Complejo de jefe

DÉBORAH ABIZANDA 04/04/2008 09:45

Según un informe realizado por El Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE), el 36% de los trabajadores confiesan que mandarían a su jefe directo a la sala del psicólogo. Una realidad con la que muchas personas se sienten identificadas y que son motivo de la mala prensa que tiene el trabajo. Síndromes 'post-weekend', 'la carne de gallina' cada mañana, 'mobbing' o patologías más serias como ansiedad, estrés y depresión definen al empleado víctima de lo que el sociólogo y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, Iñaqui Piñuel, califica como jefe tóxico.

En su libro 'Neomanegement: jefes tóxicos y sus víctimas', Piñuel esboza tres perfiles de jefes nocivos para el empleado. El primero es el directivo narcisista, que sólo busca ser escuchado, que sus meritos sean reconocidos y jamás aprueba los logros de los demás. Aquel que pueda hacerle sombra es, sin ninguna duda, su enemigo. En segundo lugar se halla el jefe psicópata, que destaca por mostrar siempre un doble rasero. Detrás de su apariencia dulce y bondadosa se encuentra un responsable malévolo y calculador que no deja nada al azar. Por último, el directivo paranoide es aquel que busca controlarlo todo y que continuamente cree que sus empleados se van a revelar. Revisa el trabajo de los demás a todas horas y no está de acuerdo con ninguna de las propuestas de sus subordinados.

Sin lugar a dudas, el bueno de Antúnez no encaja en ninguno de estos tres perfiles. Tantos años en la empresa y estar cerca de la jubilación hacen que se tome la dirección de forma, digamos, relajada. Sin embargo Victoria, la Directora de Marketing, se acerca mucho más. Siempre negativa, orgullosa y segura de sí misma, cualquier idea que se le ocurre a la humilde Cañizares o las propuestas de su segunda de a bordo, la exuberante Mónica, son rechazadas 'in so facto'. Para Victoria, la especie humana alcanzó su máxima evolución con ella, y se estancó. Nadie puede superarla y los demás son, a sus ojos, débiles, fracasados y mediocres. Sin embrago tal vez encajaría mejor en el tipo de jefe coercitivo e imitativo, como propone la tipología realizada por 'Laboris.net'. Aquel que exige a sus subordinados obediencia inmediata y que hagan las cosas a 'su imagen y semejanza'. Porque ella, por supuesto, es el máximo exponente de la perfección.

Sin embargo, los ambientes laborales positivos en los que el empleado se siente reconocido y contento no son un espejismo. Existen y en gran medida gracias a la forma de dirigir y coordinar del responsable en cuestión. José Antonio Sáinz y Juan Carlos Cubeiro son coautores del libro 'El Club del liderazgo'. En él nos presentan a tres personajes de ficción que ellos consideran reflejo del líder emprendedor, del estratégico y del compañero. El primero es una persona formada, que siempre ha sacado sus problemas adelante y que gestiona bien. El segundo es un experto en la orientación y consigue grandes beneficios para la empresa y el último es el jefe empático, que entiende a sus subordinados, trata de orientarles y coordinarles en el trabajo pero nunca a costa de su bienestar personal. Es el primero que curra como el que más cuando la ocasión lo requiere.

La táctica del escaqueo: cómo librarse de un mal jefe

Las claves son sencillas pero requieren de una gran templanza y seguridad en uno mismo. A grandes rasgos, es importante reconocer el problema y enfrentarse a él. Tener muy claro cómo es tu vida, todas aquellas cosas que aprecias de la misma, y no dejarte abrumar por la situación de acoso o 'contaminación' laboral. Es importante mantener la calma en todo momento y a una mala cara, reaccionar de forma proactiva. En lugar de enfadarte, deprimirte o ofrecer una mala contestación, es mejor buscar el lado poristivo y seguir trabajando como el que más. Aunque si lo que buscar es no comerse tanto la cabeza, se pueden imitar los comportamientos de Jesús y Julián. Líderes y practicantes de un deporte muy particular, el 'escaqueitor',se tiran horas y horas charlando al frente de la máquina de café como si el tiempo hubiera entrado en un bucle infinito. No avanza. Simulan que su ordenador no funciona; echan horas en el diván de Juan Luis, el psicólogo, que siempre les deja peor de lo que llegaron; fingen que el baño está atascado o convierten la oficina en una selva amazónica. Estos son sus métodos: fáciles, sencillos y eficaces. Ante estas situaciones, no hay jefe tóxico que resista. La batalla está ganada.