Enrique era atracador de joyerías. Se hizo con entre 35 y 40 millones de pesetas. Empleaba armas, pero nunca disparó a nadie, aunque fue tiroteado por la policía en algunas ocasiones. Entrevistado por Nacho Abad ha revelado una información muy valiosa: sus atracos eran pedidos.
En el argot carcelario se llama 'santear'. Alguien informa de qué material ha llegado a una joyería. El 'santo' dice qué, cuánto y cuándo. El atracador pone el como. En 30 segundos finiquitaban la operación. En ocasiones, incluso, algunos joyeros le proponían el robo para cobrar el seguro.
"Me ponía peluca, barba, bigote y lentillas. Al entrar, decía 'esto es un atraco, no quiero héroes y así no habrá sin heridos'. Con ese tono de voz. Sin gritos e insultos. Hay gente que pierde la noción del tiempo e insulta, pero en mí siempre ha prevalecido la educación".
La huida
Al finalizar, ha explicado, "es mejor huir andando porque la policía vigila las salidas.Taxi, autobús, metro... lo mejor es ir cambiando. Luego las joyas se pasan a un perito que ya está informado".
Sobre los disparos, ha dicho "de 35 atracos, me han cogido ocho veces. En tres ocasdiones me han tiroteado. He visto la muerte muy cerca. Con 15 años y medio yo solté el arma de fogueo y un agente me descargó el 38 entero".
La adicción
Robar es adictivo. Es una enfermedad, confiesa Enrique. Cuando se rompe el vicio, te reinsertas: "Yo lo hice por amor, por la que es actualmente mi mujer. La que me ha dado dos hijos y desde ese momento pensé que tenía que cambiar. Me veía con fuerza. No quiero destrozarle la vida a una mujer que apuesta por mí".
La visión de la víctima
Armando Rodríguez, joyero, ha explicado que actualmente hay buenas medidas de seguridad en Madrid, aunque existe un repunte en el número de robos. "La cosa va por etapas", ha reconocido.
Sin embargo, insiste en que mientras la legislación permita que delincuentes puedan sufrir ocho detenciones en su trayectoria delictiva, "es porque hay una legislación que falla".