'Casa Pepe'

MUNDOTORO 07/05/2009 21:42

Yo les digo que hay un par por cada ciudad y media docena en Madrid. Casa Pepe. Bares. Calcados. Uno del otro y del siguiente. Y se puede fumar. Hay tapas de paella desde por la mañana a la noche. Se calienta en microondas. Y calares a la romana. Y a la rumana. Ves una Casa Pepe y ya has visto todas. Entras en Casa Pepe de Zamora a hacer aguas menores con cierta retención urgente y miras al camarero suplicando, dos lágrimas cayendo, y te hace así con cabeza y el cuello: al fondo a la derecha. Como al fondo y a la derecha están el baterclosed en Casa Pepe que está al pie de Atocha. Como estas corridas de Madrid. Toros paella. Gritos a la rumana. Un torero que se la juega, Joselillo, mientras la parroquia envida a chica y un toro bueno que no arregla nada, pero que sirve para señalar al fondo a la derecha. A este toro le cortó una oreja Emilio de Justo.

Puede ser coincidencia pero fue el sexto el único toro de hechuras y de tipo de verdad, claro desde el principio a pesar de un amago de derrote en el capote de Emilio de Justo. Es como esas tapas de jamón de bellota que no hay en Casa Pepe, que te lo ponen de Teruel. De Justo toreó bien con la mano derecha en dos tandas, relajado, y corriendo la mano, pero con una evidente preocupación de componer la figura. Y era toro de cuidado y para cuidar pues ni su duración ni fortaleza eran tan claras. Una vez perdió las manos, no hubo acople con la mano zurda, cuestión solventada con un circular muy jaleado. Fue el toro a menos, le dio muchas pausas el torero entre tanda y tanda y la faena, rematada de una buena estocada fue como una especie de catarsis a dos horas y media de al fondo a la derecha.

Cuando Joselillo llegue al hotel y se duche y salga a ver a Luciano Nuñez, su apoderado, a ver que se dicen. Ni caso. No le hicieron ni caso cuando fue capaz de estar firme con un par de toros que jamás agradecieron ni el esfuerzo ni el riesgo. Parte del respetable se debía de creer que Joselillo estaba como Pedro por su casa. Sobre todo cuando fue generoso con el quinto, un toro feo, basto y amplio de cuna al que le dio todas las ventajas dejándolo venir de largo en un pase cambiado y en cada primer cite de las siguientes tandas. Distancia. En Casa Pepe la gusta mucho las distancias, pero luego no se fijan si el toro, al pretenderse la ligazón, protesta, repone, se muestra incierto o, simplemente, busca. Eso hizo este toro con el que el torero demostró una generosidad peligrosa en esta plaza. Y nunca agradecida. Por el izquierdo fue aún peor y en cada pase el toro fue aprendiendo. Faena firme, de torero que no entregó la cuchara a pesar de saber que no le hacían mucho caso.

Como cuando entras en Casa Pepe a preguntar por una calle y la parroquia está viendo 'Supervivientes' y pasa de todo. Porque la forma de estar delante del segundo, toro de gañafones, leves por el derecho y graves por el izquierdo, fue notable. Le buscó la distancia el torero para tratar de aprovechar las inercias por el pitón menos malo, el derecho y se la jugó con la zurda, por donde el toro te la pegaba si o si. Fue toro de guasa como bruto el cuarto, de escasa movilidad de cabezazos con el que se justificó Eugenio de Mora, que había toreado antes a un burraco mansurrón, noble, sin calidad y a menos sin que pasara nada salvo la estocada. Y antes de cortar una oreja, De Justo había parado a un toro cariavacado y feo de Martelilla, a un sobrero cinqueño de Moisés Fraile bueno pero sin fuerza y un tercero tris de casi seis años de Ana María Cascón. Toro de al fondo a la derecha.

Plaza de Las Ventas. Primera de San Isidro. Lleno. Cinco toros de Martelilla, el sexto con el hierro de Casa de los Toreros, de distinta tipología y comportamiento. En general faltos de raza y empuje. Sobresalió el sexto por su calidad y buen son. Un sobrero de María Cascón, sustituto de uno del hierro titular y de otro de Moisés Fraile, incómodo. En el arrastre recibieron respectivamente algunos pitos, silencio, pitos, silencio, silencio y ovación. Eugenio de Mora, silencio en ambos; Joselillo, silencio y silencio; Emilio de Justo, silencio y oreja