El camino que lleva al asesino de Yéremi

Malena Guerra / Ángel Moya 14/07/2016 09:02

Antonio Ojeda mira a las cámaras, serio. Semblante frío, distante . No va a hablar. La expectación es máxima . Los investigadores esperan que hable. La familia de Yéremi también. Pero el Rubio lo vuelve a hacer y se mantiene ante el juez firme y frio, como ha entrado, como hizo ante los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) que le tomaron declaración en prisión. Como hizo ante el abuelo de Yéremi que le visitó. Desde que no bebe, el Rubio controla. Desde que está en la cárcel, señalado, calla. Ojeda se ha negado a declarar. Mejor dicho sólo ha contestado a las preguntas de su abogado. Preguntas preparadas, lógicamente, encaminadas a insistir en su inocencia, a justificar su verborrea y sus ansias de protagonismo que hicieron que hace nueve años se pusiera en el punto de mira, se situara en la escena del “crimen” y ofreciera a los investigadores un relato que en ese momento no tuvo sentido. Años después cobraría mucho valor.

Hace nueve años comenzó esta investigación delirante que ha llevado a varios equipos de la UCO a Las Palmas. La lista de sospechosos era enorme. Cualquiera podía haber sido. Nosotros también fuimos a Vecindario, y recordamos que los investigadores nos decían que Yéremi podría estar muy cerca. El entorno. El entorno se lo llevó. Los agentes de la UCO observaron a todos los familiares y vecinos. Indagaron en la vida de todos ellos y, ¡en sus listas de sospechosos había tantos candidatos! Cuando preguntas ahora por qué tardaron en centrar a Antonio Ojeda, la respuesta es contundente: ¡Malena, tú estuviste allí, tú sabes cómo es aquello!

No se trata de disculpar, ni de estigmatizar al barrio de Vecindario. Pero hay que conocerlo. Los investigadores tenían claro qué buscaban; un agresor sexual de niños, un pederasta. Y así comenzaron la criba. Y salieron unos cuantos. Por poner un ejemplo os contaremos que investigaron a un tal Ojeda, que no era Antonio Ojeda, el Rubio, pero que tenía un perfil del todo siniestro. Investigaron a otros agresores sexuales, los encarcelaron, siempre pensando que alguno de ellos podría ser el captor de Yéremi. Y ahí seguía el Rubio, cambiando de casa, porque su propia familia le iba echando de una y de otra… Ahí seguía el Rubio, desguazando su coche, que no era su coche pero él se lo apropió. El Rubio no tiene carnet pero usaba el vehículo que él mismo sitúo junto al descampado del que robaron a Yéremi.

Su versión es del todo ilógica, ahora, y desde luego parece una coartada perfecta para situarse en el caso de que alguien le viera. La versión de un culpable. Pero cuando se presentó como un testigo más, su versión cuadraba. No tenía fisuras. Y era coincidente. Otro vecino que aportaba datos. Además, como Ángel y yo supimos entonces, Ojeda participó datos factibles sobre vehículos reales que fueron comprobados por los investigadores y finalmente descartados por no tener nada que ver con el asunto. Ojeda no era el tipo que ahora el abuelo de Yéremi recuerda, apostado mirando a los niños jugar. Eso no lo dijo nadie.

Los investigadores de la UCO trazaron muchos caminos, caminos que llevaron a muchas partes, pero nunca dieron con él. Porque partieron de un principio inviolable. Para acusar hay que descartar. Para encontrar pruebas incriminatorias primero hay que buscar las que te llevan al camino contrario. Para estar seguro de que no te equivocas de sospechoso, primero hay que buscar cualquier dato que lo sitúe en otro lugar. Y así pasaron los años.

Hasta que Antonio Ojeda, abusó sexualmente de otro niño que sí pudo escapar. Y entonces la pieza del puzle que buscaban se les presentó así, de bruces. Para entonces en el grupo de personas de la UCO habían cambiado de jefes, había entrado sangre fresca que no significa que fuera mejor, era distinta. Nuevos investigadores apoyados por veteranos investigadores, sobre todo por uno que siempre había estado ahí, buscando. Él sabe quién es. Y está ahí. Y no se le escapó un detalle crucial. El Rubio recordaba con precisión la ropa que llevaba Yéremi cuando fue raptado, recordaba hasta las señas que la Guardia Civil había ocultado a la prensa para poder comprobar que un testigo era auténtico, y no un farsante. Pero además, el Rubio no recordaba lo que había hecho media hora antes de ver como se llevaban al pequeño. Nada, no recordaba nada más.

Demasiadas veces hemos oído de boca de los investigadores que más le conocen "Ojeada es rocoso, se mantiene en su relato, es como se ve en televisión, ausente y enrocado en su historia...una y otra vez la repite cuando hablamos con él..."."¿Y su pareja de entonces, alguien que pudiera aportar alguna pista sobre Ojeda?" preguntábamos....hasta que nos confirmaron que precisamente, justo en la época de la desaparición de Yéremi, Ojeda no tenía pareja, vagabundeaba en soledad sin nadie que pudiera contar ahora, dónde estuvo o que hacía el principal sospechoso de la desaparición del pequeño. Ni una sola buena mano para los investigadores en la partida más difícil.

El resto ya los saben porque hemos escrito de ello. De cómo removieron y pelearon para conseguir llevar a la cárcel a Antonio Ojeda por la agresión al niño de la que se había librado en un principio. De cómo repasaron testigos, sobre todo uno que entonces era pequeño y ahora ya es mayor. Uno que pudo ver el coche de Ojeda saliendo en dirección contraria atropelladamente, deprisa muy deprisa. Sí, ya sabemos que eso no prueba nada.

Pero con varios indicios trazaron un camino, un nuevo camino lleno de trampas para Ojeda. Inteligencia, psicología y entrega. Otra vez los guardias de la UCO, con ayuda de los guardias de Las Palmas, con tesón y con esfuerzo; decidieron jugársela. Y así nos enteramos de que tomaban declaración a un sospechoso en la prisión de Algeciras, y lo imputaban policialmente (ahora se dice investigado). Y tras saberse señalado esperaron a su presa, interceptando con orden judicial cuanto escribía o le escribían. Esperando una reacción que abrieron delante del sospechoso, cumpliendo la ley. Y luego nos enteramos que lo trasladaban de prisión. Para tenerlo cerca de cara al juicio que se celebrará en noviembre por la agresión del menor de Vecindario que escapó. Y de pronto el juez del caso Yéremi decidió imputarlo (investigarlo) judicialmente y tomarle declaración antes de lo que les hubiera gustado a los investigadores que pensaban esperar a que el Rubio madurara más su situación, incluso hasta después de ser juzgado. Pero el juez va deprisa, incluso demasiado deprisa. Le ha tomado declaración y Antonio Ojeda se ha negado a todo, incluso a la prueba de ADN voluntaria.

Y tanta prisa le ha rebotado porque ahora la pelota está en sus manos y tendrá que valorar las pruebas, sin declaración del sospechoso, y decidir si continúa con la investigación al Rubio. “Claro que sí”, asegura con más fe que certeza la Guardia Civil, “debe seguir empujando como nosotros, sin desfallecer, porque lo encontraremos”. De momento, debería ordenar la prueba de ADN porque aunque parezca increíble, nunca se le ha tomado una prueba de ADN a Antonio Ojeda. Nunca a pesar de estar encarcelado por agresión sexual. El cotejo de ADN podría deparar alguna sorpresa.