencias, deseos irreprimibles de hacer ganador a uno u otro. Ese objetivo es afrontado por los habitantes de la casa con los dos pensamientos de los que he querido hablar hoy. Miguel o Bea persiguen acabar con Adara, y no es ningún delito. Hacen bien como concursantes de este juego de exclusión competitiva, que consiste fundamentalmente en eliminar a todos los demás para hacerse con el triunfo final. Su búsqueda sigue un camino evidente, son analíticos y solo se mueven en una dirección. Para el análisis, lo ponen mucho más fácil los de pensamiento convergente.

Ya digo que el objetivo de eliminar al contrario es común, aunque más acentuado en unos que en otros. Aunque la diferencia más destacable no es esa, sino que el proceso para Adara consiste en crear una dirección en la que moverse. Ella discurre por caminos menos evidentes, buscando de forma caótica la mayor parte de las veces. Por eso puede parecer una provocación que ayer esta concursante le preguntase a Miguel si volvería a apoyar la nominación directa a Pol que propuso Clara y provocó su expulsión. No sabe exactamente lo que busca, aunque comparta los objetivos de los demás. También se deja llevar por esa nostalgia que empieza a tirar de ellos, facilitando la fuerza que les falta para poder llegar al final.

De cara al espectáculo a veces viene bien el pensamiento divergente, por creativo. Aunque a veces los del convergente ven tan claras las cosas y tienen su camino tan marcado que dan momentos inmejorables. Ardo en deseos de ver a Miguel en su última performance, una vez más con su bisoñé (o prótesis) como protagonista. Ayer supimos que los gritos de “soy libre” que se escucharon desde el dormitorio cuadrado posiblemente fueron proferidos en el momento que Miguel quemaba como en una kermés su pelo, la prótesis y hasta la gorra con la que ha estado cubriéndose el cartón cuando este se quedaba al descubierto. Es como un alegre aquelarre, uno de esos rituales gallegos que pretenden espantar al mal y proteger contra espíritus malignos. Una queimada para abstemios, sin orujo ni ricos efluvios inundando los sentidos. El fuego purificador nos ha traído un nuevo Miguel. Se me antoja que es como cuando te regalan un jarrón de esos que nunca sabes dónde poner.

Debió ser todo un espectáculo. Miguel llevaba el camino marcado desde antes de entrar en la casa, ya digo. Con un dudoso concepto del ritmo y decreciente tensión narrativa, ha ido mostrándose a sus compañeros individualmente antes de hacer su exposición pública delante de todos los que quedaban. Finalmente llegó el momento esperado de raparse la cabeza y dar de lado al pelo postizo. Lo peor de este plan tan minuciosamente diseñado y pensado es que todo fue completamente previsible. Sabía desde el principio cuáles serían los pasos, aunque jamás pude pensar que tardaría tanto en darlos. No solo porque era complicado adivinar que aburriría hasta a las ovejas, sino porque no creí que fuera a durar tanto en el concurso.

Indescriptible la cara de sorpresa de Bea y Rodri cuando despertaron ayer viendo la cabeza como una bombilla de Miguel. Después habrían de asumir que habría un vídeo con el que tendrá que competir el suyo de la pantomima llamada ‘hora sin cámaras’ y todo lo que rodeó ese prescindible momento, Sonrío al pensar en Rodri dándole al magín hasta tener la ocurrencia del día. Pues yo me lo rapo también, debió concluir. Rodri se tuvo que hacer la pregunta obligada e imprescindible de si le compensaba esperar tres meses o más hasta recuperar su melena, como le advirtió Bea con voz autorizada de peluquera. Todo sea por tener también un vídeo de esto. ¡Mi pelo por un vídeo!, debió gritar. Seguramente lo habría hecho en caso de haber escuchado a Miguel como un loco: “¡Soy libre! ¡Soy libre!”. Madre mía, qué pedrada.

