La Praga Inmortal

telecinco.es 28/10/2016 04:00

Es una de esas ciudades que se puede visitar una docena de veces y aún así se quiere volver a ella. Quizá porque como decía Kafka, te atrapa y no te deja marchar. Praga tiene un millón de encantos y no se pueden descubrir todos en un solo viaje, así que hoy volvemos a la capital de la República Checa a disfrutar y a ‘patear’ algunos de sus lugares emblemáticos. Esos sitio que se encuentran en el corazón de su alma inmortal, la que vaga en las películas y en los libros porque cada año esta ciudad es el escenario de muchos rodajes. Nadie se resiste a su encanto.

Hoy vamos a pasear por el corazón de la capital, no con la prisa de los turistas, sino con el tiempo de los viajeros que miran con pausa y paciencia intentando encontrar las historias ocultas. Por eso, lo primero que vamos a hacer es subirnos a la Colina Petrín. El funicular os pondrá rápidamente a una de las zonas más verdes, un sitio perfecto para tranquilos paseos bajo los árboles o cafés con fabulosas vistas a la ‘ciudad de las Mil Agujas’. Aparecerá ante vuestra vista en todo su esplendor y si tenéis paciencia podréis divisar los edificios importantes y representativos de los que luego hablaremos: El Castillo, el Puente de Carlos IV y el Reloj Astronómico, claro. También se detecta bien la torre de la Pólvora y el fastuoso edificio de cúpula dorada de la Ópera donde es posible que todavía podáis comprar alguna entrada para ‘Don Giovanni’ o ‘Las Bodas de Fígaro’. Aunque puede que lo que quizá más os choque son los viñedos que de repente se detectan. ¿Cómo es posible que una ciudad mundialmente conocido por su cerveza conserve viñas en el mismo centro?. Pues porque llevan siglos en el mismo lugar y producen un caldo interesante que no debéis de dejar de probar si tenéis la oportunidad.

La otra sorpresa de Petrín es una Torre Eiffel como la de París, pero en miniatura.Se trata de una imitación de 62 metros de alto que fue levantada en 1891 para la Exposición Nacional y que ahora hace las delicias de los turistas que se animan a subir los casi 200 escalones que llevan a la cima. No creo que impresione tanto como la original, pero lo que sí es seguro es que las vistas os darán la oportunidad de hacer foto con muchos ‘likes’.

Este parque es uno de los lugares preferidos por los praguenses para tomar el sol. Si hace bueno, no es difícil que os encontréis con parejas de novios haciéndose las fotos que enseñarán a sus amigos primero y a sus hijos después, para recordar el día. Otro de esos lugares que nunca falta en todar ruta de la ciudad es el Puente de Carlos IV, algo normal teniendo en cuenta que no hay monumento más universal que esta pasarela que nació de la necesidad de unir las dos orillas de forma sólida. Todos los puentes anteriores habían acabado engullidos por los temporales, las crecidas o las inundaciones del Moldava. Dice la leyenda que se consultó a los sabios el momento propicio para comenzar la nueva construcción. Los ‘supertacañones’ dieron una fecha para la que hubo que esperar 15 años y que consistía en una combinación ascendente y descendente de los números impares del 1 al 9. Es decir: 135797531. El resultado fue que la primera piedra se puso en el año 1357, un 9 de julio a las 5.31 exactamente. Y fuera producto de la casualidad, o de que los astros estaban, efectivamente alineados, el puente todavía sigue en pie y aportando ingresos abundantemente en forma de pernoctaciones de turistas…

Es un puente absolutamente impresionante a cualquier hora del día, pero es verdad que tendréis que hacer un esfuerzo grande para ver algo de su ‘alma’ tal y como cómo está ahora: invadido de turistas y vendedores que tendréis que sortear como si estuvierais en la Puerta del Sol en medio de las campanadas. El tumulto os puede hacer olvidar la espléndida panorámica de la ciudad y también el increíble encanto de un monumento que por su belleza se convierte en el auténtico protagonista de todas las escenas de cine o televisión que anualmente se ruedan. Haced el esfuerzo de madrugar, pero madrugad bastante, porque a las 10 de la mañana ya está casi como el metro en hora punta. Solo así vislumbraréis algo del símbolo más universal de Bohemia. Incluso con bruma o entre sombras es especial. ¿Y qué le hace tan diferente?

Para empezar las 30 estatuas que coronan el pasadizo. Son una auténtica galería de esculturas al aire libre. No se colocaron todas al mismo tiempo, aunque es verdad que tienen una armonía que sorprende. Buscad a San Wenceslao, el Patrono de Bohemia, a San Vito, el Patrono de Praga o a San Judas Tadeo, mi favorito, el Santo de las causas perdidas. Si sois amantes de los viajes, os encomendaréis a San Cristóbal, una figura de 1857 que encontraréis en el lado de la derecha si venís desde Malá Strana. Aunque la más famosa, la que monta los tumultos es la representación de San Juan Nepomuceno, la primera imagen que hubo en el Puente de Piedra. El mártir fue arrojado el río por orden de Wenceslao IV en 1393 con la armadura puesta porque se negó a revelar los secretos de confesión de la reina.

