Un día de rodaje en 'Yo soy Bea'

ELENA VILLEGAS 01/07/2009 16:28

Magia. Eso es la televisión, un medio capaz de emocionar al espectador con pasiones ajenas. Y eso es 'Yo soy Bea', una historia que engancha, un cuento del día a día; sin embargo, para que el cuento pueda ser narrado todos los días y para que la historia pueda seguir emocionando tras varios años, debe haber unos sólidos pilares: trabajo incansable y esfuerzo continuado.

Tanto los actores como la mayor parte del resto del equipo se sienten muy afortunados por trabajar en 'Yo soy Bea' e incluso, para algunos, se trata de un sueño, pero hasta los sueños más dulces requieren de esfuerzo. ¿Alguien se imaginaba que la vida de un actor podría no estar llena de comodidades? Pues si por comodidad se entiende no madrugar, en este caso, están exentos de lujo, ya que se ven obligados a levantarse a horas intempestivas.

Los actores deben acoplarse a los horarios de rodaje de sus respectivas escenas, que pueden variar de manera considerable de un día a otro. El resto del personal, además de madrugar, está sometido a una gran presión -debido a que se emite diariamente- para que el resultado final de la serie sea perfecto; eso sí, no les falta ganas y energía para desempeñar sus funciones, de ahí que todos estén satisfechos con 'Yo soy Bea'. Raquel Meroño, que encarna a Isabel, confiesa que "en series diarias, hay días que sales muy contenta y otros que sales de bajón porque no tienes tiempo para preparar las cosas, [...] pero, para el poco tiempo que tenemos, creo que defendemos muy bien la producción". El problema, según ella, es que "somos bastante exigentes [...], pero yo estoy muy contenta".

Tanto ella como el resto de sus compañeros se muestran encantados de formar parte del elenco de 'Yo soy Bea'. Para Patricia Montero (Be), "uno siempre debe estar orgulloso de todo lo que haga, pero 'Bea' ha sido lo más"; en la misma línea, se manifiesta Rebeca Badía, para quien Noelia es: "el mejor papel que he tenido hasta ahora y de lo que más orgullosa estoy, de momento".1

Los actores son la cara visible del trabajo y del esfuerzo coordinado de numerosas personas que integran el equipo de 'Yo soy Bea' y la función de cada una de ellas es fundamental. Uno de los supervisores de que esa coordinación se desempeñe de manera correcta es Alberto Pernet, director creativo de la serie, quien dirige un amplio proceso que engloba desde el guión -que llega al plató- hasta la pantalla: él coordina a los directores, habla con ellos de los bloques que van a grabar, define vestuarios y casting y controla la edición y la musicalización, entre otras muchas cuestiones.

En lo referente a vestuario, Maite Muiña (estilismo) es quien dirige el cotarro y cada una de sus chicas tiene claramente delimitada su área de trabajo: Miriam se encarga de la comunicación con los departamentos de prensa de las marcas que les prestan la ropa para que salga en la serie (a cambio de publicidad) y Patricia contabiliza el vestuario que entra y sale del departamento -puesto que la ropa prestada debe ser devuelta una vez utilizada en la serie-.

Para dar realismo a una producción de ficción, son imprescindibles los decorados. Pasear por el plató de 'Yo soy Bea' y ver la casa de Chali, el piso de Be y Benito o el loft de Diego y Nachoes como entrar en casitas de muñecas de grandes dimensiones o como si la reportera, cual 'Alicia en el País de las Maravillas', hubiera encogido para poder introducirse en un mundo irreal y mágico. El artífice de ese entorno lleno de color es Luis López, el carpintero que ha hecho, con sus propias manos, cada uno de esos espacios que, una vez que se introducen en la pantalla del televisor, se convierten en realidad, en casas donde hay emociones, pasión, amor; en definitiva, se transforman en espacios vivos y reales.

Gracias a decoradores, actores, directores creativos, pero también guionistas, cámaras, maquilladores, peluqueros, editores y muchos otros, el cuento de 'Yo soy Bea' cobra vida, cada día, en esa caja mágica que es la televisión, de manera que, cada tarde, el espectador se sigue emocionando y divirtiendo con las aventuras de los personajes con el objetivo de identificarse con ellos; así, cuando el cuento acabe, no serán los únicos en ser felices y comer perdices. Se trata de una felicidad, si bien temporal, compartida. He ahí la magia.