Salimos a dar un paseo con Ana. Quiere que se conozca la enfermedad, quiere contarnos lo que siente, porqué no puede alejarse de la calle donde vive. Nada más salir del portal empiezan los síntomas. Tiene la boca seca, sudoración y el corazón le empieza a latir más deprisa. Llegamos hasta la esquina que delimita lo que ella llama su zona de seguridad. Y ahí empiezan los mareos. Nos pide que volvamos a casa. Estamos a tan sólo 100 metros de su portal, pero no puede seguir.
Vive enjaulada en ese pequeño mundo, su casa y un tramo de calle. No puede trabajar y vive de los favores que le hacen los amigos comprándola lo que necesita. Empezó hace dieciocho años con la enfermedad. Hace un par de años ni siquiera era capaz de salir de casa. La terapia ha hecho que poco a poco controle sus miedos.
Hemos entrado en una terapia de grupo de agorafóbicos. Son todo mujeres. Ellas si pueden salir a la calle, pero algunas no pueden coger el metro, los autobuses o entrar en zonas con aglomeraciones de gente. Son los primeros síntomas de la enfermedad.
La agorafobia provoca ataques de pánico incontrolables en determinadas situaciones. El enfermo evita esas actividades para que no se produzca el temido ataque de pánico. Poco a poco se limitan la vida. La sensación es que te vas a morir, que te mueres.
Es la descripción que da una mujer durante la terapia de un ataque de pánico. Es una enfermedad desconocida pero que afecta a mucha más gente de la que pensamos. Se calcula que en España hay cerca de ciento cincuenta mil personas con algún grado de agorafobia.
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