Solo Pablo y Alain decidieron cooperar en lugar de competir
Lo primero que planteó el programa nada más comenzar la gala fue que podían ofrecer sus cajas salvavidas a uno de los componentes de las dos parejas de las que saldrían los dos primeros expulsados. En puridad habría que hablar de abandonos, no tanto expulsiones, puesto que se trata de cuatro habitantes que todavía no eran concursantes de pleno derecho. Tal vez por eso no tuvieron entrevista ni vídeo de despedida. Tampoco se despidieron de la casa desde plató, por lo cual todos están convencidos a esta hora de que habitan otra casa y volverán el jueves próximo. Cris y Fer, al igual que Laura y Meri, estaban a punto de vivir sus últimos minutos en la casa. De cada pareja solo podía quedar uno, que entonces sería ya concursante definitivamente. Si habíamos albergado alguna esperanza de que se salvaran, en ese momento solo podíamos depositarla en esas cajas que proporcionan una vida extra.
La novedad planteada anoche es que los concursantes podían disponer no solo de su caja sino también de las de todos aquellos que decidieran cedérsela. El dilema entre competir o colaborar estaba planteado. Los chicos fueron más solidarios que las chicas. Nadie le dio su caja a Laura, tampoco a Meri. Ellas fueron las primeras en acudir a la sala de expulsión, cuyo decorado parece indicar que se fueran a jugar la permanencia jugando al tres en raya. Laura fue elegida por la audiencia para abandonar la casa, y hasta el último minuto nos tuvo en vilo su amiga Meri, que finalmente le cedió su caja. ¿Qué menos? El subconsciente traicionó a Meri cuando Jorge Javier le preguntaba quién iba a salir y respondía sin dudar que su amiga. Luego quiso arreglar el desaguisado, pero ya era tarde.
Diferente fue el asunto con Cris y Fer, más bien con Cris. Mientras su amigo se enfrentaba al momento clave de saber quién saldría con su caja solamente, Cris cargaba con tres cajas. La suya y dos más, correspondientes a Pablo y Alain. Alguno se burló de los solidarios que cedían su caja, lo cual fue motivo de una de las nominaciones de Pablo. Los solidarios no eran tratados como héroes dentro de la casa sino más bien como pringados que solo pretendían quedar bien ante la audiencia. Tal vez no pensaron en la posibilidad de que eso no fuera cierto. ¿Y si lo es? ¿No merece en ese caso la pena prescindir de aquello que representa una suerte incierta que tal vez nunca necesiten?
Ya dije que el reto planteado es de los que cobran importancia tantas veces en este concurso. En este juego no colaborar puede ser fatal. Colaborar tiene siempre efectos positivos, mayores de los que derivan de competir. Es así al menos durante todo el transcurso del juego, hasta el momento clave final, donde la competencia es tan inevitable como ajena al propio control del concursante. De alguna manera es parecido a lo que sucede con dos ciclistas escapados que se dan relevos entre ellos para intentar mantener la ventaja. Esos jugadores que deciden no colaborar tienen puestas sus esperanzas en lograrlo solos. Puede suceder así, pero ir dándose relevos garantiza más poder llegar a disputarse ambos el triunfo en el sprint final. Si colaboran tienen muchas más posibilidades de salvar los dos el pellejo. Si deciden competir les puede absorber el pelotón.
En este juego el sprint ni siquiera depende de haber guardado fuerzas suficientes, sino que está en manos de la audiencia votante, que a esas alturas ha ido acumulando motivos para su decisión. No aprovechar la ocasión de anoche para empezar a dar uno de esos motivos es de necios. Hubiera sido más inteligente que todos hubieran cedido su caja a uno de los compañeros en liza. Prescindiendo incluso de elegir cuál, para que entre ellos se las repartieran. Una forma que se me ocurre es que los chicos las hubieran puesto en manos de Cris y Fer indistintamente. Lo mismo las chicas con Laura y Meri. ¿Tiene sentido colaborar con el enemigo? Ya hemos visto que sí en el ejemplo ciclista. Más aún cuando es la audiencia quien decide.
Es mejor colaborar que competir, siempre que sea posible. Curiosamente este es un juego de exclusión competitiva donde no competir está bien visto casi siempre. Cuántas veces hemos visto el dilema de un concursante decidiendo ceder un privilegio en lugar de disfrutar del mismo. Concursantes que quitan puntos o dan la inmunidad a otros, en lugar de beneficiarse ellos. Cuando esto sucede, ¿qué persigue el concursante? Siempre lo mismo: congraciarse con la audiencia. La generosidad tiene buena prensa, amigos.
Hablando de colaborar o competir me acuerdo siempre del ‘juego del prisionero’, problema típico de teoría de juegos, y como lo explica Eduard Punset en su imprescindible ‘El viaje a la felicidad’. Según Punset: “en la vida corriente, la gente suele pensar que el resultado obtenido es fruto del esfuerzo individual y, como mucho, de la suerte. Pero la historia de la evolución muestra que tanto nosotros como el resto de animales, estamos inmersos en un ‘juego’ en el que, por más que nos empeñemos en lo contrario, el resultado está supeditado al comportamiento de los demás. El premio anhelado puede ser codiciado por otro con el mismo ahínco, pero más suerte. El final del proceso no solo depende de uno mismo, sino también de lo que haga el otro y, para complicar más las cosas —esa suele ser una de las constricciones de la vida— no se pueden controlar las decisiones del socio o adversario”.
