Telecinco 2 repone 'Diario de... Sobrevivir en un cayuco'

TELECINCO.ES 25/01/2008 10:21

"Así es la vida, ganar o perder. Si voy y muero, es que es mi hora". Sereno y tranquilo Abdul, un joven gambiano, casado y con una hija pequeña, explicaba a los reporteros de 'Diario de' su decisión de iniciar el viaje en cayuco hacia España. "La única razón es tener una vida mejor y un trabajo mejor" aseguraba el joven. Le ha costado mucho esfuerzo poder recaudar los 1.700 euros que le pedían y a pesar de ello no tiene asegurado su futuro. Ese futuro incierto de todos aquéllos que deciden iniciar la aventura y consiguen llegar vivos a España.

Los colaboradores del programa están dispuestos a vivir la misma experiencia por la que han pasado multitud de inmigrantes africanos. Viajarán con ellos, experimentarán de primera mano el sufrimiento, la ilusión y, más tarde, la decepción al llegar a España y ver truncados sus sueños. Comienza el viaje.1

El punto de salida es Gambia; allí la vigilancia es menor. La playa está llena de cayucos pero como asegura uno de los colaboradores "es imposible controlar la construcción de los mismos porque son iguales que los pesqueros". Pronto consiguen contactar con las mafias que organizan estos viajes; al principio no quieren viajar con gente blanca pero finalmente les convencen. Son 126 personas en un cayuco de 12 metros de eslora; con un motor de tan sólo 40 caballos que podría estropearse en cualquier momento. "No había visto algo así. Era impresionante que el cayuco se moviera" comenta uno de los colaboradores del programa. En seguida empiezan los problemas: sed, hambre, infecciones, deshidratación y mucha ansiedad. El botiquín que llevaban nuestros reporteros se convirtió en su seguro de vida. "Gracias, hombres blancos" decía con una sonrisa radiante uno de los africanos que viajaba en el cayuco.

Después de cinco días de viaje, ya exhaustos, les asalta una patrulla mauritana que exige dinero al capitán. También se lleva gran parte de la comida y el agua que necesitan para sobrevivir. El viaje ha terminado. Su única salida es volver a Gambia o quedarse en Senegal, aunque muchos de ellos volverán a intentarlo.

Telecinco.es ha hablado con Juan Antonio Corujo, coordinador de rescate, socorro y emergencias de la Cruz Roja en las Palmas es una de las personas que sufre con la llegada de los cayucos. "Menores o mujeres embarazadas; muchos han fallecido en el camino y puede que alguno fuera familiar de alguien que también iba en el cayuco. Esto es lo peor que te puedes encontrar", sentencia.

Durante 2007, 39 inmigrantes murieron en las costas canarias en su travesía hacia una vida mejor, un 70% más que en 2006, según datos de la Delegación del Gobierno de las islas. Fuentes de la Guardia Civil señalan que los muertos reales del año pasado ascienden a unos 700. Sin embargo, las ONGs aseguran que la cifra de muertos puede llegar a 5.000.

Llegan agotados a España, han sido unos días muy duros y no tienen fuerzas ni para hablar. Mercedes Milá, presentadora de 'Diario de', quiere ver de cerca el trabajo de la Cruz Roja. Les atiende, les limpia e intenta hablar con ellos, pero no tiene fuerzas para decir nada. "Pasan a disposición judicial y a un centro de internamiento; la mayoría serán repatriados" explica Juan Antonio Corujo a telecinco.es. Han chocado con la dura realidad. Su sueño era eso, sólo un sueño.

Las dos caras de la moneda

Francis Kolie es guineano y se considera un hombre con suerte. Llegó en patera hace cuatro años y ha conseguido sus papeles, pero nunca olvidará el duro viaje hacia la esperanza. Asegura que sus compañeros "morían de hambre porque no tenían comida ni agua. Nueve días así". Es casi un milagro que él este vivo. Pero no todos tienen la misma suerte. Sisau asegura que "si lo llego a saber no vengo a España, no tengo trabajo, ni familia, ni dónde dormir. No quiero vender ropa, ni CDS, ni traficar con droga, lo que me gusta es trabajar". Pensaba que al venir a nuestro país podría dormir en una casa, comprarse un coche, pero, mientras nos cuenta todo esto ríe sin parar: acaba de caer en la cuenta de que hoy ha sido la primera vez que ha subido a un coche. Las carcajadas, por lo menos, le hacen un poco más feliz.