Los pies gigantes y la reliquia de Buda

telecinco.es 12/12/2014 20:00

El Buda reclinado es posiblemente la figura más fotografiada de todo Tailandia. Se encuentra en el Wat Pho, uno de los lugares de visita obligada en Bangkok así que los turistas se cuentan por miles durante todo el día. El trajín es constante para contemplar esta figura de escayola recubierta de pan de oro que casi saca los pies del edificio. 46 metros de largo y 15 de alto para representar a un Buda que, acostado, pasa al Nirvana. www.turismotailandes.com

Los pies son sin duda la gran atracción del enorme coloso porque contienen 108 representaciones en madreperla de la vida del Iluminado. Son su gran atracción y al mismo tiempo el gran quebradero de cabeza para cualquier turista a la hora de sacar una foto. Tendréis que medir vuestras fuerzas para conseguir una instantánea y como no acertéis con la hora de la visita os tendréis que hacer un hueco a codazos. O eso, o resignaros a buscar otro tiro de cámara. Juanito, mi guía me hace notar el constante soniquete de monedas cayendo en unos cuentos. Se supone que hay que echar hasta 108 para llamar a la buena suerte.

Pero el Wat Pho tiene más rincones que os animo a explorar. El complejo acoge varios patios y templos más tranquilos donde se puede ver de verdad la fe de los Thai. Son lugares de espiritualidad palpable. El incienso, el silencio y el respeto que se respiran provoca un enorme bienestar, así que puede ser un sitio perfecto si tenéis pensado realizar una ofrenda. Con 20 o 40 Baht es suficiente. Encended primero la vela, después las tres varas de incienso, colocad las flores y luego poned con maña el pan de oro sobre la imagen que haya frente al templo cubierto. Observad cómo se sienta la gente a vuestro alrededor, con las rodillas flexionadas y los pies hacia atrás, nunca frente a la imagen sagrada de Buda.

Mirad a vuestro alrededor y os daréis cuenta rápido: aquí se encuentra la mayor concentración de figuras de Buda de todo el país, 1500 en total. Así que no es de extrañar que sea un punto obligado de visita para colegios e institutos de la zona. Yo me encontré una clase entera sentada pacientemente en el patio. No tuvieron inconvenientes en posar sonrientes y cómplices para esta foto que me recuerda una vez más ese mantra que ya he avisado que repetiré sin cesar: lo mejor de Tailandia son los Tailandeses. Por su amabilidad, por su paciencia, por su simpatía…

Cuando el Wat Pho fue creado era pequeño y coqueto, pero el Rey Rama V sentenció que si estaba al lado del Palacio Real debía de tener un tamaño que hiciera honor a su ubicación.

En su gradeza, el Rey concibió también una escuela de masajes, el primer gran centro de enseñanza público del país. Hoy sigue funcionando y goza de mucha fama así que aprovechad la oportunidad y coged cita con antelación, es una experiencia única. En vuestro camino en busca de los pabellones en los que los aprendices dan los masajes, encontraréis algunos dibujos esculpidos en piedra que representan los puntos claves de la terapia que los estudiantes memorizan para trabajar el cuerpo. El masaje thai es una secuencia de estiramientos y presiones sobre los puntos energéticos del cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, que os llevarán desde el cielo hasta el infierno sin pasar por el purgatorio. No sé cómo explicaros la mezcla de dolor y placer que se produce durante la hora entera de sesión. Se aplica fuerza sobre los chakras y la sensación se dispara. La luz, los susurros, el olor de esa pasta especial con menta y eucalipto…todo el ambiente te acaba arrastrando hasta un limbo que provoca que salgas de allí levitando.

Y cuando sales, no sabes si estás vivo o muerto. Miras a tu alrededor y te encuentras rodeado de chedís con difuntos en su interior. En Tailandia se incinera a los muertos. La familia se lleva las cenizas a su casa y de alguna forma comparten su día a día con los que ya no están. Pero los más pudientes pagan un hueco dentro de éstos fabulosos monumentos recubiertos de cerámica multicolor. Así consiguen que sus cenizas descansen más cerca de Buda. Aunque los que a diario se acercan al Iluminado son los monjes vestidos de naranja y con la cabeza y las cejas rapadas. Se levantan al alba y según la tradición salen todos los días a buscar alimento con un cuenco

Viven de las limosnas de la gente, de lo que les quieran dar, y pueden comer hasta las 12 de la mañana, nunca más tarde. Llama poderosamente la atención verles rezando en los templos. Son capaces de abstraerse de todo el ruido ambiental que rodea estos lugares sagrados, en ocasiones conquistados por hordas de turistas. Los monjes budistas se pueden ver por todo el país, pero son especialmente numerosos en el Monte Dorado, un santuario ubicado en una cima que ofrece fabulosas vistas de Bangkok.

Las campanas que sirven como ofrenda salpican el recorrido desde que comienzas a subir la larga hilera de escaleras. Está más alto de lo que parece y el calor y la humedad aprietan, pero el lugar es importante: se dice que aquí hay enterrada una reliquia del mismísimo Buda con lo que el espacio es venerado por tailandeses de todas las edades .Yo encontré incluso 4 niñas que arrodilladas presentaban sus respetos.

Después se levantaron y bajaron las escarpadas escaleras de 4 en 4. En las calles se ve gente joven, la prueba evidente de que Asia envejece a un ritmo diferente al de Europa. Ves a los niños que van a la escuela, juegan en las aceras, echan una mano a la familia... Es la sabia nueva que garantiza la fuerza de una Tailandia que crece y que tiene mucho que decir en el nuevo orden mundial.