Se decía que quién frotaba el bajorrelieve volvía a Praga, pero hoy en día muchos turistas tocan también la escultura pidiendo deseos por si acaso el santo es generoso. El caso es que entre unas cosas y otras es raro el momento del día en el que este punto no está atascado de gente haciendo cola. Paciencia, el lugar es único como revelan cualquiera de las fotografías que podréis encontrar en Internet, pero tened en cuenta que nunca veréis su grandeza in situ si no hacéis un pequeño esfuerzo.

Otro lugar ‘petado’ que está entre los que no podéis dejar de visitar es el Reloj Astronómico. Cada hora en punto la multitud se congrega en torno a la torre del Ayuntamiento Viejo, cámara o móvil en mano. Todo el mundo quiere registrar el momento en el que comenzarán a desfilar los Apóstoles por este enorme contador de tiempo que se ha convertido en una de las atracciones más famosas de todo el Mundo. El reloj original tal cual le conocemos fue creado y puesto en marcha en el siglo XV por el maestro Hanus, al que según la leyenda (en Praga hay leyendas de casi todo) dejaron ciego para que no pudiera volver a construir otra maquinaria igual. Su venganza fue quitar una pequeña pieza que paró el aparato durante 80 años. A día de hoy, y tras más de 5 siglos marcando las horas y los minutos, 3 de cada 4 piezas son originales.

Cuando se disuelva el tumulto pararos un minuto frente a él. Es verdaderamente prodigioso. Las cuatro figuras que se ven a simple vista corresponden a las inquietudes o los miedos más arraigados en la sociedad praguense de la época. A saber: la vanidad, la avaricia, la muerte y la invasión pagana representada por un turco que es mi talla favorita. Cuando llega la hora la figura de la muerte toca un timbre e invierte un reloj de arena a la vez que desfilan por las ventanas superiores los 12 apóstoles. Al final canta un gallo y suena la hora. Y todo entre una multitud de disparos y fotografías que intentan hacer inmortal un conjunto de figuras que recuerdan entre otras cosas que el tiempo corre, y no vuelve; y que la vida pasa y se acerca el final…

De noche la belleza del reloj astronómico es enigmática. Quizá porque los turistas ya se han retirado y casi nadie le mira. Quizá porque la noche protege sus secretos, esos que ha contemplado durante 5 siglos…Lo cierto es que deslumbra tanto como con la luz del sol y es un buen momento para mirarle sin tanto jaleo. Praga también es luminosa desde lo alto, a vista de pájaro. La torre del Ayuntamiento Viejo permite unas fabulosas panorámicas del centro de la ciudad con sus tejados multicolor. Bien merece la pena subir las escaleras de acceso, aunque también hay ascensor para quién prefiera usarlo.

La tercera parte inmortal de la capital checa está en el Castillo de la ciudad, la fortaleza antigua más grande del mundo según el Libro Guinness de los récords. Sus más de 7 hectáreas son el monumento más visitado. El lugar en el que siempre han residido todos los soberanos checos y también el jefe del Estado. Pero aún así hay espacio para todos y los turistas abarrotan los múltiples edificios, museos y galerías abiertos al público…Vamos a entrar al Castillo por la puerta principal, esa que tiene dos enormes estatuas barrocas de titanes combatientes. Son de 1770 y tienen el poder de dejar diminutos a los guardias que normalmente flanquean la puerta de acceso al recinto. Hay ceremonia de cambio de guardia, como en casi todas las ciudades, pero no es gran cosa. Lo que sí resulta curioso de ver son los uniformes militares que llevan porque tras la caída del comunismo, el entonces presidente Vávclav Havel contrató al diseñador de la película ‘Amadeus’ para que cambiara los atuendos. El resultado es el que veis. Colores alejados del caqui y cortes algo más modernos, dentro de lo que se puede esperar de un uniforme militar. Fundamental la visita a la Catedral de San Wenceslao y su Tesoro…

Al lado del Castillo, el ‘Callejón del Oro’, el muro norte de la fortaleza con sus pequeñas casas reconstruídas para albergar a los mejores tiradores de la guardia del siglo XVI. Después fueron viviendas para orfebres hasta que en el siglo XIX y XX las utilizaron muchos artistas. Entre ellos el praguense universal, Frank Kafka que venía a trabajar al número 22 de esta calle entre 1916 y 17. Hoy es imposible no admirarse del tamaño de estas edificaciones en las que parece mentira que nada haya podido caber alguien nunca.

Hasta aquí este pequeño recorrido por algunos de esos lugares que hacen a esta magnífica ciudad inmortal. Se puede venir 10 o 100 veces, da igual, siempre repites porque te atrapa. Porque su alma es grande y profunda y siempre hay nuevos secretos por descubrir. Solo hay que estar dispuesto a mirarla.