Me consta que la pregunta sobre si le compensaba raparse no fue la única que se hizo Rodri. Hubo otra expresada en voz alta y que va a juego con otras del mismo estilo que llevo tres meses escuchando. “¿Esto se ha hecho alguna vez en Gran Hermano?”, preguntaba Rodri. Pensamiento convergente clarísimo. No sabría precisar cuántas veces se han hecho algunos concursantes esta misma pregunta. No es cosa de Rodri solamente. Hacen planes para quedar todos nominados y se preguntan si ya se hizo, se rapan la cabeza y lo mismo. Así todo el rato, amigos.

Terminaron rapados Miguel y Rodri. Supongo que este último guardará ahora el líquido con el que se pulverizaba el pelo. Pero la cosa no quedó ahí. Simona se cortó un mechón de su cabello, como en aquella vieja canción de Adamo. El leitmotiv de Miguel es “soy el ganador de mi propia vida”, frase que compite en veces repetida con aquella que dice: “No me quieras tanto, quiéreme mejor”. Rodri tiene por bandera la esperanza de hacer algo nunca visto en Gran Hermano, una idea muy circense, reedición actualizada del “más difícil todavía”. Y agárrese al asiento el lector antes de leer el lema con el que Simona acompañó su corte del mechón. “Lo dedico a todos los niños que tienen una enfermedad”, dijo. Si busco “demagogia” en mi enciclopedia sale una foto de Simona. Toda mona, ella.

Hablaba el martes de varias posibilidades para lo que ha de suceder hoy. Alguna duda podemos despejar ya. Sabemos que habrá nominaciones, aunque no conocemos el quién ni el cómo. También es seguro que habrá juego de las bolas y El Club volverá a ser decisivo. Quedan muchas incógnitas a resolver esta misma noche en la gala. La principal si nominarán o no los familiares. Reconozco que las nominaciones de familiares generan tensión y pueden tener un efecto desestabilizador importante, aunque más si hubieran sido hace unas pocas semanas. Ahora mismo no tanto, salvo que algunos familiares decidan lanzar un órdago y se arriesguen con peligrosos juegos. En cualquier caso, nunca me ha terminado de gustar que se niegue a los concursantes su potestad de nominar. Es tradición porque se ha repetido muchas veces, pero sigue sin apetecerme.

Preferiría que nominasen los concursantes hasta el final, haciéndoles dueños de las decisiones que pueden marcar su propio destino. Dejarlo en manos ajenas, por mucho que sean sus familiares, me parece mala idea. Más aún si, como intuyo, algunos familiares quieren jugar a los estrategas. Las estrategias desde fuera tienen poca gracia. Además, tal vez no hemos valorado lo suficiente que se trata de un acto en el que tan importante es el resultado como la forma de llegar al mismo. No es tanto que resulte la terna deseada, con más o menos riesgo, como que la audiencia votante no aprecie que se ha llegado a ello mediante atajos o gestos desleales.

Tras las últimas muestras de deslealtad de Bea, bastante escandalosas, no deberíamos de ver con malos ojos que Adara y Meri (o las familias en su caso) nominasen a su compañera. Sin embargo, las prioridades son importantes. ¿Acaso no hay quien lo merece más? ¿Se entendería que Adara le diera tres puntos a Bea y uno a Miguel? ¿Merece semejante castigo la demostración de deslealtad por parte de Bea que el sufrimiento infligido por Miguel? Y otra reflexión al vuelo, producto de mi mente inquieta. Si la terna que salga hoy de las nominaciones supera en interés a la posible final resultante estaremos asistiendo al asesinato de la edición con semanas de antelación.

Moleskine del gato

Esta noche tenemos una fiesta. Jorge Javier nos guiará hacia el comienzo de la recta final del programa. Si no sale Simona nada de lo dicho en los últimos párrafos tiene sentido. Pero eso tendría un impacto mayor que las tres míticas llamadas de hace siete días. El espectáculo está asegurado, y la emoción también. Las visitas de familiares siempre nos tienen entre sonrisas y lágrimas, como la familia Trapp.