Patagonia y el pequeño Reino del Hielo

telecinco.es 13/11/2016 01:00

Seguimos viajando por la Patagonia y entrando en los canales que antes exploraron desde Magallanes a Darwin…Segunda entrega de esta especie de ‘diario de a bordo’ en el que hoy vamos a asomarnos a los Glaciares de Tierra de Fuego, los más australes del planeta. Fascinantes moles de hilo que recuerdan que hace más de 20.000 años ese era el paisaje de toda esta zona temida por los Occidentales y por eso bautizada como ‘El fin del mundo’… Veremos el paisaje del fenómeno natural más corrosivo, ¿Me acompañas?

El primer café de la mañana en el ‘Stella Australis’ siempre me lo tomaba con Manuela. Desde las 7 de la mañana hay bebidas calientes para los más madrugadores (todo en el barco está incluido y no hay que pagar nada adicional) en una enorme sala llena de ventanales en el que el café y el té saben diferentes, os lo aseguro. Manuela es chilena, pero ha pasado más de 10 años en expediciones americanas en la Antártida. Conoce muy bien este paisaje helado que lo domina todo…Y la encanta. Para ella no hay lugar igual en el mundo…

Es el aperitivo que me prepara para la sesión de hoy: El Glaciar Pía, uno de los pocos en el mundo que está avanzando a pesar del Calentamiento Global. Bajamos en las Zodiacs hasta el Fiordo en el que comenzaremos este paseo tan peculiar…Lo primero que sorprende, el color…Los glaciares aparecen en nuestra imaginación como imponentes moles de color blanco, un blanco puro, prístino e inamovible…

Y nada más lejos de la realidad, porque un azul intenso golpea la retina. Y,¿ por qué azul, os preguntaréis? Pues porque refracta, no se refleja. Los colores son absorbidos por el hielo, pero éste en particular rebota en distintas intensidades consiguiendo que el Pía parezca un cuadro impresionista lleno de tonos desbordantes…

Comenzamos una caminata por los alrededores del hielo…Vamos subiendo poco a poco y la vista coge una dimensión y una grandeza que ninguna fotografía puede mostrar. Para mi es un deleite porque con cada mirada me quedo hipnotizada con esa belleza fría que estremece. Me gustan los glaciares, siempre me han parecido la expresión máxima del poder de la naturaleza, quizá por eso no me sorprende enterarme de que son el fenómeno más destructor, el que esculpe el paisaje. El hielo todo lo puede, todo lo vence. Nada se interpone en su camino. Su presencia erosiona de tal forma que son los responsables de los fiordos que actualmente dibujan una Patagonia que hace 20.000 años era todo hielo. Todo.

De vez en cuando se oye un gran estruendo. Un crujido poderoso y emocionante que rebota en todo el valle. Nos quedamos quietos con los ojos bien abiertos esperando fotografiar algo…Pero no se mueve nada. ¿Dónde ha caído esa mole?, nos preguntamos todos…Del otro lado, nos dice Cristóbal, nuestro guía en español, porque el Pía tiene varias vertientes…Solo su primera pared ya se eleva en torno a los 1200, 1300 metros. La segunda son otros 300 metros que muchas veces se pierden entre las nubes que pasan a gran velocidad, porque el tiempo aquí, insisto, es totalmente impredecible. Se dice que en lugares como Londres pueden pasar todas las estaciones del año en un solo día. Aquí las estaciones se suceden en 5 minutos, no necesitan más tiempo. De hecho desembarcamos de las zodiacs con calor, pero al ascender unos metros, se nubla y hasta llega a lloviznar minutos después. Hay que ir preparado para todo, pero esa imprevisibilidad me fascina, Tierra de Fuego no se deja dominar pasen los siglos que pasen.

El Pía es especial porque es uno de los pocos Glaciares de toda Sudamérica que se cree que está creciendo. Poco, pero algo sí. Todos avanzan, pero no todos crecen, lo que en pocas palabras quiere decir que éste logra retener más hielo que el que pierde, algo muy remarcable en una zona afectada por el desgaste de la capa de Ozono. Cuando se va el grupo el silencio es atronador. Retumba y estremece…Y entonces surge uno de esos momentos mágicos que quedan en la memoria para siempre. Mi amiga Nori, la fotógrafa, sigue pegada al agua disparando como una loca embelesada ante tanta belleza. Y el pobre Patricio tiene que venirnos a buscar porque ve que no hay forma de devolvernos al barco. Patricio Martínez estudió leyes, pero el derecho no fue capaz de apartarse de su verdadera vocación, guía de expedición, puesto que desempeña desde 2006 y en el que se ha especializado en historia, aves y aborígenes de la Patagonia.