En el juego referido (que se estudia en todas las escuelas de administración y dirección de empresas) se plantean una serie de alternativas que pueden ser beneficiosas para los dos o catastróficas para ambos. El ‘dilema del prisionero’ plantea la situación de dos sospechosos de un robo que tras ser detenidos por la policía (que no posee pruebas suficientes para acusar a ninguno de los dos) ven como les plantean por separado un dilema. A los dos les proponen el mismo trato: si uno se convierte en delator y el otro no confiesa nada, el que no diga nada será condenado a treinta años y el que confiese será absuelto. Si los dos callan, al seguir siendo insuficientes las pruebas, se les condenará a seis meses cada uno por cargos menores como la posesión de armas. Si los dos confiesan, se les sentenciará a diez años de cárcel.
El dilema lleva, por tanto, a cooperar o desertar. Es decir, o cooperar con su cómplice y callar, o desertar traicionando al otro y confesar. Colaborar o competir para lograr un mejor trato. Si se piensa bien en las posibilidades podemos ver como la lógica de la búsqueda del máximo beneficio individual lleva a renunciar al beneficio mutuo de la cooperación. Para el conjunto (dos en este caso) lo menos gravoso es declararse ambos inocentes, ya que entre los dos solamente cumplirían un año de condena, mientras que en cualquiera de los otros supuestos la condena suma 20 o 30 años, por más que en dos de los casos uno de ellos quedara libre. Voy a resumirlo en un cuadro descriptivo muy esclarecedor.
Anoche ganaron puntos los que decidieron cooperar. No podrán nunca saber hasta qué punto les benefició su postura, pero quienes no fueron solidarios pueden estar seguros de que se han quedado sin opción a beneficio alguno. Luego está una parte de la audiencia que cree, como algunos de los compañeros de Pablo y Alain, que son unos pringados por prescindir de su caja. No tienen en cuenta que igual no hay ninguna caja con premio (nunca se ha asegurado lo contrario y anoche las seis cajas guardaban una nota que decía “no vuelves a la casa”). Además, alguno de los que anoche tuvieron ese gesto puede no necesitar la vida extra propuesta si nunca sale nominado. Y, sin ninguna duda, no le hará falta si obtiene el favor de la audiencia. Un favor sin el cual no habrá caja que les salve, porque tras la primera expulsión vendrá otra indefectiblemente.
Tras completarse las expulsiones y el primer turno de nominaciones, vimos aparecer al concursante tartufo. Salen a la luz como hongos (tartuffe es una trufa u hongo escondido bajo tierra) impostores que intentan engañar a la audiencia y a alguno de sus compañeros, cuando no a todos. En una escena de la obra de Molière donde el hipócrita pretende conquistar a la esposa de su anfitrión se dice lo que sigue: “Según necesidades diversas hay una ciencia para relajar las ataduras de nuestra conciencia y rectificar la maldad de los hechos con la pureza de nuestras intenciones”. Rectificar la maldad de los hechos con la pureza de nuestras intenciones. Anoche el tartufo fue Fer, intentando disculparse con Meri por haberla nominado con la peregrina razón de “sé que no va a quedar nominada”. Pues sí quedó.
El papelón de Fer anoche no es pequeño. Le llegó a decir a Meri que hará lo que sea para que se quede. No se me ocurre cómo. La reacción de Meri fue de una integridad quizá inesperada. Sin dejarse camelar por este vendedor de alfombras, dudó que no quisiera verla fuera. “No me hubieras nominado”, decía Meri con aplastante sentido común. Imposible creer a Fer, que habrá aprendido una lección anoche. Para añadir a ese decálogo del concursante que va engordando cada edición: no digas nunca que nominas a alguien porque no va a salir porque luego sale y quedas como anoche Fer.
Dice Fer que dirá siempre a quien ha nominado, lo cual podemos considerar su segundo error de la noche. ¿Qué necesidad de inmolarse ante Meri? Sospecho que él tampoco se esperaba la reacción de su compañera. Una reacción con la que ha conseguido hacer dudar a este gato sobre quién debe abandonar la casa el próximo jueves. Al terminar la gala vi claro que Meri, por ser entre los cuatro nominados posiblemente la menos decisiva en el discurrir de la casa los próximos días. Luego de su genial reacción ante el tartufo no quiero verla fuera. Tampoco a Miguel ni a Candelas, y mucho menos a Pablo. En este caso la culpa de perder a un concursante valioso no recae en la audiencia votante sino en los propios habitantes y sus fatales nominaciones. El fallo de Meri fue estar segura de que se irá la semana que viene y al tiempo estar convencida de que la volverán a nominar. “Me están nominando una semana tras otra”, decía. Perdón, pero anoche fue la primera vez que se nominaba. De nada, Meri.
