A estos chicos no se les escapa nada. Resulta que Anabel, a la que ya tienen todos en el punto de mira por su olor corporal, tampoco se cambia de ropa interior con demasiada frecuencia, lo cual en una casa cerrada con tanta gente moviéndose y saltando, literalmente, como niños, constituye poco menos que un arma bacteriológica de primer orden. “Imagínate lo que sudó ayer y no se ha cambiado de bragas”, señalaba Kristian. “Esas bragas ahora mismo andan”, bromeaba Carlos. “Dice Adrián que se quita el tanga como el papel de las magdalenas”, abundaba Miriam.
Desirée, ni corta no perezosa, ha rebuscado en la maleta de las nuevas y ha concluído que Anabel apenas tiene bragas. Reapareció exhibiendo ante las cámaras del salón un siniestro trofeo: un tanga rojo imposible con encaje y flecos, que Miriam no dudó en probarse. “Es supersexy”, opinaba para espanto de sus compañeras. La sugerente lencería terminó colgada con unas ventosas en el cristal de la radio.
Cuenta la leyenda que Anabel ya se ha duchado, pero es demasiado tarde para parar este desmadre. Según comenta Adrián, también duerme con la ropa puesta y, para colmo, ronca. ¡Menuda joya!