No es el último hielo que vamos a ver hoy. En el Canal Beagle atravesamos la increíble avenida de los Glaciares que nos ofrece panorámicas verdaderamente hermosas a muy poca distancia del ‘Stella Australis’. La mayoría de ellos fueron nombrados en recuerdo a las nacionalidades de los antiguos navegantes europeos. El primero que divisamos, el Glaciar España. Pero después viene el Romanche, Alemania, Francia, Italia y Holanda…Y todo ello aderezado en el Bar de la quinta planta con distintos aperitivos propios de cada país. Vamos, lo que os puedo asegurar es que volveréis con algunos kilos de más. Es inevitable porque la comida (ya os he contado que todo en el barco está incluido) es buena y cuidada. Casi tanto como el camarero que me tocó en suerte, José, un hombre dulce y diligente para el que tus deseos eran órdenes. Un día William, mi compañero de mesa argentino, se enteró de que nunca había probado el mate…Por la noche José ya se había hecho con todos los utensilios necesarios para tomarnos un mate al viejo estilo ‘gaucho’. Recordad que si os toca en la mesa tenéis una joya.

La grandiosidad del Pía quedará en mi retina para siempre al igual que ocurrirá con los Islotes Tucker y los pingüinos que por primera vez divisé allí. Son aves pelágicas que pasan la mitad de su vida en el mar y que vienen a tierra para reproducirse y cambiar sus plumas. Es fascinante verlos en su hábitat natural, ajenos a todos los visitantes que una vez a la semana se acercan a observar y fotografiar todos sus movimientos cuan mirones enloquecidos. Y eso que los pingüinos magallánicos son animales muy grupales, muy sociales y no se sienten intimidados por la presencia del hombre. Hay algo de embelesador en su movimiento, en su dulce balanceo que parece que en cualquier momento les va a hacer caerse. Su aparente torpeza me provoca ternura, sobre todo cuando me cuentan que son monógamos, que pasan su vida con una única pareja y que vuelven siempre a la playa de la que se marcharon para construir su nido y poner sus huevos.

Pasito a pasito recorren grandes distancias por toda la isla. Se defienden en tierra firme, pero son muy buenos buceadores por lo que se alimentan de calamares, anchoas y demás peces que consiguen del mar. Son aves a caballo entre dos medios, que en los Islotes Tucker viven a sus anchas.

-Y ¿cómo se diferencia el macho de la hembra? Preguntamos a coro los de mi lancha…

-Es un gran desafío, nos responde Felipe. Aunque vamos a intentarlo. Se dice que la cabeza de la fémina es un poquito más redondeada que la del macho, que de entrada se debería de ver un pelín más cuadrada. Además el pico de las hembras es 2 o 3 milímetros más corto que el de su pareja…

-¡Pero eso es imposible verlo desde aquí!, le digo

-¡Bueno, ya dije que era un desafío!

Felipe es un fenómeno…Un brasileño que ha vivido por medio mundo y aunque estudió diseño industrial, se desenvuelve como pez en el agua en cualquier cosa que le ‘eches’: dando charlas sobre la cordillera Darwing, guiando las excursiones más exigentes o hablando con pasión de las ‘aves peláaaaagicas’ que son los pingüinos magallánicos. Lo dicho, ¡un fenómeno!. El personal del barco es gente curiosa. Si tenéis oportunidad de charlar con ellos descubriréis a personas muy inquietas con historias de vida interesantes e intensas. Os he hablado de Manuela, la ‘expedicionaria’ de la Antártida y José, mi camarero ‘conseguidor’, pero también está Cristóbal, mi guía de español, superviviente del barco del Costa Cruceros que se hundió hace unos años en Italia o Rodrigo, un chileno nacido en Isla de Pascua con la familia repartida entre todos los continentes. Hay muchos viajes dentro de este viaje, también está el que haces con las personas con las que compartes la travesía y ese puede llegar a ser igual de apasionante…

Pingüinos Magallánicos y Cormoranes Imperiales son las estrellas de este ‘no- desembarco’ (no bajamos del bote porque no está permitido pisar los Islotes Tucker) en el que tienes la sensación de ser tú el ‘extraño’, el invasor de las aves que dominan el espacio. Entras en su casa y lo haces con cuidado, siendo consciente de que eres un privilegiado por poder asomarte, aunque sea solo unos minutos, a la fauna de un ecosistema que hasta el momento ha escapado casi totalmente a la mano del hombre… Son el tipo de experiencias que se viven en Tierra de Fuego y que nos dejan esperando ‘la gran etapa’, la razón por la que me he hecho 20 horas de viaje y el momento que espero algún día contar a mis nietos: El desafío de Cabo de Hornos

CONSEJO FINAL:

Recuerdo que este es un momento muy bueno para ir a Tierra de Fuego…Comienza su verano y tendréis las mejores condiciones para disfrutar de un lugar inhóspito y virginal cuya meteorología nadie os puede garantizar…Pero eso es parte de su encanto!!!! ¿Dónde mejor que pasar las Navidades en canales angostos antaño surcados por grandes navegantes y rodeados de increíbles glaciares?. Mirad en su web (CrucerosAustralis.com) porque ellos son los únicos que pueden navegar por la zona y sacan ofertas con frecuencia.