El Club
Se estrenó El Club y el primer afortunado en visitarlo fue Pol. Su casillero no terminó de llenarse con las bolas de Terelu, o sea, las que dejó dentro de una caja depositada en la pila de la cocina. Parecía que nunca lo iban a descubrir, y fue Candelas quien lo hizo al fin. Poca ventaja tiene quien lo ve primero. Cierto que darse prisa puede ser básico para ganar ese juego, pero también depende de la prisa que se den los otros y, sobre todo, del puro azar. Precisamente por eso no me desagrada el juego. Lástima que fuera a beneficiar a un concursante que no se mostró capaz ni dispuesto a aprovechar su privilegio.
Pol parecía más interesado en comer palomitas de maíz que en el juego. En lo sucesivo deberían avisarles de que no es preciso ir haciendo cálculos sobre las nominaciones de sus compañeros, de las que son testigos. Es innecesario si al final les ponen una gráfica con las nominaciones de todos. No comprendo por qué se molestó Pol en hacer sus cálculos usando palomitas si luego nominaba “sin tener en cuenta nada de lo que he visto”. Ni siquiera aprovechó para salvar a uno de los empatados a 12 puntos (Meri, Miguel y Pablo). Hubiera bastado con dar puntos a dos de ellos para salvar al otro. “Mis puntos son irrelevantes”, dijo. No, hijo, el irrelevante eres tú.
Antes de nominar, Pol vetó a Candelas (a quien también le dio sus 3 puntos), por lo que esta concursante se quedaba sin nominar. La audiencia decidió que en lugar de salvar pudiese vetar, que se me antoja como mejor opción casi siempre. Pol irá a dormir a El Club y el domingo durante El Debate recibirá compañía por un error en el juego de las pelotas de Terelu, donde Adara pudo depositar bola estando ya eliminada.
Observatorio de nominaciones
Por fin recuperaron las nominaciones el secreto que garantiza el confesionario (excepto para el habitante de El Club). Los concursantes debieron repensar sus nominaciones puesto que en las normas de la casa leyeron que serían 2 y 1 punto, en lugar de 3, 2 y 1. Estas primeras nominaciones de la temporada discurrieron así:
Miguel > Bárbara (3), Pablo (2) y Candelas (1)
Bárbara > Miguel (3), Fernando (2) y Montse (1)
Álvaro > Miguel (3), Candelas (2) y Meri (1)
Noelia > Pablo (3), Meri (2) y Bárbara (1)
Pablo > Miguel (3), Clara (2) y Adara (1)
Bea > Pablo (3), Candelas (2) y Alain (1)
Adara > Candelas (3), Pablo (2) y Meri (1)
Alain > Miguel (3), Adara (2) y Pol (1)
Montse > Candelas (3), Meri (2) y Alain (1)
Meri > Clara (3), Adara (2) y Noelia (1)
Fer > Bárbara (3), Rodri (2) y Meri (1)
Clara > Meri (3), Pablo (2) y Candelas (1)
Rodri > Candelas (3), Meri (2) y Fer (1)
Pol > Candelas (3), Montse (2) y Alain (1)
De todo lo visto me quedo con la sonrisa maliciosa de Adara tras nominar, que para mí suma puntos en lugar de restarlos. También con el gesto de Pablo, que parecía estar demandando dejarse de fruslerías como eso de los votos y que le pasen ya la sierra mecánica para ir cortando cabezas. Me relamo cada vez más viendo a este concursante. Aunque la conclusión que parece imperativa es la siguiente: el grupo que rodea a Adara se libró de salir a la palestra esta primera semana, lo cual habremos de tener en cuenta.
Moleskine del gato
Como es habitual, al finalizar la gala el mayor interés de la casa estaba en medir los aplausos y abucheos del público en plató. Miguel fue el más abucheado con diferencia, pero no le dio importancia. Adara, sin embargo, se llevó un buen disgusto, o tal vez estaba aprovechando para explotar otra vertiente de su drama y el papel de víctima que parece traer aprendido de casa. Álvaro dice que lo abuchean porque en el resumen están poniendo las porquerías que dice, aunque más tarde se contradecía al afirmar: “No sé cómo aplauden tanto a Bea con las lindezas que suelta por la boca y no ponen mis bromas”.
Bromas como esta de anoche: “Le he dado tres leñazos a Miguel porque es un chorizo, dos a Candelas porque no es de fiar esa hembra y no me gustan ni sus andares, ni su forma de mirar, ni tampoco que tenga un 95 de pecho”. Aunque todo esto son minucias al lado de otras barbaridades dichas estos días. Junto a eso del descampado, que vimos anoche, lo más fuerte y desagradable que le he escuchado a Álvaro es esto: “¿Si atropellas un galgo llorarías por el galgo o por el coche? Mi hermano casi se muere por un puto galgo de mierda”. Acepto correcciones a esta transcripción porque hablaban varios a la vez.
Me gusta Candelas, pero la repetida posturita de sus manos para que viéramos el mensaje de amor al ‘no hombre de su vida’ me pareció muy ridícula.
Dice Clara que Gran Hermano es sociabilidad y locución. ¿Locución? ¿Eligió el término al azar?